2024 ABRIL PASCUA:
AMOR DE CRISTO
HASTA EL EXTREMO
En esta semana
de la octava de Pascua venimos a ti Jesús eucarística para sentir tu presencia
liberadora y sanadora. Tu solo eres el único que después de tu pasión y muerte
en cruz llegaste a la vida plena, por tu entrega, por tu generosidad y por tu
amor incondicional a cada uno de nosotros. Nos amaste cuando todavía éramos
débiles y pecadores, cuando vivíamos en la oscuridad y en la confusión. Tu
puedes librarnos de toda esclavitud y de toda maldad. Nos abrimos a tu
presencia para compartir tu vida de resucitado para encontrar aliento y ánimo
para nuestro caminar.
Habiendo
amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo. Los suyos
entonces eran los que le veían: Juan y Pedro y los demás compañeros. Hoy los
suyos somos tú y yo, todos nosotros; por lo tanto: “Habiendo amado a los suyos,
es decir, a los que hoy están en el mundo, los ama hasta el extremo”.
Esto es la
Eucaristía: el amor de Cristo hasta el extremo para ti, para mí, durante toda
la vida. Porque la Eucaristía es poner a tu disposición toda la omnipotencia,
bondad, amor y misericordia de Dios, todos los días y todas las horas de tu
vida. En cada sagrario del mundo Cristo está para ti todos los días de tu vida.
Según sus mismas palabras: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin
del mundo”. Al decir con vosotros, es decir contigo, conmigo.
El sol no te
alumbra o calienta menos a ti cuando alumbra o calienta a muchos. Si tú solo
disfrutas del sol, o hay millones de gentes bajo sus rayos, el sol te calienta
lo mismo... te calienta con toda su fuerza.
Así, Cristo
se ha quedado solo para ti en la Eucaristía, como si tú solo lo visitaras, tú
solo comulgaras, tú solo asistieras a la misa. Allí está, pues, Cristo, medicina
de tus males; pero pide como el leproso: “Señor, si quieres, puedes curarme”.
Pide como Bartimeo: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Pide como el ladrón:
“Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino”.
Allí está a
todas horas, solo para ti, el único bien verdadero, el único bien perdurable,
el único amigo sincero, el único amigo fiel; el único que nos tiende la mano y
nos ayuda y nos ama en la juventud, en la edad madura, en la vejez, en la tumba
y en la eternidad. Cada uno tiene sus problemas, fallos, miedos, soberbia...
tráelos aquí; verás cómo se solucionan. Cristo tiene soluciones. Jesús ha
querido quedarse en el Sagrario para darnos una ayuda permanente”.
Que esta Pascua del 2024 Jesucristo
resucitado, es capaz de quitar las piedras que cierran el camino hacia la vida.
Más aún, Él mismo, el Viviente, es el Camino; el Camino de la vida, de la paz,
de la reconciliación, de la fraternidad. Él nos abre un pasaje que humanamente
es imposible, porque sólo Él quita el pecado del mundo y perdona nuestros
pecados. Y sin el perdón de Dios esa piedra no puede ser removida. Sin el
perdón de los pecados no es posible salir de las cerrazones, de los prejuicios,
de las sospechas recíprocas o de las presunciones que siempre absuelven a uno
mismo y acusan a los demás. Sólo Cristo resucitado, dándonos el perdón de los
pecados, nos abre el camino a un mundo renovado.
Sólo Él nos abre las puertas de la vida,
esas puertas que cerramos continuamente con las guerras que proliferan en el
mundo. Cuántas víctimas de tantos conflictos que están en curso en el mundo,
comenzando por los de Israel y Palestina, en Ucrania y de los demás lugares de
nuestro planeta. Que Cristo resucitado abra un camino de paz para las
martirizadas poblaciones de esas regiones.
En esta semana de la octava de Pascua en
que celebramos la vida que se nos da en la resurrección del Hijo, recordamos el
amor infinito de Dios por cada uno de nosotros, un amor que supera todo límite
y toda debilidad.
Que la luz de la resurrección ilumine
nuestras mentes y convierta nuestros corazones, haciéndonos conscientes del
valor de toda vida humana, que debe ser acogida, protegida y amada. Amén
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