domingo, 28 de abril de 2024
NOSOTROS
SOMOS LOS SARMIENTOS, SEÑOR.
Tú eres la
VID llena de vida y de verdad.
NOSOTROS
SOMOS LOS SARMIENTOS, SEÑOR.
Tú eres la
VID del buen vino de la alegría.
NOSOTROS
SOMOS LOS SARMIENTOS, SEÑOR.
Tú eres la
VID de la esperanza.
NOSOTROS
SOMOS LOS SARMIENTOS, SEÑOR.
Tú eres la
VID del amor, Señor.
NOSOTROS
SOMOS LOS SARMIENTOS, SEÑOR.
Tú eres la
VID de la Fe, Señor.
NOSOTROS
SOMOS LOS SARMIENTOS, SEÑOR
Tú eres la
VID de la UNION.
NOSOTROS
SOMOS LOS SARMIENTOS, SEÑOR.
Gracias,
Señor, por hacer brotar cosas buenas en todos nosotros, tus hijos. Amén
sábado, 27 de abril de 2024
miércoles, 24 de abril de 2024
2024 MEDITACIÓN
EUCARISTICA.
LA PASCUA Y LA FRATERNIDAD UNIVERSAL
La fraternidad es el fruto de la
Pascua de Cristo que, con su muerte y resurrección derrotó el pecado que
separaba al hombre de Dios, al hombre de sí mismo, al hombre de sus hermanos.
Nosotros sabemos que el pecado siempre separa, siempre hace la enemistad. Jesús
abatió el muro de división entre los hombres y restableció la paz, empezando a
tejer la red de una nueva fraternidad. Es muy importante, en este tiempo
nuestro, redescubrir la fraternidad, así como se vivía en las primeras
comunidades cristianas.
Cuentan que dos
hermanos que habían heredado un campo de sus padres y ambos habían construido
sus casas allí, distantes unos doscientos metros.
El hermano mayor,
Juan, era soltero y estaba muy feliz con su trabajo en el campo y los diversos
hobbies que tenía. El hermano menor, Pablo, estaba casado y tenía dos hijos y
un hija; también vivía muy feliz con su mujer y su trabajo. Los dos se
dedicaban a la siembra, pero para no tener inconvenientes de ningún tipo, se
había separado el campo en dos parcelas iguales y también guardaban el fruto de
la cosecha en graneros separados.
Sin embargo, una
noche, Juan pensó que la situación era injusta. Se dijo que él era soltero y no
necesitaba tanto como su hermano que tenía mujer e hijos que mantener. Entonces
decidió ir a su granero, llenar una bolsa grande, cargarla en sus hombros y
llevarla, en el silencio de la noche hasta el granero de Pablo.
Casi al mismo tiempo,
Pablo también pensó que la situación era injusta. Se dijo que él era casado y
que tenía hijos que iban a cuidar de él en su vejez. Sin embargo, su hermano
Juan, por ser soltero, necesitaba contar con más recursos. Entonces decidió ir
a su granero, llenar una bolsa grande, cargarla en sus hombros y llevarla, en
el silencio de la noche hasta el granero de Juan.
Así fue que, cada
noche, protegidos por el silencio y la oscuridad, los dos llevaban una bolsa
grande de granos hasta el depósito de su hermano.
Claro que, al hacer
ambos lo mismo la cantidad de granos permanecía invariable sin que ellos lo
percibieran. Esto fue así durante mucho, muchísimo tiempo, hasta que una noche
coincidieron sus horarios y se encontraron cargando la bolsa en la mitad del
trayecto.
No hizo falta que se
dijeran ni una sola palabra. Juan y Pablo se dieron cuenta de inmediato lo que
estaba haciendo su hermano. Dejaron caer la bolsa a un costado del camino y se
dieron un fuerte y casi diría que un interminable abrazo.
No puede haber una verdadera comunión y
un compromiso por el bien común y la justicia social sin la fraternidad y sin el
compartir. Sin un intercambio fraterno, no se puede crear una auténtica
comunidad.
