2021 ENERO,
EUCARISTÍA
Y GENEROSIDAD
Delante de ti Jesús sacramentado, nos disponemos a meditar sobre la generosidad. Tu eucaristía es el sacramento de la máxima generosidad de Dios, que nos llama e invita a nuestra generosidad con Él y con el prójimo.
La
generosidad es la virtud de las personas grandes, que encuentran la
satisfacción y la alegría en el dar más que en el recibir. La persona generosa
sabe dar ayuda material con cariño y comprensión, y no busca a cambio que le
quieran, le comprendan y le ayuden. Da y se olvida que ha dado.
El
dar ensancha el corazón y lo hace más joven, con mayor capacidad de amar.
Cuanto más damos, más nos enriquecemos interiormente.
¿Con
quién tenemos que ser generosos? Con todos. Con Dios. Con los demás, sobre todo
con los más necesitados.
Dios
es el primero que manifiesta esta generosidad para con todos.
Generoso
es Dios que nos ofrece este banquete de la eucaristía y nos sirve, no cualquier
alimento, sino el mejor alimento: su propio Hijo.
Generoso
es Dios porque no se reserva nada para Él.
Generoso
es Dios en su misericordia que nos recibe a todos arrepentidos y con el alma
necesitada. Generoso es Dios cuando nos ofrece su mensaje en cualquier
circunstancia de la vida.
Generoso
es Dios cuando considera fruto de nuestro trabajo lo que en realidad nos ha
dado Él; pan, vino, productos de nuestro esfuerzo.
Generoso
es Dios cuando no mira la pequeñez y mezquindad de nuestro corazón al
entregarle esa poca cosa, y Él la ennoblece y diviniza convirtiéndola en el
cuerpo y la sangre de su querido Hijo.
Generoso
es Dios que nos manda el Espíritu Santo para que realice ese milagro
portentoso. El Espíritu Santo es el don de los dones.
Generoso
es Dios cuando acoge y recibe todas nuestras intenciones, sin pedir pago ni
recompensa.
Generoso
es Dios cuando nos ofrece su paz, sin nosotros merecerla.
Generoso
es Dios cuando se ofrece en la Comunión a los pobres y ricos, cultos e
ignorantes, pequeños, jóvenes, adultos y ancianos. Y se ofrece a todos en el Sagrario
como fuente de gracia.
Generoso
es Dios, que va al lecho de ese enfermo como viático o como Comunión, para
consolarlo y fortalecerlo.
Generoso
es Dios que está día y noche en el Sagrario, velando, cuidándonos, sin
importarle nuestra indiferencia, nuestras disposiciones, nuestra falta de amor.
Generoso
es Dios que se reparte y se comparte en esos trozos de Hostia y podemos
partirlo para que alcance a cuántos vienen a comulgar. Es todo el símbolo de
darse sin medida, sin cuenta, y en cada trozo está todo Él entero.
Generoso
es Dios que no se reserva nada en la eucaristía.
Y
en todas partes, latitudes, continentes, países, ciudades, pueblos, villas que
se esté celebrando una misa, Él, omnipotente, se da a todos y todo Él. Y no por
ser un pequeño pueblito escondido en las sierras deja de darse completamente.
¿Puede haber alguien más generoso que Dios?
Aquí,
a la Eucaristía, hemos venido trayendo también nuestra vida, con todo lo que
tiene de luces y sombras, y se la queremos dar toda entera a Dios. Le hemos
dado nuestro tiempo, nuestro cansancio, nuestro amor, nuestros cinco panes y
dos pescados, como el niño del evangelio. Es poco, pero es lo que somos y
tenemos.
Hemos
venido con espíritu generoso para dar toda nuestra atención, reverencia,
docilidad, obediencia, respeto. Ponemos en la custodia todas nuestras
ilusiones, sueños, alegrías, problemas, tristezas. Salimos con las manos llenas
para repartir estos dones de la eucaristía.
En
fin, la Eucaristía es el sacramento de la máxima generosidad de Dios, que nos
llama e invita a nuestra generosidad con Él y con el prójimo. Jesús eucaristía,
abre nuestro corazón a la generosidad.
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