miércoles, 27 de enero de 2021



 

MEDITACIÓN EUCARÍSTICA EN TIEMPOS DE PANDEMIA. ÁNIMO

“Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del consuelo. Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo» (2 Cor 1, 3-5).

 

En estos tiempos que corren donde la pandemia está haciendo estragos, no solamente en la salud física de las personas sino en el ánimo profundo. Ánimo viene de ánima, de interioridad, de aquella zona donde somos nosotros mismos y soló Dios habita y conoce y se encuentra a gusto con nosotros.

En esta tarde donde, por motivos de seguridad y de cuidado, no tendremos en nuestra parroquia la Adoración eucarística de una manera presencial y física, pero si queremos aprovechar para unirnos todos junto a Jesús eucaristía, Jesús sacramentado que está en medio de nosotros siempre y en todo momento. Pero sobretodo en estos momentos de sufrimiento, de desconcierto es cuando más presente está y nos une en una red de corazones orantes y amantes.

Muchos tienen el ánimo por los suelos y no se sienten con ánimo de nada, por la situación actual y los tiempos que corren. El ánimo es una poderosa arma o elemento constitutivo de nuestro ser como humanos. Muchas veces nos ocasiona cuantiosos problemas si no sabemos manejarlo o educarlo o amaestrarlo; o bien, por el contrario, nos proporciona innumerables y constantes experiencias de bienestar. Cuando estás centrado en el núcleo esencial de nuestra persona, desde el núcleo (corazón-mente), hasta los extremos de nuestro ser, todo vibra al unísono y en positivo.

Pero Dios está aquí con nosotros, nunca nos abandona, Él es el motivo de nuestro ánimo y nuestra fuerza. Dios acontece, se hace presente de manera salvífica, restauradora, misericordiosa y transformante. Si Dios está en el centro de nuestra vida, el desánimo no tiene cabida, la desolación no tiene importancia absoluta, acaba por ser una anécdota, amarga, ciertamente, pero anécdota, al fin y al cabo.

Muchos no queremos reconocerlo y huimos de Él. Porque no hay quien resista en su presencia si su centro (corazón-mente) no está centrado en Él; y muchos de nosotros andamos centrados en nuestros cálculos y cábalas de cómo tendría que ser la vida.

Con la presencia del Señor sacramentado en nuestro corazón le pedimos que nos haga estar sosegados, que no estemos yendo de acá para allá, llevado por ese ánimo descontrolado de querer controlar el destino (el propio, el ajeno). Sabemos que antes o después tendremos que sucumbir y dejarnos ‘animar’ por Dios, dejarnos seducir por su presencia cariñosa y misericordiosa. Una presencia suave y tierna como la brisa de la tarde en un mes caluroso. Sacudámonos la modorra espiritual, vivamos en profundidad la verdad y desde la verdad y obtendremos nuestro fruto.

Y si nosotros reconocemos que estamos animados desde Dios y por Dios entonces podremos aportar animo a los demás, a los que nos rodean. Citábamos el texto bíblico al inicio de la meditación:

Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios”.

De Dios viene y a Dios va; de Él nos viene y va dirigido a nuestros hermanos, imágenes vivas de Dios. A lo mejor nosotros no estamos sufriendo directamente, pero debemos animar a los que sufren de verdad; ése es y será siempre nuestro servicio a los otros, nuestra aportación a este mundo que sufre y lucha por ver la luz. El ánimo no es solamente para uno mismo. El ánimo es para darlo, para servirlo en raciones o a tutiplén, según sean las circunstancias.

El ánimo que nos viene de Dios tiene la propiedad distributiva: no solo aprovecha al portador de dicho ánimo, también se distribuye al que lo recibe a través de cada uno de nosotros, y otra parte va para los que ven, presencian o tienen noticia de todo lo que acontece.

Recordemos: “repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios”; al compartir nuestro ánimo hay para todos; el ‘ánimo’ llega para todos y aún sobra…

Hermanos, Ánimo para cualquier experiencia de vida; ánimo en los momentos cruciales; ánimo para lo cotidiano y ánimo para lo extraordinario; ánimo en la salud y ánimo en la enfermedad. Amén

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