Pero la fraternidad es una gracia que
hace Jesús. La Pascua de Cristo hizo estallar algo más en el mundo: la novedad
del diálogo y de la relación, algo nuevo que se ha convertido en una
responsabilidad para todos nosotros, los cristianos. De hecho, Jesús dijo: “En
esto conocerán que todos sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los
otros” (Juan 13, 35). He aquí por qué no podemos cerrarnos en nuestro privado,
en nuestro grupo, sino que estamos llamados a ocuparnos del bien común, a
cuidar de los hermanos, y especialmente de aquellos más débiles y marginados. Solo
la fraternidad puede garantizar la paz duradera, vencer la pobreza, y extinguir
las tensiones y las guerras.
Que la Virgen María, que en este tiempo
pascual invocamos con el título de Reina del Cielo, nos sustente para que la
fraternidad y la comunión que experimentamos en estos días pascuales puedan
convertirse en nuestro estilo de vida y en el alma de nuestras relaciones. Amen
sábado, 20 de abril de 2024
Cuando más
ten necesito, Señor, eres cayado en el que me apoyo para sujetarme para nunca
caer y siempre levantarme.
Cuando, veo
que mi nombre se pierde en el abismo, suena tu voz clara y nítida: ¡AMIGO!
Y, compruebo
una y otra vez, que eres Pastor que guarda mis pensamientos de día y velas mis
sueños en la noche.
Jesús, siempre
surges en el momento oportuno.
Conoces mi
vida como nadie y, a pesar de estar tan llena de briznas, la pones sobre tus
hombros para, una y otra vez, redimirla de sus pecados y dolencias.
Tú, Señor, Pastor
diligente, oportuno y puntual te haces el encontradizo cuando más te necesito me
cubres con tus brazos y me rodeas con tus Palabras de liberación y susurras
palabras de consuelo a mis oídos.
Cuando confundido
por mil ideas, temo desertar me confirmas en la fe verdadera: ¡YO SOY!
Si, añorando
poder y riquezas, dirijo mis ojos hacia el escaparate del mundo me llevas ante
el tesoro de tu amor.
Tú, Señor,
como Pastor, no quieres que me pierda y me vaya lejos de tu rebaño.
Por eso y
por tantas cosas, Señor, te doy gracias, bendigo tu nombre y, hoy como ayer, te
digo:
¡TÚ ERES EL
BUEN PASTOR!
Amén.
miércoles, 17 de abril de 2024
2024 abril meditación eucarística:
La sabiduría de la anciana abadesa
De nuevo Jesús sacramentado nos
encontramos ante ti con un corazón humilde y sencillo. Queremos aprender de ti
a ser tus testigos, testigos de la vida nueva que nos traes, testigos de tu
bondad y tu amor para con todos, sobre todo con los más necesitados. Queremos
aprender de ti a saber encajar todas las adversidades de la vida, aceptar lo
bueno y lo adverso, para transformarlo en más sabiduría, experiencia y
fortaleza. Tu solo puedes llenarnos de tu sabiduría y entereza, enséñanos Señor
Jesús a amar a Dios sobre todas las cosas y a los hermanos como a nosotros
mismos. Escuchemos esta enseñanza de hoy.
La
sabiduría de la anciana abadesa: Cuentan las viejas crónicas que, había en Normandía un monasterio dirigido por
una abadesa de gran sabiduría. Más de cien
monjas vivían en él entregadas a la oración, el trabajo y el servicio a Dios.
Un
día, el obispo del lugar acudió al monasterio a pedir a la abadesa que
destinara a una de sus monjas a predicar en la comarca. La abadesa decidió a la
hermana Clara, una joven novicia llena de virtud, de inteligencia y de otras
singulares cualidades.
La
madre abadesa la envió a estudiar, y la hermana Clara pasó largos años en la
biblioteca del monasterio. Cuando regresó, todas las monjas alabaron su
erudición y la maestría de su discurso. Se arrodilló ante la abadesa y le
preguntó con avidez: ¿Ya puedo ir a predicar, reverenda madre?
La
anciana abadesa la miró a lo profundo de sus ojos y le pareció descubrir que en
la mente de la hermana Clara había más respuestas que preguntas.
-
Todavía no –le dijo, y la envió a trabajar en la huerta.
Allí
estuvo de sol a sol por varios meses, soportando las heladas del invierno y los
calores sofocantes del verano. Aprendió a esperar el crecimiento de las
semillas y a reconocer, el momento oportuno de podar los frutales. Adquirió
otra clase de sabiduría; pero aún no era suficiente.
La
madre abadesa la envió a la portería. Día a día escuchó las súplicas de los
mendigos que acudían a pedir un plato de comida, y las quejas de los campesinos
explotados por el señor del castillo. Su corazón ardía en ansias de justicia.
