miércoles, 23 de julio de 2025


 

MEDITACIÓN EUCARÍSTICA:

El capibara y el cocodrilo

En esta tarde calurosa Señor Jesús nos acercamos a tu presencia para sentir que tu amor nos sacia y nos complementa. Tu nos concedes tu paz y serenidad y eso nos basta. La verdadera fuerza no siempre se demuestra con poder o imposición, sino con la serenidad que inspira paz a quienes nos rodean. A veces, lo que más necesitamos no es hacernos más fuertes, sino aprender a caminar por la vida como tú: en paz, con mansedumbre, con humildad, para que nuestra vida sea refugio para otros. Escuchemos esta bonita historia

 

El capibara y el cocodrilo. En la orilla de un río ancho y silencioso, bajo un cielo despejado, vivía un capibara llamado Bruno. Era conocido por su paso tranquilo y su mirada serena. No importaba qué animal tuviera cerca: Bruno caminaba con calma, como si nada en el mundo pudiera alterarlo.

Un día, un enorme cocodrilo llamado Rex emergió del agua con el ceño fruncido y la cola agitándose con impaciencia. Tenía fama de ser temido y de atacar a cualquiera que se acercara demasiado. Pero cuando vio a Bruno acercarse con total serenidad, algo inesperado sucedió: en lugar de abalanzarse, Rex se quedó quieto, sorprendido por la paz que desprendía el capibara.

- ¿No tienes miedo de mí? preguntó el cocodrilo con voz grave.

Bruno lo miró con tranquilidad y sonrió suavemente.

- No temo a quien no deseo dañar, respondió. No vine a pelear ni a huir. Solo quiero beber un poco de agua y disfrutar del sol.

Rex, acostumbrado a que todos lo evitaran o huyeran despavoridos, se sintió desconcertado. La calma de Bruno era tan contagiosa que su propio enojo empezó a disiparse. El río se llenó de un silencio apacible, roto solo por el canto lejano de las aves.

Con los días, Bruno siguió apareciendo en la orilla, y Rex empezó a esperarlo. Al principio, lo hacía por curiosidad; luego, porque descubrió que al estar junto al capibara su mente se aquietaba y su corazón latía con menos furia.

Poco a poco, otros animales del bosque comenzaron a reunirse cerca del río. Sentían que estar junto a Bruno les traía tranquilidad. El capibara no imponía respeto con gruñidos ni fuerza, sino con una calma que desarmaba hasta al más agresivo.

 

Señor Jesús esta historia nos invita a no juzgar a los demás por su apariencia o por lo que otros dicen de ellos, sino a conocerlos por nosotros mismos. También nos enseña que la verdadera amistad se basa en el respeto y la comprensión, incluso entre quienes son muy diferentes.

Además, muestra cómo el miedo muchas veces nace del desconocimiento, y que cuando nos abrimos al diálogo y a la convivencia, podemos encontrar amigos en los lugares más inesperados.

Jesús la historia que hemos leído encierra una reflexión profunda sobre los prejuicios, los estereotipos y la capacidad humana para cambiar la mirada sobre el otro.

Bruno representa al ser que, influenciado por el entorno y la experiencia colectiva, asume una postura de desconfianza frente a quien es diferente o históricamente visto como amenaza. Rex, por otro lado, simboliza al individuo que, a pesar de cargar con un estigma (en este caso, ser un cocodrilo), actúa con bondad, rompiendo con los roles que le han sido impuestos.

El encuentro entre ambos nos habla del valor de abrirnos a lo inesperado, de revisar nuestros juicios iniciales y de dar espacio a nuevas relaciones basadas en el reconocimiento genuino del otro, no en etiquetas heredadas.

En un mundo adulto, donde muchas veces nos movemos condicionados por prejuicios sociales, culturales o incluso políticos, esta historia es un recordatorio de que la empatía, la apertura y la escucha activa pueden transformar vínculos y derribar barreras invisibles pero poderosas.

Bruno y Rex no solo se hacen amigos: nos invitan a cuestionar con honestidad nuestras propias resistencias y a pensar cuántas oportunidades de conexión o crecimiento perdemos por miedo o por ideas preconcebidas. Ayúdanos tú Señor Jesús a abrirnos a tu presencia y a la presencia de los hermanos, aunque sean diferentes a nosotros. Amén.

sábado, 19 de julio de 2025


 

 

Solemnidad de Santiago, Apóstol.

