miércoles, 26 de enero de 2022

2022 MEDITACIÓN EUCARISTICA: HACER MÁS Y MEJOR

Reunidos hermanos alrededor de la mesa de la eucaristía y delante de Jesús sacramentado nos sentimos felices por su presencia continua en medio de nosotros. Nunca nos abandona, siempre presente junto a nosotros y a los nuestros. Estamos abiertos a que en esta tarde nos comuniques tu amor y nos concedas tu energía, tu ánimo, tu espíritu.

Estamos convencidos que nuestra fe aumenta cuando la ponemos en práctica y obramos en consecuencia. Nuestra perseverancia será la mejor prueba de nuestro amor y de nuestro compromiso. Queremos actuar como tú nos inspiras en cada momento. No nos conformamos solo con palabras, sino que queremos actuar, queremos demostrar con nuestra vida que sentimos tu presencia y la presencia del Padre como algo vital y que se convierte en buena noticia para toda la humanidad. Sobre todo, la humanidad herida y despreciada.

Escuchemos esta historia: HACER MÁS Y MEJOR

Érase una vez un seguidor de San Francisco de Asís que le pedía: "Francisco, enséñame a predicar". Y San Francisco le llevaba a visitar a los enfermos, a ayudar a los niños, y a dar comida a los pobres.

Juntos recorrían las calles de Asís haciendo el bien a todos. El discípulo le preguntó, pero ¿cuándo me vas a enseñar a predicar? Francisco le contestaba: "hermano, ya estamos predicando".

 

Predicar con el ejemplo, con la vida. Nuestra manera de vivir es nuestra predicación. No hace falta tener un micrófono o subir al púlpito para predicar. Todos somos predicadores. Nuestra presencia predica nuestra fe, nuestro amor a Jesús y nuestro deseo de vivir como él vivió.

Es más hermoso y práctico un sermón que vemos que un sermón que oímos.

Es más eficaz un sermón que camina que un sermón que se grita. ¿Por qué?

Porque el ojo es mejor alumno que el oído y el ejemplo es más claro que el consejo. Ambos son necesarios: el sermón que camina y el sermón que se grita, el sermón que nos entra por los ojos y el que nos entra por los oídos.

El domingo pasado Lucas, nos dice que Jesús volvió a su pueblo, Nazaret, lleno del Espíritu, enseñó en la sinagoga y aquel día abrió el libro e hizo la lectura del profeta Isaías. Todos tenían los ojos fijos en él. Terminada la lectura dijo: "Hoy se cumplen estas profecías que acaban de escuchar".

Jesús no vino a leer la Biblia. Vino a vivirla y a realizarla, la cumplía en cada momento.

Jesús no vino a predicar cosas lindas. Vino para hacer cosas hermosas y lindas.

Jesús no vino a enseñarnos el camino. Vino a hacer con nosotros el camino.

Jesús no vino a predicar el infierno. Vino a abrir las puertas del cielo a todos.

Jesús vino a "proclamar el año de la gracia del Señor". Amnistía para todos. Libertad para los cautivos. Buenas noticias para los pobres.

Los charlatanes, los políticos, los predicadores, todos nosotros, hacemos promesas y profecías, contamos visiones, ofrecemos la luna, estamos llenos de buenos deseos, pero que pobres son nuestras obras, que escasas y que tacaños somos en el obrar como nuestro maestro.

Jesús comenzó su ministerio diciendo el primer día "hoy se cumple esta escritura" y pudo decir el último día: "Todo está cumplido". Entre estas dos proclamaciones desarrolló su vida haciendo el bien a todos aquellos que lo necesitaban. Los escuchaba, los alimentaba, los curaba, les concedía la libertad, les liberaba de la posesión, en definitiva, hacia personas libres y serenas, llenas de vida y entusiasmo. Tal vez le quedaron muchas cosas por predicar y muchas parábolas que narrar y contar, pero todo estaba hecho y "todo lo hizo bien".

De ninguno de nosotros se podrá decir semejante cosa. El reto es no predicar más y mejor sino obrar más y mejor.

Él nos dijo: “os he dado Ejemplo, haced vosotros lo mismo".

Amén

 

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