2025 CICLO C
TIEMPO ORDINARIO XX
Jesús nos dice que ha venido a encender fuego y cuanto le gustaría que hubiera ya prendido. Este fuego al que se refiere es el fuego del amor. En esta palabra cabe lo mejor y lo peor, lo más sublime y lo más mezquino. Sin embargo, el amor está siempre en la fuente de toda vida sana, despertando y haciendo crecer lo mejor que hay en nosotros.
Cuando falta el amor, falta el fuego que mueve la vida. Sin amor, la vida se apaga, vegeta y termina extinguiéndose. Lo que no ama se cierra y se aísla cada vez más. Gira alocadamente sobre sus problemas y ocupaciones, queda aprisionado en las múltiples trampas de la sociedad.
El amor está en el centro del Evangelio, no como una ley que debe cumplir disciplinadamente, sino como el fuego
que Jesús desea ver ardiendo sobre la Tierra, más allá de la pasividad, la mediocridad o la rutina del buen orden. Dios está cerca de nosotros buscando hacer germinar, crecer y fructificar el amor y la justicia del Padre. Esta presencia de un Dios que no habla de venganza, sino de amor apasionado y de justicia fraterna, es lo esencial del Evangelio.
Ese amor de Dios es como un fuego encendido que debe hacer arder en el mundo entero. Jesús sueña con una familia humana habitada por el amor y la sed de justicia. Una sociedad que busca apasionadamente una vida más digna y feliz para todos.
Nuestro gran pecado será siempre dejar que el fuego se apague: sustituir el ardor del amor por la doctrina religiosa, el orden, el cuidado del culto; reducir el cristianismo a una de ideología; dejar que se pierda su poder transformador. Sin embargo, Jesús no se preocupó primordialmente de organizar una nueva religión ni de inventar una nueva liturgia, sino que enlenteció un nuevo ser , el alumbramiento de un hombre nuevo movido radicalmente por el fuego del amor y la justicia. Jesús es humilde pero también es apasionado. Dios no es un Cristo acaramelado, dulzón, que no va a denunciar lo que nos causa incomodidad.
Nos podemos preguntar, a la luz del evangelio: ¿Qué pasaría si evitáramos decir la verdad, sólo para quedar bien con los demás?... Hay que transmitir el ejemplo completo de Cristo y eso incluye denunciar, corregir lo que está mal. No podemos callarnos una verdad, aunque eso incomode muchas veces al destinatario.
Tenemos que ser cristianos completos, no sólo con la versión tranquila de Jesús, sino también con esa versión que implica denunciar el pecado, denunciar los atropellos. En este evangelio Lucas nos dice que “ha venido a encender fuego en el mundo, y ¡ojalá estuviera ya ardiendo!”. Jesús es ese fuego que viene a ponernos a prueba, que viene a purificarnos para sacar lo mejor de nosotros. Pero, ante su palabra, cada uno de nosotros reacciona de modo distinto dependiendo de lo que estemos dispuestos a dejar obrar a Jesús en nuestra vida. Si le permitimos actuar en nuestra vida, El sacará lo mejor de nosotros. Permitimos a Jesús que con su fuego nos purifique, que con su fuego nos transforme, que con su fuego haya de nosotros criaturas nuevas.
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