El próximo viernes 25 de Julio, Solemnidad de Santiago Apóstol, las misas en la parroquia serán a las 8 y a las 20 horas, animada la celebración de la tarde con la participación de los miembros de la Asociación de los caminos de Santiago. Estáis todos invitados .


 

ACCIÓN DE GRACIAS

Aquí estoy, otra vez, Señor, en este lugar de encuentro, tan tuyo, tan mío, tan nuestro.

Abre tus brazos y acógeme.

Tómame y toma este rato; y que el viento se lleve los días locos, huérfanos y tristes que pasé solo, sin ti, vagando, persiguiendo, probando... y que no me llevaron a ninguna parte.

Déjame estar contigo, sin etiquetas, sin normas, tranquilo; escuchando tus palabras en silencio, gustando tu presencia en mis vacíos.

Déjame estar contigo, sentado a tus pies, mirando tus ojos, soñando tus sueños, recostado en tu regazo, respirando al unísono, sintiendo tus abrazos..

Y mientras tanto... ¡acoge mis oscuros secretos y enciéndelos, hasta acrisolarlos o consumirlos en tu fuego!

¡Déjame estar contigo!

Amén

 


 

2025 CICLO C

TIEMPO ORDINARIO XVI

En este XVI domingo del tiempo ordinario, Lucas nos lleva a una casa donde viven sus amigos Lázaro, Marta y María. Jesús se recupera de las fatigas de la misión dejándose acoger por estos amigos: Marta, que es la mayor y hace los honores, y María que escucha entusiasmada a Jesús.

Jesús es recibido con cariño, pero de dos maneras distintas. Marta tiene el carácter de una anfitriona: se desvive por los deberes de acoger a un huésped tan excepcional. Nos recuerda a tantas mujeres queridas, casi podemos verlas: preparan comida excelente, ponen la mesa, van y vienen….

María, sentada a los pies de Jesús, lo escucha entusiasmada y absorbida por su palabra. Es lo que desea Jesús que le ESCUCHEMOS para así poder darnos sus Palabras de vida eterna. También es el deseo de Dios Padre cuando nos dice: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.

Jesús no critica el servicio. En muchos otros pasajes del Evangelio nos enseña su importancia. Pero aquí Jesús establece la prioridad: ESCUCHAR su palabra.

Marta está tan absorta en sus quehaceres, que entra en modo angustia y en un momento dado, viendo a su hermana sentada a los pies del Señor, estalla. Marta podía haber pedido ayuda a su hermana; en cambio, acumuló fastidio e irritación y apeló directamente a Jesús. El problema de Marta no es el servicio, sino ese activismo que la inquieta, que la hace trabajar sin sosiego y, además, perdiendo de vista al invitado.

Es un riesgo también para nosotros: que nuestro hacer se convierta en un activismo inquieto, ansioso, nervioso, con poca atención a las personas; incluso podemos hacer muchas cosas bonitas por Jesús, pero sin Él, no hacemos nada.

Agitados por tantas ocupaciones y preocupaciones, necesitamos tomarnos de vez en cuando un tiempo de descanso para sentirnos de nuevo vivos. Pero necesitamos además pararnos y encontrar el sosiego necesario para recordar de nuevo lo importante de la vida.

Hay que decir que ambos personajes merecen nuestro respeto y nuestra atención. Con ambos habremos de dialogar e integrarlos en nuestro puzle completo. Todos tenemos algo de Marta y algo de María. Lo importante es saber combinarlos adecuadamente. El servicio está fuera de lugar cuando nos impide escuchar a Jesús. Esto es lo que hace María, sentada a sus pies y Jesús dice que esa es la parte mejor, y no se la quitarán. De nada vale correr mucho si vamos en la dirección incorrecta.

Por ejemplo, el celular. Ofrece grandes beneficios. Pero también confunde. Hay quienes insisten en responder el celular en medio de la Misa. Es pura compulsión. ¿Habrá alguien llamando más importante que Dios en estos momentos de la eucaristía? Puede haber casos de emergencia, pero no hagamos de ellos excusa para perder el control.

miércoles, 16 de julio de 2025

2025 Meditación eucarística:

El elefante sereno y el gorila irascible

Aquí estamos Señor Jesús sacramentado, en esta tarde de verano, para acompañarte unos momentos y aprender a dominar nuestros impulsos y sobre todo aprender a serenar el alma.

