Meditación eucarística:
ESCUCHAR LA VIDA
Jesús sacramentado aquí estamos en esta tarde para tener unos momentos de intimidad contigo y compartir momentos inolvidables en relación al cariño ya la amistad contigo. Necesitamos estar tranquilos y serenos para poder percibir el valor de la vida y la riqueza que tenemos al poder disfrutarla.
Vivimos en un mundo saturado de ruido, pero irónicamente, muchas veces evitamos el verdadero acto de escuchar. Usamos audífonos no sólo para oír música o podcasts, sino para aislarnos, para poner una barrera entre nosotros y el entorno. Es comprensible: el mundo a veces abruma. Sin embargo, al hacerlo, también corremos el riesgo de desconectarnos de lo esencial. Escuchemos esta tierna historia:
Un día se quitó los audífonos en el metro… y escuchó algo que le cambió la vida : Julián tenía 28 años y una costumbre: Cada mañana, cuando subía al metro de la Ciudad de México, se colocaba los audífonos a todo volumen. No quería escuchar nada. Ni el murmullo de la gente. Ni los vendedores ambulantes. Ni las conversaciones ajenas. Solo música.
Era su forma de protegerse del ruido del mundo… y del ruido de su cabeza. Pero un lunes cualquiera, pasó algo distinto. Los audífonos se quedaron sin batería justo en medio del vagón. Julián suspiró, molesto.
Iba a guardarlos cuando, sin querer, escuchó la voz de un niño:
- “Mamá, ¿cuándo vamos a ser felices como los de las películas?”
La madre no respondió. Solo lo abrazó fuerte, como si lo abrazo pudiera tapar la pregunta.
Julián se quedó congelado. Sintió un nudo en la garganta. Todo el viaje pensó en esa frase. ¿Cuándo vamos a ser felices como los de las películas? Se bajó en su estación, pero esa pregunta no se le quitó de la cabeza.
Esa noche, en lugar de legar a casa y ponerse directo al celular, le habló a su mamá por teléfono. Luego llamó a un amigo al que hacía mesas no veía. Y al día siguiente, cuando subió al metro, decidió no ponerse los audífonos. Por primera vez en años, escuchó la vida real.
Escuchó a una señora reírse mientras contaba un chiste malísimo. Escuchó a un muchacho darle las gracias al vendedor de dulces. Escuchó a un papá jugar con su hijo mientras esperaban la estación.
Y entendió algo: La felicidad no es como en las películas. Es como en el metro. Sucede en medio del ruido, cuando uno se atrevió a escuchar.
Desde entonces, Julián ya no viaja con música. Viaja con los oídos abiertos. Porque, aunque no lo parezca, siempre hay alguien diciendo algo que puede cambiarte el día… o la vida.
Qué verdad es ésta Jesús: Escuchar la vida no es sólo sentir lo que ocurre en nuestro alrededor. Es estar presentes, atentos a los detalles que nos envuelven: una conversación entre extraños, el lamento de un niño, el suspiro de alguien cansado, el silencio cargado de una mirada, o incluso una frase al azar que parece hablarnos directamente al alma. A veces, una palabra ajena o un instante de conexión con la realidad nos despierta, nos confronta o nos inspira.
Ese gesto sencillo de quitarse los audífonos simboliza la apertura a lo inesperado. Es elegir no sólo sentir, sino escuchar con intención. Escuchar al mundo. Escuchar a los demás. Escucharse a uno mismo. Porque la vida habla… pero hay que hacer silencio para oírla.
Porque cuando dejamos de echarnos de ruido artificial, empieza a emerger lo esencial. A veces una frase ajena, dicha sin intención, resuena como una campana dentro de nosotros. A veces el simple hecho de estar presentes, de verdad presentes, nos recorda que la vida no está solo en lo que planeamos, sino en lo que ocurre mientras tanto.
Escuchar la vida es un acto de valentía. Es abrirse al dolor, al gozo, al imprevisto. Se dejarse afectar. Es aceptar que no todo está bajo control, pero que todo tiene un pulso que vale la pena atender. Ese día, en el metro, no cambió el mundo. Pero cambió algo dentro de él. Y desde entonces, entendió que a veces basta con quitarse los audífonos… para empezar a vivir despierto.
Ayúdanos a Jesús a escuchar la vida en profundidad y sobre todo descubrir todo aquello que nos hace felices y no lo que nos impone la sociedad, Aquello que nos pide nuestro corazón y nuestra alma. Amén
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