TIEMPO ORDINARIO XXXI
La pregunta que dirige a Jesús ¿Qué mandamiento es
el primero de todos? Jesús no es un transgresor ni un evasor de la Ley. Lo
revolucionario de la respuesta de Jesús es el modo como une los dos grandes
preceptos del amor: amar a Dios y amar al prójimo.
El amor ha de ser exclusivo, total y preferente a
Dios, y al mismo tiempo, se traduce en un amor solidario y comprometido con el prójimo.
Sin un amor real y concreto hacia el prójimo (imagen de Dios), todo intento de
amor a Dios se reduce al plano de las ideas, intenciones y discursos.
Dios ha creado al ser humano a su imagen y semejanza
y, por tanto, toda búsqueda de Dios comienza por el rostro y el corazón del
prójimo. Cada persona puede revelar a Dios. En este sentido, el prójimo tiene
una función mediadora: es la forma concreta de visibilizar el amor a Dios. El
prójimo es un punto de encuentro con Dios en la historia. Jesús centraliza el
espíritu de la Ley en un único mandamiento con dos aspectos necesariamente
complementarios: El amor al prójimo siempre será el criterio de credibilidad
del amor a Dios.
Una religiosidad sin solidaridad y una
espiritualidad sin caridad son realidades vacías. La experiencia de Dios se
traduce en gestos concretos de amor, perdón y cercanía. Sólo así, el Reino se
hace presente en la historia y en el corazón humano. El amor es la Ley del Reino.
Lo esencial es el amor. Si amo a Dios, amo lo que
es: vida, compasión, perdón, belleza; cada migaja de buen pan, un acto de
valentía, un abrazo tranquilizador, una intuición iluminadora, un rincón de
armonía. Amaré lo que Él más ama: el hombre del que se enorgullece.
Amar con todo el corazón, mente, alma, fuerza. La
única medida del amor es amar sin medida. El amor, como todo en la vida. requiere
un verdadero aprendizaje, siempre posible para quien tiene a Jesús como
Maestro.
La
primera tarea es aprender a escuchar al otro. Tratar de comprender lo que vive. Sin esa escucha
sincera de sus sufrimientos, necesidades y aspiraciones no es posible el
verdadero amor.
Lo segundo es aprender a dar. No hay amor sin
entrega generosa, donación desinteresada, regalo. El amor es todo lo contrario
a acaparar, apropiarse del otro, utilizarlo, aprovecharse de él.
Amar exige aprender a
perdonar. Aceptar al otro con sus debilidades y su mediocridad. No retirar
rápidamente la amistad o el amor. Ofrecer una y otra vez la posibilidad del
reencuentro.
Amarás está en futuro, para indicar una historia infinita,
porque el amor es el futuro del mundo, porque sin amor no hay futuro.
Gandhi decía “mi prójimo es todo lo que vive conmigo en la
tierra", naturaleza, agua, aire, plantas, animales. Ama la tierra,
entonces, como a ti mismo, ámala como Dios la ama, vivir es convivir, existir
es convivir.
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