Pero la madre abadesa consideró que todavía no estaba lista.
La
envió entonces a recorrer los caminos con una familia de saltimbanquis. Vivía
en el carromato, les ayudaba a montar su tablado en las plazas de los pueblos.
Aprendió a contar adivinanzas y chistes y a recitar romances y poemas como los
juglares. Cuando regresó al monasterio, llevaba consigo canciones en los labios
y se reía como los niños: ¿Puedo ir ya a predicar, madre?
-
Aún no, hija mía. Vaya a orar.
La
hermana Clara pasó largo tiempo en una solitaria ermita en el monte. Cuando
volvió, llevaba el alma transfigurada y llena de silencio.
-
¿Ha llegado ya el momento?
No,
todavía no había llegado. Se había declarado una epidemia de peste, y la
hermana Clara fue enviada a cuidar de los apestados. Veló durante noches
enteras a los enfermos, lloró amargamente al enterrar a muchos de ellos, y se
sumergió en el misterio de la vida y de la muerte.
Cuando
se debilitó la peste, ella misma cayó enferma de tristeza y de agotamiento y fue
cuidada por una familia. Aprendió a ser débil y a sentirse pequeña, se dejó
querer, ayudar y recobró la paz.
Cuando
regresó al monasterio, la Madre abadesa la miró con cariño y la encontró más
humana y vulnerable. Tenía la mirada serena y el corazón lleno de rostros: Ahora
sí, hija mía, ahora sí.
La
acompañó hasta el gran portón del monasterio, y allí la bendijo imponiéndole
las manos. Y mientras las campanas tocaban el Ángelus, la hermana Clara echó a
andar hacia el valle para anunciar allí el santo Evangelio.
Hermoso relato, donde podemos encontrar
los rasgos principales del genuino testigo de Jesús, sembrador de vida y
militante de la esperanza: Necesita sí, estudios serios y formación sólida.
Pero también, conocer y compartir la vida y trabajos de los obreros y
campesinos y adquirir la profunda sabiduría de la sencillez que brota del
contacto con la vida y la naturaleza. También es necesario que su corazón se
agite con la pasión por la justicia y asuma su profesión como una misión de
servicio a la vida de los más débiles. Necesita aprender a reír y hacer reír,
hacerse niño, asumir la vida como fiesta. Y necesita sobre todo cincelar su
corazón en el servicio a los más necesitados y hacerse humilde y débil, capaz
de recibir ayuda y amor, para sólo así poderlo brindar a los demás.
sábado, 13 de abril de 2024
Tú eres pascua, aunque tus proyectos fracasen, si
mantienes la confianza en hombres y mujeres y dejas a Dios ser Padre y Madre.
Eres pascua, aunque tu vida parezca estéril, si te
sientes habitado por su presencia amiga que misteriosamente te acompaña y
salva.
Eres pascua, aunque en nada destaques, si bebes en
sus manantiales y te conformas con ser simplemente cauce.
Eres pascua, aunque andes errante, si compartes lo
que eres y tienes y despiertas alegrías en otros caminantes.
Eres pascua, aunque seas débil y torpe, si escuchas
su palabra serena y abierta –"Soy yo, no temas"– y dejas que
florezca.
Eres pascua, aunque pidas pruebas para creer, si
besas las llagas que otros tienen y esperas entre hermanos su presencia.
Eres pascua, aunque tus manos estén vacías, si te
abres al otro, el que sea, y le dejas que ponga tu corazón en ascuas.
Eres pascua, aunque no lo creas, aunque te rompas en
mil pedazos, aunque mueras en primavera..., porque Él pasa y te libera.
Eres pascua, aunque tengas las puertas y ventanas
cerradas, porque Él te ama y se hace presente para abrirte a la vida y
alegrarte. Amén
miércoles, 10 de abril de 2024
2024 ABRIL MEDITACIÓN
EUCARISTICA.
LA PRINCESA CHINA
Jesús
sacramentado la Pascua nos recuerda tu oferta y el don de tu vida por cada uno
de nosotros. Siempre podremos realizar contigo el camino del esfuerzo, de la
bondad y de la gratitud. No nos dejas jamás solos. Sentimos siempre tu presencia
enriquecedora y salvadora. Escuchemos esta bella historia de superación y de
identificación con la hermosura del amor y de la bondad.