Cuantas veces algunas circunstancia s de la existencia nos exaltan y nos irritan de tal manera que volcamos nuestra ira y furia hacia los demás y no conseguimos ningún resultado. Reconocemos que la verdadera fuerza no está en imponer, gritar o pelear, sino en dominarse a uno mismo. Vivir con serenidad y paz nuestra vida es un don, que hay que pedir constantemente al Señor. Jesús sacramentado te pedimos en esta tarde que sepamos dominar y controlar nuestros impulsos para asumir tu misma docilidad. Escuchemos esta historia.

El elefante sereno y el gorila irascible: En la selva más espesa y verde, donde la bruma matinal se filtraba entre los árboles gigantes, vivían dos animales conocidos por su gran fuerza: Kibo, un elefante de colmillos enormes y pasos tranquilos, y Bantu, un gorila musculoso y de mirada intensa.

Aunque eran vecinos, no se llevaban bien. Bantu perdía la paciencia con facilidad y cualquier contratiempo lo hacía rugir y golpear los troncos. Kibo, en cambio, observaba en silencio, intentando no involucrarse.

Un día, durante una fuerte tormenta, un árbol cayó y bloqueó el paso hacia el río. Bantu llegó primero y empezó a empujar con furia, lanzando gritos que retumbaban como truenos, pero el árbol no se movía ni un centímetro. Su ira crecía con cada intento fallido.

- ¡Este árbol no me vencerá!, rugía Bantu, golpeando el árbol con todas sus fuerzas.

Kibo llegó y se detuvo a observar. Vio el esfuerzo descontrolado de Bantu y, sin decir nada, esperó a que el gorila se calmara. Cuando Bantu quedó exhausto, jadeando y con los puños adoloridos, Kibo se acercó.

- La furia solo te ciega, dijo Kibo con voz pausada. Si quieres moverlo, debemos pensar juntos.

Usando su fuerza combinada y un tronco como palanca, lograron apartar el árbol sin más gritos ni golpes. El río volvió a fluir ante ellos como un regalo de paz.

Bantu miró a Kibo con respeto y comprendió que la ira no lo hacía más fuerte, sino más débil.

- Gracias, Kibo, dijo con humildad. Hoy aprendí que la paciencia y la calma pueden más que la furia.

 

Jesús cuantas veces nos arrebata la ira y la furia, sin embargo, la ira nos hace perder el control y la claridad. Aprender a dominarla nos permite enfrentar los problemas con inteligencia, usar nuestra fuerza de forma positiva y encontrar soluciones en lugar de destrucción.

Esta historia que hemos escuchado, el elefante sereno y el gorila irascible, representan dos formas de enfrentar la vida: una basada en la paz interior y otra dominada por la ira y el orgullo. El gorila, a pesar de su fuerza, vive constantemente alterado, reaccionando con violencia ante cualquier contratiempo. Por el contrario, el elefante, igualmente fuerte, pero sereno, responde con paciencia, autocontrol y compasión.

Esto nos recuerda lo que dice la Palabra de Dios en Gálatas 5, 22-23: “El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio...”

El elefante refleja a alguien lleno del Espíritu Santo: firme pero pacífico, fuerte pero manso. No reacciona por impulso, sino que actúa desde la sabiduría y la templanza, cualidades que Dios valora más que la fuerza bruta.

El gorila, en cambio, simboliza al ser humano que se deja llevar por sus pasiones sin permitir que Dios transforme su corazón. Su poder exterior contrasta con su debilidad interior.

Tú, Señor Jesús dijiste en el Sermón del Monte: “Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

Este cuento nos enseña que la verdadera fuerza no está en imponer, gritar o pelear, sino en dominarse a uno mismo, en vivir con la paz que solo Dios puede dar. Así como el elefante, estamos llamados a ser testimonio de esa serenidad que nace de confiar en el Señor. Amén.

 

sábado, 12 de julio de 2025


 


 

ACCIÓN DE GRACIAS

El prójimo pone a prueba el Buen Samaritano que tenemos escondido.

Prójimo es aquel que me exige salir de mí mismo y medir si la fe es operativa o se quedó en simple teoría.

Prójimo es, tal vez, el que menos entra dentro de mis esquemas.

Prójimo es quien constantemente me pregunta, qué he hecho por Cristo, qué hago por Cristo y qué debo hacer por Cristo.

Prójimo es quien me ayuda a pasar de una fe de conocimiento a una fe practicada y volcada en los demás.

Prójimo es quien me invita a no instalarme en una piedad fría y bajar al sufrimiento del hombre.

