JUNTO A MARÍA,
PRIMER SAGRARIO DE LA HUMANIDAD
Junto a Jesús
sacramentado queremos reflexionar, pero sobre todo sentir la presencia del
Señor y de su madre María y nuestra madre. María fue el primer sagrario de la
humanidad, era la iglesia que peregrina con el Señor dentro de ella. Un
sagrario moldeado por las manos de Dios en la pequeña aldea de Nazaret. Un
sagrario delicado y hermoso cuya misión no era otra que custodiar a Jesucristo,
verdadero Dios y verdadero hombre.
Un sagrario impoluto,
siempre limpio y puro, para proteger al Dios hecho hombre. ¿Quién mejor que la
Virgen para aumentar en nuestros corazones el anhelo de vivir en comunión con
Jesús?
¡María, sagrario del
Dios vivo, aumenta en nosotros el fervor eucarístico! Es un gozo tener a María
como Madre, pero Ella, que se adueña del corazón de cada uno de sus hijos, que
durante nueve meses fue un sagrario viviente del Hombre Dios, es la que nos
ayuda a vivir en continuo diálogo con Jesús y con el Padre, y amar y vivir
intensamente la comunión. Ella es la que nos enseña a decir a Dios, desde la
interioridad del corazón: ¡Hágase en mi según tu Palabra!
¡María, Madre, sagrario
vivo que acoges a la humanidad entera para escuchar sus plegarias y llevarlas
al Padre, prepara nuestro ánimo para llevar siempre en nuestro corazón a Jesús!
Que seamos presencia viva
de Cristo en medio de nuestro mundo y de nuestra sociedad. Ayúdanos María, a
ser sagrario donde habite tu hijo Jesús, un derroche de gracias, un lugar donde
Jesús se sienta a gusto, un espacio en el que Cristo sienta que allí hay un
corazón enamorado de Él.
María, nos enseña con
aquellos nueve meses que llevó a Jesús en su seno, y que se iba formando con su
sangre y carne. Ella es ejemplo de fortaleza para vencer las dificultades y los
juicios ajenos, ella no cedió a la tentación del qué dirán y a las
tribulaciones que traen consigo los problemas.
Que ella estreche
nuestra unión personal con Jesús, que llene nuestras vidas con su presencia en nuestras
vidas.
Cada vez que nos
acercamos a Jesús sacramentado nos fortalece y nos empuja a vivir como
auténticos hijos de Dios, hijos de la madre y hermanos todos de Jesús y entre
nosotros.
Que María nos ayude a
llevar siempre a Cristo en nuestros corazones, a no conformarnos con ser
cristianos de mínimos, a no mostrarnos indiferentes a las necesidades del
prójimo, a ser motores de alegría, de gozo, de servicio, de paz, de vida y,
sobre todo, de amor. Ayúdanos, Madre Eucarística, a dejarnos cada día
transformar por Jesús. María, primer sagrario de la humanidad, llévanos de
camino hacia el cielo porque queremos encontrarnos con Jesús.
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