La Princesa china: En el antiguo Imperio chino vivía una princesa que
estaba en edad de casarse. Su padre, el emperador, le animó a que escogiera
marido entre todos los súbditos del imperio. Quería para ella al hombre más
hermoso, valiente e ingenioso del mundo.
Se enviaron mensajeros por todas las regiones. Los
jóvenes que creyeran tener esas cualidades podían presentarse en el palacio en
el día señalado. En una lejana región vivía un hombre muy hábil. No era nada
hermoso. Los rasgos de su cara revelaban que era cruel y malvado, hosco,
violento. Era un ladrón y un asesino. Pero se le ocurrió una feliz idea para
participar en la selección. Le encargó al mejor artesano de máscaras una que
expresara la máxima belleza, ternura, gracia. El mismo ladrón quedó impresionado
con los resultados. Era realmente perfecta. Se la colocó, y en vez de los
rasgos duros y violentos, su rostro reflejó candor, belleza, dulzura, valor.
La princesa lo seleccionó sin la menor duda entre el
grupo de sus pretendientes. A todos superaba por su belleza y prestancia.
Cuando el ladrón comprendió las consecuencias de su trampa, se puso a temblar
de miedo: Sabía que, cuando se descubriera el engaño, el Emperador lo mandaría
matar. Para salir del problema, le dijo a la princesa que no era conveniente
acelerar el noviazgo y que le diera un año para prepararse para tomar una
decisión tan transcendental. A la princesa le pareció buena la idea y le agradó
que fuera un hombre, además de bello y elegante, prudente.
Como en todo el imperio lo conocían como el pretendiente
y prometido de la princesa, no tuvo más remedio que empezar a desempeñar ese
papel. Debía cuidar las palabras que decía, actuar con elegancia y delicadeza,
ser valiente, mostrar coraje y misericordia. Así, fue aprendiendo a actuar con
bondad y generosidad, comenzó a ser compasivo y piadoso; ayudaba a los menesterosos,
combatía las injusticias, consolaba a los tristes...
Pero había un abismo entre la máscara y el corazón.
No podía olvidarse de quién era en realidad. Su espíritu se consumía de
resentimiento, le incomodaban los halagos de la gente, le horrorizaban sus
propios engaños
Y llegó de nuevo el día de volver a palacio y
presentarse a la princesa. Iba decidido a contarle toda la verdad y asumir las
consecuencias. Llegó, se echó por tierra, la saludó, y entre muy amargas
lágrimas le contó todos sus engaños:
- Soy un bandido, un malhechor. Me hice esta máscara
tan sólo por contemplar el interior del palacio y poder admirar a la mujer más
hermosa del imperio. Nunca pensé que podría elegirme. Cuánto siento haber
aplazado un año sus planes de matrimonio...
La princesa se enfadó mucho, pero sintió curiosidad
por ver quién era, por contemplar al hombre depravado que se ocultaba tras la
máscara. Y le dijo:
- Me has engañado, pero te perdono porque has sido
capaz de contar a tiempo toda la verdad. Sólo te pido un favor para dejarte
libre: quítate la máscara y déjame ver tu rostro.
Temblando de miedo, el bandido se quitó la máscara.
Al verlo, la princesa se enfadó y enfureció:
- ¿Por qué me engañaste? ¿Por qué llevas una máscara
que reproduce a la perfección tu propio rostro?
Y era cierto.
El rostro verdadero se había identificado con la máscara. Un año entero de
esfuerzo por ser como la máscara, lo había cambiado por completo. Si te juntas
con personas alegres, te irán comunicando su alegría. Si tus amigos son trabajadores
y honrados, tú también lo irás siendo. Huye de los amargados, falsos y
corruptos porque te inocularán su veneno, y te irán haciendo como ellos.
Practica con tesón la sonrisa y la bondad hasta que tallen tu rostro. Suelta
tus músculos, cubre de alegría tus miedos. No importa cómo has sido hasta
ahora, imita la virtud, proponte ser alegre, servicial y trabajador y verás cómo
cambia tu rostro y tu corazón. Te pasará como al ingenioso pretendiente de
aquella bella princesa.
Jesús continúa
sosteniendo nuestra vida por el camino del bien y del amor. Amén
domingo, 7 de abril de 2024
COMO TOMÁS
Creo, si veo tu rostro,
Confieso tu nombre, si
te veo primero,
Me arrodillo, si me
demuestras que existes.
