2022 AÑO C TIEMPO ORDINARIO XXX. DOMUND
"Seréis mis
testigos". El DOMUND es el día internacional en el que toda la Iglesia
reza especialmente por la causa misionera, y organiza una colecta para cooperar
con ella.
En las lecturas
hemos visto cómo Dios escucha la oración humilde y acude en ayuda del pobre
para
librarle de sus
angustias. Esas dos vías paralelas, la oración y la caridad en favor de los
necesitados, son las vías de la misión, por la cual somos enviados para
proclamar plenamente el mensaje de la salvación.
El lema de este
año “seréis mis testigos". Testigos de lo que hemos visto y oído. Lo que
vimos y oímos nos transforma por completo. Alguno podría objetar que ni ha
visto ni ha oído lo que vieron y oyeron los discípulos. Pero Jesús nos dice también
a nosotros: "Seréis mis testigos". ¿Qué me convierte en testigo? Mi
propia experiencia de Dios, mi propio encuentro con Jesús en la oración
personal, en el diálogo con Él. Escucho al Maestro en su Palabra. Veo su amor
inmenso en los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía. Todo
cristiano es testigo de Cristo o no es cristiano, porque no se llega a ser
cristiano sin experiencia del amor personal de Jesús por mí.
La Patrona de
las misiones, santa Teresita del Niño Jesús, nos enseñó que, sin salir del
convento, pero conociendo y acogiendo el amor que Dios, precisamente esa
experiencia del amor nos haga sus
testigos ante
una humanidad necesitada de reencontrar el sentido de su existencia.
La parábola que
Jesús usa hoy nos ilumina. El fariseo comienza bien su oración: "Oh Dios,
te doy gracias" son las palabras adecuadas. Pero luego se equivoca al explicar
la razón: porque no soy como los demás, todos tramposos, ladrones, falsos,
deshonestos. "Soy mucho mejor que los demás". No se puede alabar a
Dios y despreciar a sus hijos. Y así, la oración desde el mal se convierte en
un sinsentido: yo, yo, yo: "yo soy, yo ayuno, yo pago". El fariseo
adora su propio yo, no puede pronunciar la palabra más importante del cosmos:
"Tú".
En el fondo el
Dios al que rinde culto es la norma. En efecto, los preceptos de la ley, dicen
los rabinos, son como el seto que bordea el camino, están ahí para no
extraviarse, para no perder la orientación, pero Dios no es el seto: está al
final del camino como un mundo que se abre, un abrazo cálido, un océano
creador, una ola de luz y de paz.
En cambio, el
publicano, encorvado al fondo del templo, se detuvo a distancia, golpeándose el
pecho diciendo: “Oh Dios, ten piedad de mí, que soy un pecador”. Me gustaría
ser diferente, me gustaría cambiar, pero no puedo, todavía no puedo, pero tú
perdonas y ayudas. El publicano volvió a su casa justificado, es decir,
transformado y listo para el primer pequeño buen paso.
Animo a todos
vivíamos unidos en la oración con dios y con los hermanos y seamos los testigos
del señor allá donde nos encontremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario