sábado, 2 de enero de 2021

2021 AÑO B TIEMPO DE NAVIDAD DOMINGO II

En este segundo domingo después de Navidad retomamos la idea central de la Navidad: La palabra se hizo carne, se hizo vida, se hizo luz. La encarnación es la verdad fundamental del cristianismo. Estamos sin duda ante una página sublime de toda la literatura. Es una condensación de todo el evangelio. Es el prólogo, pero podía ser epílogo.

Un Evangelio que quita el aliento, que previene los pensamiento raquíticos y pequeños y nos abre de par en par las puertas del infinito y la eternidad.

El primer versículo nos dice ya tres cosas sobre Dios y el Verbo: Que el Verbo está en el origen (en el principio ya existía la Palabra). Que los dos estaban volcados el uno sobre el otro (la Palabra estaba junto a Dios). Que, aunque distintos uno y otro eran lo mismo (la Palabra era Dios).

Al comenzar con la misma palabra que el Génesis, nos está diciendo que la encarnación no es el comienzo de algo nuevo, sino la culminación de la creación.

La Palabra estaba "junto a Dios”. Expresa proximidad, pero también distinción. Está en íntima unión por relación pero que no se confunda con Dios.

En la Palabra había Vida, y la Vida era la luz de los hombres. No llegamos a la Vida a través de la luz, sino al revés. Jesús es Vida que nos lleva a la comprensión total, viviéndola. Para nuestra Vida espiritual, este concepto es clave. Vivir es anterior a comprender. Sin vivencia no se puede comprender nada de Dios. Vivir la vida con intensidad esta e la verdadera luz y sabiduría.

Y la tiniebla no la recibió. El mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Esta insistencia tiene que hacernos reflexionar. Se percibe esa lucha incesante entre la luz y la tiniebla. Pero a cuantos la recibieron… Unos no la recibieron, pero otros sí la recibieron. Se trata de la aceptación de la persona de Jesús. Tenemos aquí la buena noticia. Que podemos llegar a ser hijos de Dios. Para los semitas "ser hijo" es, sobre todo, reproducir lo que es el padre, imitar, salir al padre, obedecer. Se descubre que Jesús es Hijo porque actúa como Dios, no porque conozcamos su naturaleza. De ahí que todo el que se adhiere a Jesús y actúa como él, se hace hijo.

Y la Palabra se hizo carne. Se trata de una nueva presencia de Dios. Dios no está ya en el templo, ni en la tienda del encuentro. Ahora está en Jesús.

Y habitó entre nosotros. Significa plantar una tienda para vivir en ella. Siendo uno de nosotros, levantando su tienda en nuestro propio campamento, hizo presente y visible a Dios.

Hoy Dios nos asombra. Nos dice a cada uno de nosotros: eres una maravilla. No eres inadecuado, no estás equivocado; no, eres un hijo de Dios, sentir a un niño significa escuchar su voz susurrando en tu corazón: "¡eres una maravilla"! Te conviertes en hijo cuando empujas a otros a vivir, como lo hace Dios.

 

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