MEDITACIÓN EUCARÍSTICA EN TIEMPOS
DE PANDEMIA. ÁNIMO
“Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del consuelo. Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo» (2 Cor 1, 3-5).
En estos
tiempos que corren donde la pandemia está haciendo estragos, no solamente en la
salud física de las personas sino en el ánimo profundo. Ánimo viene de ánima,
de interioridad, de aquella zona donde somos nosotros mismos y soló Dios habita
y conoce y se encuentra a gusto con nosotros.
En esta tarde
donde, por motivos de seguridad y de cuidado, no tendremos en nuestra parroquia
la Adoración eucarística de una manera presencial y física, pero si queremos
aprovechar para unirnos todos junto a Jesús eucaristía, Jesús sacramentado que
está en medio de nosotros siempre y en todo momento. Pero sobretodo en estos
momentos de sufrimiento, de desconcierto es cuando más presente está y nos une
en una red de corazones orantes y amantes.
Muchos tienen
el ánimo por los suelos y no se sienten con ánimo de nada, por la situación actual
y los tiempos que corren. El ánimo es una poderosa arma o elemento constitutivo
de nuestro ser como humanos. Muchas veces nos ocasiona cuantiosos problemas si
no sabemos manejarlo o educarlo o amaestrarlo; o bien, por el contrario, nos
proporciona innumerables y constantes experiencias de bienestar. Cuando estás
centrado en el núcleo esencial de nuestra persona, desde el núcleo
(corazón-mente), hasta los extremos de nuestro ser, todo vibra al unísono y en
positivo.
Pero Dios está
aquí con nosotros, nunca nos abandona, Él es el motivo de nuestro ánimo y
nuestra fuerza. Dios acontece, se hace presente de manera salvífica,
restauradora, misericordiosa y transformante. Si Dios está en el centro de
nuestra vida, el desánimo no tiene cabida, la desolación no tiene importancia
absoluta, acaba por ser una anécdota, amarga, ciertamente, pero anécdota, al
fin y al cabo.
Muchos no
queremos reconocerlo y huimos de Él. Porque no hay quien resista en su
presencia si su centro (corazón-mente) no está centrado en Él; y muchos de
nosotros andamos centrados en nuestros cálculos y cábalas de cómo tendría que
ser la vida.
Con la
presencia del Señor sacramentado en nuestro corazón le pedimos que nos haga
estar sosegados, que no estemos yendo de acá para allá, llevado por ese ánimo
descontrolado de querer controlar el destino (el propio, el ajeno). Sabemos que
antes o después tendremos que sucumbir y dejarnos ‘animar’ por Dios, dejarnos
seducir por su presencia cariñosa y misericordiosa. Una presencia suave y
tierna como la brisa de la tarde en un mes caluroso. Sacudámonos la modorra
espiritual, vivamos en profundidad la verdad y desde la verdad y obtendremos
nuestro fruto.
Y si nosotros
reconocemos que estamos animados desde Dios y por Dios entonces podremos
aportar animo a los demás, a los que nos rodean. Citábamos el texto bíblico al
inicio de la meditación:
“Él nos alienta en nuestras luchas hasta el
punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con
ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios”.
De Dios viene
y a Dios va; de Él nos viene y va dirigido a nuestros hermanos, imágenes vivas
de Dios. A lo mejor nosotros no estamos sufriendo directamente, pero debemos animar
a los que sufren de verdad; ése es y será siempre nuestro servicio a los otros,
nuestra aportación a este mundo que sufre y lucha por ver la luz. El ánimo no
es solamente para uno mismo. El ánimo es para darlo, para servirlo en raciones
o a tutiplén, según sean las circunstancias.
El ánimo que
nos viene de Dios tiene la propiedad distributiva: no solo aprovecha al
portador de dicho ánimo, también se distribuye al que lo recibe a través de
cada uno de nosotros, y otra parte va para los que ven, presencian o tienen
noticia de todo lo que acontece.
Recordemos: “repartiendo con ellos el ánimo que nosotros
recibimos de Dios”; al compartir nuestro ánimo hay para todos; el ‘ánimo’
llega para todos y aún sobra…
Hermanos,
Ánimo para cualquier experiencia de vida; ánimo en los momentos cruciales;
ánimo para lo cotidiano y ánimo para lo extraordinario; ánimo en la salud y
ánimo en la enfermedad. Amén
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