Prójimo es aquel que, es vapuleado por la materialidad de las cosas y, una vez utilizado, es arrinconado en el olvido.

Prójimo es aquel que ha sido arrastrado por lo inmediato, lo pragmático y luego ha quedado sin respuestas tirado en el suelo.

Prójimo es aquel que espera un detalle por nuestra parte y no sólo teorías o lecciones magistrales.

Prójimo es aquel que nos corta el camino, y nos hace entender que a Dios se le gana con la misericordia y no con la razón.

Prójimo es aquel que necesita de nuestro compromiso y de nuestra palabra, de nuestro consejo y de nuestra presencia.

Lo contrario y lo más fácil, a veces, es dar un rodeo, a las personas, a los problemas y a las cruces que salen a nuestro encuentro.

Prójimo es aquel que creyendo vivir en la verdad ha sido asaltado por los delincuentes de la mentira y de la farsa.

Prójimo es aquel que ha sido despojado de su existencia por aquellos que cabalgan en el caballo del poder y del “todo vale” para que la sociedad se quede sin moral ni ética alguna.

Prójimos son, en definitiva, las personas que salen a nuestro paso en mil circunstancias y con mil nombres y apellidos.

Amén


 

2025 CICLO C TIEMPO ORDINARIO XV

En tiempo de Jesús no había mucha claridad y se discutía a cerca del orden o de la importancia de los mandamientos. Jesús ante la pregunta remite a las fuentes. Hay un mandamiento que se desdobla en dos y que resume toda la ley: no es posible amar a Dios, al que no se ve, si no se ama al prójimo al que se ve.

El auténtico amor a Dios empuja al amor de su imagen viva que es el hombre y hasta dar la vida por él, si fuera necesario es la señal más auténtica y creíble del amor a Dios. El prójimo es cualquier persona necesitada de ayuda o simplemente de compañía, solidaridad o comprensión.

La parábola del buen samaritano hace mucho hincapié en ese pasar de largo, que no sólo pone de relieve nuestra insensibilidad, sino también nuestro egoísmo. Sólo un samaritano se detuvo, a pesar de pertenecer a una población que, para los judíos, estaba formada por impíos e incapaces de buenas acciones. Dice el evangelio que, al verlo, se compadeció de él. Se conmovió, sintió piedad, lo que denota su buen estado de ánimo.

Jesús invita a sus seguidores a ir más allá siempre de la ley. En la Última Cena, da un mandamiento nuevo: «que os améis los unos a los otros, como yo os he amado». Cristo se convierte así en la medida del amor. Esta es la plenitud de la ley: la misericordia está por encima del culto.

No es necesario un análisis muy profundo para descubrir las actitudes de autodefensa, recelo y evasión que adoptamos ante las personas que pueden turbar nuestra tranquilidad. Cuántos rodeos para evitar a quienes nos resultan molestos o incómodos. Cómo apresuramos el paso para no dejarnos alcanzar por quienes nos agobian con sus problemas, penas y sinsabores. Se diría que vivimos en actitud de guardia permanente ante quien puede amenazar nuestra felicidad. Y justificamos nuestra huida ante personas que nos necesitan, recurriendo al estamos muy ocupados.

Qué actual es esta parábola del samaritano en esta sociedad de hombres y mujeres que corren cada uno a sus ocupaciones, se agitan tras sus propios intereses y gritan cada uno sus propias reivindicaciones. Según Jesús, solo hay una manera de ser humano. Y no es la del sacerdote o el levita, que ven al necesitado y dan un rodeo, sino la del samaritano, que camina por la vida con los ojos y el corazón bien abiertos para detenerse ante quien puede necesitar su ayuda.

Jesús nos llama a pasar de la hostilidad, a la hospitalidad. Nos urge vivir de otra manera, creando en nuestra vida un espacio más amplio para quienes nos necesitan. No podemos escondernos detrás de nuestras ocupaciones, ni refugiarnos en hermosas teorías.

Quien ha comprendido la fraternidad cristiana sabe que todos somos compañeros de viaje que compartimos la misma condición de seres frágiles que nos necesitamos unos a otros. Quien vive atento al hermano necesitado que encuentra en su camino descubre un gusto nuevo a la vida. Según Jesús, heredará vida eterna.

