2021 JULIO MEDITACIÓN EUCARÍSTICA:
TIEMPO DE VERANO
Delante de ti Jesús
sacramentado nos situamos en estos momentos de verano y llenos de calor.
Acudimos a ti siempre con la confianza de compartir el tiempo contigo y
acrecentar la amistad y el cariño contigo.
El tiempo de verano nos
brinda una oportunidad para profundizar en aspectos de nuestra vida que la
actividad diaria, a veces un poco desenfrenada, no nos permite. Las vacaciones
pueden ser un momento para acordarnos del relato del Génesis. Dios Padre,
después de finalizar su obra y ver que era muy buena, al séptimo día, descansó.
Podemos convertir nuestro tiempo estival en ese séptimo día que nos ayuda a
contemplar lo realizado durante el año y ver que «ha sido muy bueno».
Quizá, por miedo a caer
en la vanagloria, no nos paramos a contemplar lo que hacemos, pero hemos de dar
gracias a Dios, no sólo por lo que hacen los demás sino también por lo que
nosotros mismos hacemos, porque así contribuimos al plan de Dios. Todos hacemos
cosas buenas. El verano puede ser un tiempo para volver la vista atrás y hacer
balance, comenzando siempre por dar gracias.
Este tiempo que ahora
comenzamos nos lleva de la mano a un ritmo distinto. El comienzo puede ser para
parar y descansar, recuperar horas de sueño y, sobre todo, recuperar una mirada
que vaya más allá de lo inmediato. Esa mirada que nos ayuda a fijarnos en lo
bueno de nuestra vida, en tanto bien recibido este año y a lo largo de nuestra
vida.
El verano es también
tiempo de profundidad. En ese bucear en lo profundo puede ayudarnos la
contemplación de la naturaleza. La playa con sus atardeceres, el monte con
tanta variedad de vida, el campo que prepara sus frutos para la cosecha… nos
hablan de la presencia misteriosa de Dios en su creación.
El verano, si lo vivimos
con generosidad, puede ser también tiempo para los reencuentros. Podemos
recuperar relaciones con amigos o familiares que las prisas del año han ido
erosionando. Una buena conversación por la mañana con un buen café o por la
noche mientras compartimos la mesa, son regalos que nos traen este tiempo.
Y el verano, además,
puede ser tiempo para reencontrarnos con Dios. Hemos de partir de la máxima
ignaciana «buscar y hallar a Dios en todas las cosas» y saber que todo lo
anterior podemos vivirlo como búsqueda y relación con el Señor. Sin embargo,
podemos encontrar en las vacaciones tiempos privilegiados para la celebración
tranquila de la Eucaristía y para la oración personal. Oración que podemos
hacer paseando, o contemplando el paisaje, leyendo la Palabra de Dios o en el
silencio de nuestra habitación…
El verano es tiempo de
reencuentro. Reencuentro con uno mismo, con los amigos y familiares y con el
Señor que nos da, un año más, el regalo de parar y cambiar de ritmo. Escuchemos
su voz que nos dice también a nosotros: “Venid vosotros a solas a un lugar
desierto a descansar un poco” (Mc 6,13)
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