sábado, 21 de junio de 2025


 

2025 CICLO C

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CRISTI

Hoy, en la celebración del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, se nos invita a profundizar sobre el significado del cuerpo de Cristo entregado y la sangre de Cristo derramada y la llamada a hacer memoria de este acontecimiento en la eucaristía y en nuestra vida cotidiana.

Celebrar el Corpus es celebrar la vida de Jesús, su entrega, su muerte y su resurrección. Es celebrar la vida entregada para que todas las personas tuvieran vida. Eso es lo que Jesús hizo el tiempo que estuvo entre nosotros, acercarse al que estaba caído: dio de comer al hambriento, sanó al herido, abrazó al excluido, acogió al marginado y apartado, reconoció a las mujeres. En definitiva, puso vida allí donde había muerte. Y no se conformó con lo mínimo, sino que dio todo y se dio por entero, entregando su propia vida para la vida de todos.

Y la resurrección es el sí del Padre a la vida de Jesús. En la resurrección, el último obstáculo para la vida que es la muerte misma queda vencida. En la resurrección ya no hay muerte, solo vida.

Aquella tarde Jesús dio de comer a más de 5.000 personas ¿Todos eran dignos? ¡Qué triste pregunta! ¡Claro que no! ¿Quién es digno de Dios? Es Dios quien da, por eso hay que acogerlo y recibirlo. Nadie es merecedor de nada.

Los discípulos estaban satisfechos, Jesús había terminado su trabajo aquella noche. Había predicado y alimentado su espíritu, y eso era suficiente. Para Jesús no lo era. No podía amar el alma sin amar los cuerpos. Cuerpo y Espíritu abrazados.

Hoy no solo es la fiesta de las custodias doradas, llevadas en procesión. Hoy celebramos a Cristo que viene a comulgar con nosotros. Es Él que me pide comer ese Pan, y me dice: Quiero estar en tus manos como regalo, en tu boca como un pan, en tu corazón como un sueño. La VIDA vive dando vida.

Imaginamos la escena. Comieron el pan y el pescado que no se acaban, pero estaban tan fascinados que les mantuvo allí, que les hizo olvidar el tiempo, la distancia, el hambre, el cansancio. Escuchan a Jesús y su corazón arde, el motor de la vida se pone de nuevo en marcha. Ese pan es fuego arrojado en medio de ellos, es el corazón de Dios multiplicándose en fragmentos.

Jesús nos invita a repetir este gesto en cada eucaristía: “Haced esto en memoria mía”. Estamos invitados a vivir desde la entrega y el servicio, sobre todos a los más necesitados, hoy es el día de la caridad. Haced lo que yo he hecho. Esta es la llamada y la invitación: hacer realidad el mandamiento del amor, haciéndolo realidad por medio de las obras: dando nuestro pan, compartiéndolo, como si el poder de Dios estuviera en nuestras manos.

Una religión que no se ocupe también del hambre, de las chabolas donde viven los pobres, de los venenos que envenenan la tierra, una religión así es tan estéril como el polvo (M. L. King).

Esa noche todos reciben comida, todos: Buenos y no tan buenos, merecedores y no merecedores, mujeres y niños, pecadores arrepentidos y los que aún no lo son; TODOS.

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