Hoy como ayer, es necesario volver la mirada al comportamiento de Jesús.

miércoles, 9 de julio de 2025


 

2025 MEDITACIÓN EUCARÍSTICA

TOMÁS LO QUERÍA YA

Querido Jesús en el santísimo sacramento del altar hoy celebramos la fiesta de la tu Santísima Sangre. Esta es una memoria profundamente espiritual que nos invita a reflexionar sobre el misterio de tu amor redentor, manifestado a través del derramamiento de tu sangre. Este acontecimiento no es solo un símbolo de sufrimiento, sino una expresión suprema de entrega, sacrificio, amor y salvación.

Hermanos al contemplar la Sangre de Cristo, somos conducidos al corazón del misterio pascual, en el que tú, por amor a la humanidad, te ofreciste libremente en la cruz. Tu sangre derramada no fue en vano; es fuente de vida, reconciliación y esperanza para todos. Nos recuerda que la redención no fue un acto superficial, sino un precio alto, pagado con dolor, pero también con un gran amor y una paciencia infinita. Escuchemos.

TOMAS LO QUERÍA YA: En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y caminos de tierra, vivía Tomás, un niño curioso y lleno de energía. Soñaba con lograr grandes cosas, pero siempre quería que todo sucediera rápido. Si algo no salía a la primera, se frustraba fácilmente.

Cada tarde, después de la escuela, Tomás iba a visitar a su abuelo Mateo, un hombre de rostro sereno y manos curtidas por los años de trabajo en el campo. Don Mateo era conocido por su paciencia, su humildad y por cultivar el huerto más hermoso del pueblo.

Un día, Tomás llegó al huerto y encontró a su abuelo sembrando semillas de zanahoria.

- ¿Y cuándo vamos a comerlas? preguntó el niño, impaciente: ¿Mañana?

El abuelo sonrió con ternura.

- No, hijo. Estas zanahorias tardarán semanas en crecer. Primero hay que sembrar, luego regar, cuidar… y esperar.

Tomás frunció el ceño.

- Pero yo quiero ver resultados ya. No entiendo cómo puedes pasar tanto tiempo haciendo algo sin saber si funcionará.

Don Mateo se limpió las manos en el delantal y lo miró con calma.

- La tierra no da fruto por apuro, sino por constancia. Así es la vida, Tomás. Todo lo que vale la pena toma tiempo.

Durante las semanas siguientes, Tomás acompañó al abuelo cada tarde. Al principio iba con fastidio, pero poco a poco empezó a disfrutar del proceso. Aprendió a sacar las malas hierbas, a medir el agua justa, y a esperar sin ansiedad. Empezó a entender el lenguaje silencioso de las plantas… y también el del corazón.

Cuando por fin brotaron las primeras zanahorias, Tomás las sostuvo entre sus manos con una sonrisa de asombro.

- ¡Valió la pena esperar!, exclamó.

El abuelo, con los ojos brillosos, asintió.

- Ahora sabes que las cosas más nobles no se logran con prisa, sino con humildad y trabajo constante.

Así es Jesús sacramentado. Hoy que celebramos tu santísima sangre, el derramamiento de tu preciosa sangre para la salvación de todos. Tu sangre es semilla y abono para nuevas vidas y nuevas esperanzas

Vivimos en un mundo que nos empuja a querer todo de inmediato. Pero la verdadera sabiduría está en saber esperar, en trabajar con constancia y humildad, sin perder la fe en lo que no vemos aún. Como las semillas en la tierra, los sueños también necesitan tiempo, cuidado y paciencia para florecer.

Tu Sangre Jesús tiene un poder sanador, liberador y transformador. Nos purifica del pecado, nos fortalece en la fe y nos impulsa a vivir con mayor entrega a Dios y al prójimo. En cada Eucaristía, renovamos esa comunión con tu sacrificio y reafirmamos nuestra misión como cristianos: ser signos vivos del amor de Cristo en el mundo.

Jesús que tu sangre preciosa nos lave, nos sane y nos haga testigos valientes de tu amor. Que nunca olvidemos el precio de nuestra salvación y vivamos agradecidos, con el corazón dispuesto a amar como Tú lo hiciste. Amén.

sábado, 5 de julio de 2025


 


 


 

MIÉRCOLES 16 DE JULIO 

FESTIVIDAD DE LA VIRGEN DEL CARMEN

El miércoles 16 de Julio, Festividad de la Virgen del Carmen, patrona de los hombres y las mujeres de la mar, celebraremos MISA DE CAMPAÑA a las 21 horas, en el primer grupo de marineros (carretera de las Rotas- frente la comisaría de policía) 

 


 

ACCIÓN DE GRACIAS

No les fue fácil; para muchos era la primera vez y no tenían experiencia; quizá hubieran deseado otra compañía para la aventura; y los pueblos y aldeas tenían ya su fama, unos de acogedores, otros de indiferencia.