Creo, si toco tu cuerpo,
Confieso tu presencia,
si me pones fácil el descubrirte.
Me arrodillo, si me
dejas ver los agujeros que los clavos dejaron.
Creo, si me abres tus
manos taladradas.
Confieso tu
resurrección, si me dejas buscar tu costado traspasado,
Me arrodillo, si no me
pides demasiado a cambio.
Señor;
¡Qué difícil resulta
creer sin ver!
Seguirte y proponer a otros
que te sigan,
Conocerte e indicar a
los hombres ese mismo camino,
Acogerte y, anunciar
con alegría, que Tú vives en mí,
Ayúdame, Señor:
A no cerrar las puertas
por miedo a nadie.
A no cerrar las puertas
por temor a nada.
A no cerrar las puertas
para que me descubran en amistad contigo.
A no cerrar las puertas
para no dar la cara por Ti.
¡Qué difícil, Señor!
Llevar la paz, que sólo
Tú conoces, a un mundo violento.
Llenar de alegría, una
realidad tan mediatizada por la tristeza.
Sentirnos enviados,
ante tanta incomprensión y rechazo.
¡Te he visto, Señor!
¡Con eso me basta para
seguir adelante!
sábado, 6 de abril de 2024
2024 CICLO B TIEMPO DE PASCUA II
DOMINGO DE LA MISERICORDIA
Los discípulos de Jesús
han tenido una experiencia inaudita: «Hemos visto al Señor» le dicen a Tomás
que no se encontraba con ellos y los escucha con escepticismo. Necesita
comprobarlo personalmente: «Si no veo en sus manos la señal de sus clavos... y
no meto la mano en su costado, no lo creo». Solo creerá por su propia
experiencia.
A los ochos días Jesús
se presenta de nuevo a donde estaban los discípulos y se ofrece a satisfacer
sus exigencias: Y le muestra sus heridas para que las toque. Pero en ese
momento Tomás se da cuenta que esas heridas no son prueba de nada, sino signos de
su amor entregado hasta la muerte.
Tomás experimenta la
presencia del Maestro, que lo ama, lo atrae y le invita a confiar. Tomás, el
discípulo que ha hecho un recorrido más largo y laborioso que nadie hasta
encontrarse con Jesús, llega más lejos que nadie en la hondura de su fe: «Señor
mío y Dios mío». Nadie ha confesado así a Jesús.
A esta comunidad
cerrada, doblada en sí misma, que no se abre, que tiene miedo, que se está
enfermando. Y sin embargo Jesús viene a ella. Y no por encima, ni a distancia,
sino está en medio de ellos. El, el
maestro de los maestros, nos enseña a manejar la imperfección de vidas. Su
método no consiste en recriminarles su actitud y sus miedos, nos les echa en
cara nada, simplemente se acerca a ellos y les ofrece la paz como regalo; a los
que no creen, ofrecen otra oportunidad. Por eso hoy celebramos el domingo de la
misericordia infinita que Dios tiene sobre cada uno de nosotros y sobre la
humanidad. Si está vivo, nuestra vida cambia. Está en medio, y dice: Paz a
vosotros. Ni un deseo, ni una promesa, es mucho más, una declaración: la paz
está contigo, está aquí, ha comenzado; no es mérito, es un regalo.
La resurrección no
cerró los agujeros de los clavos, no curó las heridas del costado y de la
espalda. Porque la muerte en la cruz no es un mero accidente que superar: esas
heridas son la gloria de Dios, el punto más alto del amor, la gran belleza de
la historia. En ese amor corporal escribió su historia con el alfabeto de
heridas, las únicas que no engañan. Indeleble ahora como amor mismo.
Este discípulo, que se
resiste a creer de manera ingenua, nos va a enseñar el recorrido que hemos de
hacer para llegar a la fe en Cristo resucitado a los que ni siquiera hemos
visto el rostro de Jesús, ni hemos escuchado sus palabras, ni hemos sentido sus
abrazos.
Por eso Jesús nos
invita a todos a profundizar más allá de sus dudas: No seáis incrédulos, sino creyentes.
No hemos de asustarnos al sentir que brotan en nosotros dudas e interrogantes.
