2022 AÑO C
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
La Festividad de
todos los santos nos llena de enorme alegría, porque la Iglesia celebra hoy no
solamente a los santos canonizados y que están en los altares del mundo entero,
sino que hoy celebramos a tantos y tantos hermanos nuestros que están en el
corazón de Dios, que viven bajo su presencia amorosa y misericordiosa y que nos
ayudan con su oración y protección.
Santo no es el
perfecto, sino el pecador que reconoce la necesidad que tiene de un Dios que le
ame sin merecerlo. Solo cuando uno se siente pecador, está cerca de Dios.
Solamente en la medida que un ser humano es santo puede sentirse pecador. Ojalá
nadie caiga en la tentación de aspirar a la perfección, a la santidad por sus
propios méritos. Aspiremos solo a ser cada día más humanos, desplegando y
recibiendo el amor que Dios ha derramado en nuestro ser.
Hoy recordamos a
todas las personas que descubrieron y mostraron la marca de lo divino en ellos,
aunque no hayan pensado en la santidad. No se trata de celebrar los “méritos”
de personas extraordinarias, sino de reconocer la presencia de Dios, que es el
único Santo, en cada uno de nosotros. El único mérito es de Dios.
El papa
Francisco nos habla de los santos de la puerta de al lado, cuantas personas
buenas han pasado por nuestra vida y han dejado huella, aromas de amor y
perdón, de respeto e ilusión. En todos los tiempos han existido y siguen
existiendo personas que, descubriendo su auténtico ser, han sido capaces de
darse a los demás y de hacer así un mundo más humano. En este mundo hay lugar
también para el optimismo, porque la inmensa mayoría de la gente son “buenas
personas”, que intentan por todos los medios hacer felices a los demás. Eso no
quiere decir que no tengan fallos. Una de las actitudes que más nos humanizan
es precisamente aceptar las limitaciones, en nosotros mismos. Jesús no exigió
la perfección a sus seguidores, solo les pedía que descubrieran el amor de Dios
en ellos.
Todos estamos
llamados a ser santos. Esto no debe asustarnos, porque no se trata de exigirnos
la perfección sino de descubrir al Perfecto identificado con cada uno de
nosotros. Significaría que debemos descubrir lo que Dios es en lo hondo de
nuestro propio ser.
En esta fiesta
celebramos la “bondad” se encuentre donde se encuentre. Es una fiesta de
optimismo, porque, a pesar de los telediarios, hay mucho bien en el mundo si
sabemos descubrirlo. Es cierto que mete más ruido uno tocando el tambor que mil
callando. Por eso nos abruma el ruido que hace el mal y no nos queda espacio
para descubrir el bien, que es mucho más fuerte y está más extendido.
La Vida y el
Bien triunfan sobre la muerte y el mal. Desde esta perspectiva, la vida merece
siempre la pena. Porque esta alegría de vivir tenemos que mantenerla a pesar de
tanto sufrimiento y dolor como encontramos en nuestro mundo.
La santidad
consiste en la posibilidad que me da Dios de parecerme a Él. En la medida que
yo tomo conciencia de esa realidad que hay en mí, empiezo actuar según ella.