Iban ligeros de equipaje, con las entrañas enternecidas y la utopía del Reino desatada.

Y la experiencia y misión estuvo llena de todo lo que tiene la vida y trae la historia.

Acogida, cercanía, casas abiertas, mesa compartida, descanso y despedidas…

También de risas socarronas, de portazos y rupturas, de hambre e indiferencia, y de poca sintonía.

Pero volvieron contentos, llenos de alegría, con la misión cumplida y con ganas de compartir la experiencia tenida, y te regalaron uno de los momentos más gozosos de la vida.

¡Cuánto tenemos que aprender los que nos sentimos elegidos hoy día!

Salir fuera y andar por plazas, cruces y veredas; destilar paz… y un poco de osadía; aligerar las pertenencias y desbordar de alegría; sacudirnos títulos y prebendas; no sentirnos en casa inhóspita; ofrecer buenas noticias y vida y gozar siempre en compañía.

Amén.


 

2025 CICLO C

 TIEMPO ORDINARIO XIV

Jesús envió a sus 72 discípulos a hacer físicamente presente el Evangelio en por medio de su trato fraterno, transmitiendo a todos la paz y da una serie de pautas:

- La oración: El anuncio del evangelio y la eficacia en el trabajo pastoral, es fruto de Dios, es un don y por eso hay que pedirlo. La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. La humanidad está lista, pero faltan trabajadores. La vocación para la misión es don de Dios, y hay que pedirla para cada miembro de la comunidad: De Dios vendrá el éxito de la misión.

- Después los envía de dos en dos, para que se ayuden mutuamente y superen el egoísmo, pero que asuman su propio estilo. Pobreza, humildad, confianza absoluta en la Providencia de Dios. Los envía como corderos, dispuestos a escuchar solo la voz del Buen pastor.

- Los envía sin nada y sin bolsa, no confíen en sus propias fuerzas y en el poder del dinero.

- Que no saluden a nadie por el camino, no dispersarse en charlas y relaciones inútiles que ralentizarían su misión.

- Los envía no sólo a proclamar la paz, sino a ser artífices de paz, ofreciendo siempre, sin embargo, su paz allí donde entren, dejándoles siempre la libertad de aceptarla o rechazarla. Porque la evangelización se difunde por atracción.

- Les invita a no ir de casa en casa, sino a saber contentarse, recordando que la misión no es una búsqueda de comodidad, prestigio y apariencia, sino de servicio y atención a los que uno encuentra.

 A los 72 no les habla de predicar en las plazas y las encrucijadas, sino de hospedarse en los hogares para convivir con las familias, comiendo lo que en ellas se come, sin pedir nada especial. Es así, con este trato cercano y fraterno, como mejor se comunica la paz evangélica.

Cuando he leído el evangelio de esta semana, me ha dejado pensando una frase. «Cuando entréis en una casa, lo primero saludad: “Paz a esta casa”. Si hay allí gente de paz, la paz que les deseáis se posará sobre ellos; si no, volverá a vosotros». En el relato se distinguen dos tipos de personas. La gente de paz y la que no es gente de paz.

Ciertamente, no es fácil alcanzar la verdadera paz que procede de Dios. Pues para lograrla Dios nos pide que renunciemos a todo aquello que nos aleja de Él. Y, sobre todo, nos pide que nos sacrifiquemos por los demás. Y eso es muy duro. Es el camino de la cruz.

En definitiva, las lecturas de hoy nos animan a vivir el Evangelio en la vida cotidiana. Compartamos con otros la paz que Dios nos transmite en lo hondo de nuestro corazón. Solo así seremos realmente felices y, sobre todo, haremos felices a los demás.

Cuando los 72 regresan de la misión, comparten con Jesús, llenos de alegría, la experiencia vivida: Jesús les dice: no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.

