2021 AÑO B TIEMPO ORDINARIO XXX
Mientras salía de Jericó.... Estamos a las puertas de la ciudad, donde se organizan
las caravanas de peregrinos, donde deambulan los mendigos, esperando una moneda
entre los muchos que se encuentran a las puertas. Un ciego, sentado al borde del
camino, inmóvil, suplica por su supervivencia a los que pasan. Pero al oír que
era Jesús el Nazareno, Bartimeo levanta el ánimo, vuelve a la vida, comienza a
gritar su dolor. No se avergüenza ni se amilana frente a los que le dicen que
se calle. Al contrario, empieza a gritar más fuerte. Todos somos como él,
mendigos de algo, de afecto, de amor o de la luz.
A gritos le pide compasión, que le deje nacer de nuevo, una vida nueva. Ten
compasión de mí.
El Nazareno escucha el
grito y responde diciendo: llamadlo. Y el ciego al oír que Jesús le llama, se
libera la energía comprimida y florecen gestos casi excesivos: no se quita el
manto, lo tira; no se levanta del suelo, sino que se pone de pie de un salto. ¿Qué
quieres que haga por ti?
Este relato tiene
muchos destalles que podemos aprender para ser discípulos:
- Jesús es un caminante incansable y por el camino sana paralíticos,
leprosos, ciegos, etc. Es un camino dinámico y que va al encuentro de todos,
sobretodo de los marginados. Él se presentó “el camino, la verdad y la vida”. Ser
camino forma parte de nuestra identidad, no se concibe una iglesia que no
peregrina.
- Bartimeo sólo quería ver y termina siguiendo a Jesús en su última
peregrinación a Jerusalén. De un ciego, “descartable” para la religión y la
sociedad, pasa a ser discípulo peregrino hacia Jerusalén.
- Afinar el oído. Sorprende cómo el ciego afina el oído y confía en
la voz de Jesús. Escuchar al otro posibilita conocerlo mejor. Después de
escuchar y ser escuchado el mundo ha cambiado para Bartimeo. Escucharnos es un
acto de amor, necesario para la buena comunicación. Escuchar a Dios, al prójimo
como a nosotros mismos. Quizá estando metidos en la bulla cotidiana no
escuchamos suficientemente al prójimo; tenemos que prestar atención y afinar el
oído.
- Jesús, se detiene
para inclinarse y escucharlo, se compromete con su dolor: ¿Qué quieres que haga
por ti? Aparece una imagen de un Dios nuevo o distinto, que escucha y protege.
- Domund, multitudes enormes gritan, pero no saben a quién. Nosotros
les llevamos la buena nueva de Jesús y preguntamos ¿Qué podemos hacer por
vosotros? Esa es la tare de los miles de misioneros consagrados y lacios que
llevan por el mundo entero la buena noticia de Jesús y que muestran con su vida
entregada como Dios nos ama y ama a todas las criaturas.
No seamos como los que
intentaban acallar los gritos del dolor de Bartimeo, porque es más cómodo
seguir ignorando el sufrimiento de mucha gente a causa de la poca libertad, la
falta de ver más allá, de sentirse que valen la pena y que alguien los quiere y
desea lo mejor para ellos. La fe es vida, servicio, proximidad. Jesús anima
este caminar: “Anda, tu fe te ha salvado”.
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