2022 AÑO C TIEMPO DE PASCUA VI
“El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”. Amar en el Evangelio no es la emoción que ablanda el corazón, la pasión que lo devora, el ímpetu que hace traspasar. Amar se traduce siempre por un verbo: dar, "no hay amor más grande que dar la vida". Se trata de dar nuestro tiempo y nuestro corazón a Dios y hacerle un hueco: Así podremos escuchar su Palabra, guardarla con cuidado, para que no se pierda ni una sola sílaba; podremos seguirla con la confianza de un niño hacia sus padres.
Guardar la palabra de
Jesús no se limita a guardar sus mandamientos. La Palabra es mucho más que un
mandato o una ley: la Palabra sana, ilumina, da alas, consuela, salva, crea. La
Palabra de Jesús es amar. Quien ama se convierte en la casa de Dios, por eso Jesús
dice “vendremos a él y haremos morada en
él”. Si uno ama, genera el Evangelio. Si amas, tú también, como María, te
conviertes en madre de Cristo, le das carne e historia, "llevas a Dios en
ti" (San Basilio el Grande).
La promesa que Jesús
nos dice es que el Espíritu Santo vendrá, os enseñará, os recordará todo lo que
os he dicho. Traerá al corazón los hechos y las palabras de Jesús, cuando
pasaba por la vida haciendo el bien y curaba la vida, y decía palabras que no
se entendían en el momento. Pero al mismo tiempo, el Espíritu Santo
proporcionará luz, ingenio, para respuestas libres e inéditas, para el hoy y el
mañana.
“La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como
la da el mundo” No es un deseo,
sino un anuncio, al presente: la paz "está" ya aquí, está dada, ya
estamos en paz con Dios, con los hombres, con nosotros mismos. La paz
desciende, la paz llueve sobre los corazones y los días. No más dominio del
miedo: el dragón de la violencia no vencerá. Es la paz.
Siguiendo la costumbre
judía, los primeros cristianos se saludaban deseándose mutuamente la «paz». No
era un saludo rutinario y convencional. Para ellos tenía un significado más
profundo.
Esta paz no hay que
confundirla con cualquier cosa. No es solo una ausencia de conflictos y
tensiones. Tampoco una sensación de bienestar o una búsqueda de tranquilidad
interior. Según el evangelio de Juan, es el gran regalo de Jesús, la herencia
que ha querido dejar para siempre a sus seguidores. Así dice Jesús: «Os dejo la
paz, os doy mi paz».
Para humanizar la vida,
lo primero es sembrar paz, no violencia; promover respeto, diálogo y escucha
mutua, no imposición, enfrentamiento y dogmatismo.
No puede sembrar paz
cualquiera. Con el corazón lleno de resentimiento, intolerancia y dogmatismo no
es posible aportar verdadera paz a la convivencia.
La paz de Jesús no se
puede comprar ni vender, es un regalo y una conquista paciente, como un
artesano con su arte. No como el mundo la da; el mundo busca la paz como un
equilibrio de miedos o como la victoria del más fuerte; no se preocupa de los
derechos del otro, sino de cómo arrebatarle otro trozo de su derecho. Amén
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