Los ayuda a tomar conciencia de la urgencia de la tarea: más allá del éxito de la misión, lo más importante es la adhesión de los mensajeros a Jesús, y su participación en el Reino de Dios.

miércoles, 2 de julio de 2025


 

MEDITACIÓN EUCARÍSTICA:

APRENDE A VALORAR EL TRABAJO DE LOS DEMÁS

Señor Jesús en esta tarde queremos estar junto a ti y aprender un poco más de la VIDA y de la vida de los demás. Tantas veces no comprendemos a los que están a nuestro alrededor, simplemente porque no nos ponemos en la piel de estas personas. Ayúdanos a valorar el trabajo de los demás así nos ayudará a entender mejor sus esfuerzos, sus desafíos y las motivaciones que le llevaron a hacer aquella o esta cosa. Cuando reconocemos y apreciamos lo que hacen, no solo fortalecemos las relaciones, sino que también aprendemos a ser más empáticos y solidarios. Es una forma de construir un ambiente de respeto y colaboración, donde todos se sienten valorados y motivados a seguir dando lo mejor de sí. ¡Es una actitud que enriquece a todos!

Escuchemos esta bonita historia: ¡Se quería divorciar… hasta que le tocó cargar el venado!

- ¿Que tienes amigo? Lo veo mal, decaído…

- ¡Ay, compadre! ¡Es que mi mujer no entiende nada! Usted sabe que somos pobres…Y yo me voy al monte con mi escopeta, enfrentando víboras, garrapatas, mosquitos y un frío que me cala los huesos. Con suerte, cazo un venado. Y luego toca cargarlo en la espalda todo el camino hasta la casa… subiendo la loma. ¡Un infierno!

Pero apenas llego, mi esposa ya está con el cuchillo en mano: Que una pierna es para doña Juana… Que otra para doña Paquita… Que este lomito para mi mamá… ¡Que las costillitas para mi hermana! A los dos días, ya no queda nada. ¡Y otra vez me toca salir a cazar!

¡Estoy harto! ¡Esta noche me separo!

El compadre lo interrumpió con calma y le dijo:

- Invítala de cacería. Pero no le cuentes el sacrificio… háblale solo de las cosas bonitas.

Y así lo hizo.

La mujer fue ilusionada, con su falda larga que se le rompía con las espinas. Los zapatos destruidos, la blusa hecha trizas, bichos pegados en el cuerpo, garrapatas, ampollas en las manos, el cabello tieso, y un susto de muerte al ver una víbora. A punto del colapso, por fin encontraron un venado.

Él disparó. El venado cayó.

Y ella respiró aliviada… creyendo que ya todo había acabado. Pero no.

- Ahora, mujer… carga el venado, para que veas lo bonito que se siente, le dijo.

La mujer, con las piernas temblando, el corazón a mil y la espalda al borde de romperse, lo llevó hasta la casa.

Y al llegar, lo soltó en la sala, tirada en el suelo, jadeando, a punto de desmayarse.

Los vecinos, como siempre, salieron emocionados:

- ¡¡¡Vamos a repartir el venado!!!

Ella levantó la cabeza con los ojos rojos de rabia y dolor, respiró profundo y gritó:

- ¡¡¡Que nadie se acerque porque el que me toque ese venado… lo mato!!!

Señor Jesús que verdad encierra esta historia. Todos queremos nuestra parte. Pero pocos sabemos lo que cuesta cazar y cargar el venado.

Muchos disfrutan de las riquezas, empresas o tranquilidad, porque antes pasaron años cargando en silencio, con dolor, sudor y lágrimas.

Y otros… como las comadres, solo esperan el esfuerzo ajeno para aprovecharse.

Antes de criticar, juzgar o querer “repartir el venado”, preguntémonos si alguna vez lo cargaste tú.

El sacrificio no se mide por lo que se ve, sino por lo que duele.

Es cierto que muchas veces valoramos el resultado final, como obtener un venado, sin darnos cuenta del esfuerzo, la paciencia y el trabajo duro que implica llegar a ese logro. Jesús enséñanos a reflexionar sobre la importancia de apreciar el proceso y no solo el premio, reconociendo el sacrificio y la dedicación que requiere alcanzar nuestras metas. Es un recordatorio de que detrás de cada logro hay un esfuerzo que merece ser valorado y respetado.

Quien ha sangrado por sus metas no permite que cualquiera le arrebate lo que tanto le costó. Porque solo el que ha sudado el camino, entiende el verdadero valor de cada logro. Si tú también has cargado venados en silencio, sabemos de lo que estamos hablando. Jesús necesitamos aprender a valorar el esfuerzo ajeno. Amén.

miércoles, 25 de junio de 2025


 

2025 ADORACIÓN EUCARÍSTICA:

LA VOCACIÓN

Señor Jesús en esta tarde venimos a ti con el corazón bien abierto y muy agradecido. En esta víspera de la ordenación sacerdotal de fray Jordi M., joven fraile que ha dado su sí a ti y al proyecto del Padre Dios sobre él

La vocación religiosa no es una elección cualquiera, ni una simple inclinación del corazón. Es una llamada, un susurro divino que se escucha en lo profundo del alma, una invitación de Dios que dice: “Ven y sígueme”. Pero no se queda ahí. Esa llamada tiene un propósito: ser mediador de la gracia, portador de la luz, instrumento del amor de Dios.