Las dudas, vividas de manera sana, nos rescatan de una fe superficial que se
contenta con repetir fórmulas, sin crecer en confianza y amor. Las dudas nos
estimulan a ir hasta el final en nuestra confianza en el Misterio de Dios
encarnado en Jesús.
miércoles, 3 de abril de 2024
2024 ABRIL PASCUA:
AMOR DE CRISTO
HASTA EL EXTREMO
En esta semana
de la octava de Pascua venimos a ti Jesús eucarística para sentir tu presencia
liberadora y sanadora. Tu solo eres el único que después de tu pasión y muerte
en cruz llegaste a la vida plena, por tu entrega, por tu generosidad y por tu
amor incondicional a cada uno de nosotros. Nos amaste cuando todavía éramos
débiles y pecadores, cuando vivíamos en la oscuridad y en la confusión. Tu
puedes librarnos de toda esclavitud y de toda maldad. Nos abrimos a tu
presencia para compartir tu vida de resucitado para encontrar aliento y ánimo
para nuestro caminar.
Habiendo
amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo. Los suyos
entonces eran los que le veían: Juan y Pedro y los demás compañeros. Hoy los
suyos somos tú y yo, todos nosotros; por lo tanto: “Habiendo amado a los suyos,
es decir, a los que hoy están en el mundo, los ama hasta el extremo”.
Esto es la
Eucaristía: el amor de Cristo hasta el extremo para ti, para mí, durante toda
la vida. Porque la Eucaristía es poner a tu disposición toda la omnipotencia,
bondad, amor y misericordia de Dios, todos los días y todas las horas de tu
vida. En cada sagrario del mundo Cristo está para ti todos los días de tu vida.
Según sus mismas palabras: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin
del mundo”. Al decir con vosotros, es decir contigo, conmigo.
El sol no te
alumbra o calienta menos a ti cuando alumbra o calienta a muchos. Si tú solo
disfrutas del sol, o hay millones de gentes bajo sus rayos, el sol te calienta
lo mismo... te calienta con toda su fuerza.
Así, Cristo
se ha quedado solo para ti en la Eucaristía, como si tú solo lo visitaras, tú
solo comulgaras, tú solo asistieras a la misa. Allí está, pues, Cristo, medicina
de tus males; pero pide como el leproso: “Señor, si quieres, puedes curarme”.
Pide como Bartimeo: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Pide como el ladrón:
“Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino”.
Allí está a
todas horas, solo para ti, el único bien verdadero, el único bien perdurable,
el único amigo sincero, el único amigo fiel; el único que nos tiende la mano y
nos ayuda y nos ama en la juventud, en la edad madura, en la vejez, en la tumba
y en la eternidad. Cada uno tiene sus problemas, fallos, miedos, soberbia...
tráelos aquí; verás cómo se solucionan. Cristo tiene soluciones. Jesús ha
querido quedarse en el Sagrario para darnos una ayuda permanente”.
Que esta Pascua del 2024 Jesucristo
resucitado, es capaz de quitar las piedras que cierran el camino hacia la vida.
Más aún, Él mismo, el Viviente, es el Camino; el Camino de la vida, de la paz,
de la reconciliación, de la fraternidad. Él nos abre un pasaje que humanamente
es imposible, porque sólo Él quita el pecado del mundo y perdona nuestros
pecados. Y sin el perdón de Dios esa piedra no puede ser removida. Sin el
perdón de los pecados no es posible salir de las cerrazones, de los prejuicios,
de las sospechas recíprocas o de las presunciones que siempre absuelven a uno
mismo y acusan a los demás. Sólo Cristo resucitado, dándonos el perdón de los
pecados, nos abre el camino a un mundo renovado.
Sólo Él nos abre las puertas de la vida,
esas puertas que cerramos continuamente con las guerras que proliferan en el
mundo. Cuántas víctimas de tantos conflictos que están en curso en el mundo,
comenzando por los de Israel y Palestina, en Ucrania y de los demás lugares de
nuestro planeta. Que Cristo resucitado abra un camino de paz para las
martirizadas poblaciones de esas regiones.
En esta semana de la octava de Pascua en
que celebramos la vida que se nos da en la resurrección del Hijo, recordamos el
amor infinito de Dios por cada uno de nosotros, un amor que supera todo límite
y toda debilidad.
Que la luz de la resurrección ilumine
nuestras mentes y convierta nuestros corazones, haciéndonos conscientes del
valor de toda vida humana, que debe ser acogida, protegida y amada. Amén