ADORACIÓN EUCARISTICA: EMPUJAR LA ROCA
Apenas iniciado este nuevo año, nos
encontramos delante de ti Jesús sacramentado para contemplarte y abrir nuestros
corazones a tu presencia. Queremos que nos acompañes a lo largo de este nuevo
año para que caminemos por lugares seguros que nos acerquen a ti y nunca nos
alejen. Oigamos esta bonita historia que nos introduce en la necesidad de
cumplir la voluntad de Dios, siempre y en todo momento.
La
historia de la roca: Un hombre vivía
felizmente cuando de repente, cuando estaba descansando, una luz iluminó su
habitación y apareció Dios. El Señor le dijo: “tengo un trabajo especial para
ti. Irás a un lugar remoto donde encontrarás una gran roca. Tu misión será
empujarla con todas tus fuerzas”.
El
hombre dejando amigos y hacienda, poder y prestigio se puso en camino hacia
aquellas lejanas tierras e hizo lo que el Señor le pidió día tras día. Por
muchos años, desde que salía el sol hasta el ocaso -ante la indiferencia y
asombro de muchos, ante la risa y las dificultades de otros- el hombre empujaba la fría y pesada piedra
con todas sus fuerzas...y ésta no se movía. Todas las noches el hombre
regresaba a su casa muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos eran en
vano.
Aprovechando
esta situación de desaliento y la sensación de fracaso el maligno decidió
hacerse presente en la labor de aquella persona trayendo pensamientos a su
mente: "Has estado empujando esa roca por mucho tiempo, y no se ha
movido…déjalo ya". El misionero comenzó a tener la impresión que la tarea
que le había sido encomendada era imposible de realizar y que, en cierta forma,
al no mover ni un solo centímetro aquella roca había fracasado. Estos
pensamientos incrementaron su sentimiento de frustración y desilusión.
El
maligno le dijo: "¿Para qué esforzarte todo el día en esta tarea
imposible? Sólo haz un mínimo esfuerzo y será suficiente. No te molestes en
mover aquello que no lo necesita: date la buena vida y olvídate de todo”.
El
hombre pensó en poner en práctica esto, pero antes, buscando un crucifijo,
decidió elevar una oración al Señor y confesarle sus sentimientos: "Señor,
he trabajado duro por mucho tiempo a tu servicio. He empleado todas mis fuerzas
por conseguir lo que me pediste, pero, aun así, no he podido mover la roca ni
siquiera un milímetro. ¿Qué pasa? ¿Por qué he fracasado?".
- El
Señor le respondió con compasión: "Querido amigo, cuando te pedí que me
sirvieras y tu aceptaste, te dije que tu tarea era empujar contra la roca con
todas tus fuerzas, y lo has hecho. Nunca dije que esperaba que la movieras. Tu
tarea era empujar. Ahora vienes a mi sin fuerzas a decirme que has fracasado,
pero ¿en realidad fracasaste? Mírate ahora: tus brazos están fuertes y
musculosos, tu espalda fuerte y bronceada, tus manos callosas por la constante
presión, tus piernas se han vuelto duras, tu corazón lleno de ideales, tu
personalidad realizada. Y, mira a tu alrededor, hay otras personas que empujan
a multitud de rocas sin que tú lo sepas siguiendo tu ejemplo.
A
pesar de la adversidad has crecido mucho y tus habilidades ahora son mayores
que las que tuviste alguna vez.
Cierto,
no has movido la roca, pero tu misión era ser obediente y empujar para
ejercitar tu fe en mí. Eso lo has conseguido. Ahora, querido amigo, Yo moveré
la roca".
Todos llamados en este nuevo año a empujar
esa gran roca que es la injusticia y la violencia, el hambre, la pobreza, la
falta de fe y de esperanza en tantos hombres y mujeres de nuestra tierra.
Esa roca, de la que nos habla esta
historia, es el lugar de trabajo (no solamente de los misioneros/as) sino
también el nuestro. Nos puede parecer un imposible llevar adelante nuestra fe
en este mundo tan convulsivo y sujeto a tantos cambios. Es bueno, por lo menos
para mí, pensar que la fe que mueve montañas es una llamada a ser conscientes
de que es DIOS finalmente quien las mueve. Esto nos debe infundir ánimo y
esperanza en el cometido que estamos desarrollando y caer en la cuenta de que
lo importante, al fin y al cabo, es empujar.
Que Santa María nos de unas buenas
vitaminas de entusiasmo en la acción, perseverancia en el día a día, alegría en
el trabajo, fortaleza en las decisiones, luz en las dudas, clarividencia en la
oscuridad, protección en las horas amargas, salud en la enfermedad y testimonio
de lo que decimos creer y llevar en nuestras manos: Hoy como ayer, con Santa
María estamos llamados a “empujar”.
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