El Señor nos confía una misión sagrada. Nos recuerda que todo lo que recibimos, su amor, su perdón, su paz, su palabra, no es solo para nosotros. Es un don que debe circular, fluir, multiplicarse.

El religioso es aquel que se deja llenar por Dios, no para guardarse ese tesoro, sino para compartirlo. Así como el sol no brilla para sí mismo, el corazón consagrado no vive para sí, sino para los demás. En la oración, recibe. En la misión, entrega. En el silencio, escucha. En el servicio, responde. Escuchemos esta historia.

La vocación: Un mesonero buscaba una vasija para un estimado cliente.

- Elígeme a mí, gritó una copa dorada. Brillo y estoy reluciente. Mi belleza y lustre superan a los de todas los demás. ¡El oro es lo mejor!

El mesonero siguió inspeccionando sin decir una sola palabra. Se quedó mirando una copa plateada de silueta curvilínea y alta:

- Estaré en tu mesa siempre que te sientes a comer. Mi diseño es elegante. La plata viste mucho.

Sin prestar mayor atención a lo que oía, el mesonero puso sus ojos en una copa de bronce. Estaba pulida, y además era amplia y poco profunda.

- ¡Fíjate, fíjate! gritaba la copa; sé que te serviré. Colócame sobre la mesa para que todos me vean.

- ¡Mírame! suplicó la copa de cristal. No oculto nada, soy transparente y clara como el agua de un manantial. Aunque soy frágil estoy segura de que te haré feliz.

El mesonero se acercó después a una copa hecha de madera. Estaba bien pulida y labrada, parecía sólida y robusta.

- Tengo muchos usos, señor, dijo la copa de madera. Aunque es mejor que me utilices para agua, no para el vino.

Por último, el mesonero reparó en una copa de barro cocido. Estaba algo rota, sucia, polvorienta y arrumbada en un rincón de la bodega.

- ¡Aaaaah! Ésta es la copa que andaba buscando. La arreglaré, la limpiaré y la utilizaré. No busco una que esté orgullosa de sí misma. Sólo necesito una sencilla copa de barro, resistente y fuerte en la que el continente no distraiga de la calidad de su contenido.

Luego, con cuidado, tomó aquella copa de barro, la compuso, la limpió, la llenó y se dirigió a ella con simpatía:

- Este es el trabajo que quiero que desempeñes: dar a los demás lo que yo te doy a ti.

“Dar a los demás lo que yo te doy a ti” es, en el fondo, una expresión del amor trinitario: un amor que no se retiene, que se da completamente, que encuentra su gozo en el otro. Es el corazón del Evangelio, la esencia de la vida consagrada, el camino del discípulo verdadero.

Jesús somos conscientes que tú eliges a quien quieres. Dios no nos necesita, pero nos quiere. Que Dios nos elija es siempre un don suyo. No lo merecemos nunca. El modo que tiene Dios de elegir no coincide muchas veces con el nuestro. Nosotros solemos guiarnos por las apariencias. Él elige mirando la sencillez, la pureza y la generosidad de nuestros corazones.

Esta vocación implica una vida de disponibilidad y de entrega. No siempre es fácil, porque dar exige vaciarse, sacrificarse, confiar. Pero ahí está el misterio: Tú nos dijiste que en dar se recibe más; en perder la vida por ti, se gana.

La llamada, es una invitación de Dios a algo más grande que nosotros mismos. No es solo una idea bonita ni una emoción pasajera. Es Dios mirándote y diciéndote: “Yo te he amado, yo te he llenado, ahora ve y haz lo mismo con los demás”. La vocación religiosa es eso: dejarse amar por Dios y después salir al mundo a repartir ese amor. No porque seamos perfectos, ni porque lo tengamos todo claro, sino porque hemos recibido algo tan valioso que no lo podemos guardar solo para nosotros.

Ser llamado no significa tener todo resuelto. Significa estar dispuesto. Estar abierto. Ser valiente para decir: “Señor, si tú me lo das, yo lo doy. Si tú me amas, yo amaré. Si tú me envías, yo iré”.