martes, 31 de marzo de 2020


REFLEXIONEMOS "Cuando busco fuera... no encuentro"
Hace un tiempo en una consulta un alquímico recibió a sus dos pacientes en busca de cura.
Este, en vez de tratarles, les pidió que abrieran la boca y les echó una gota de “magia peruana”.
La sensación abrumadora fue que dejaron de sentir toda la parte interna de la boca
y tenían sensación de AHOGO.
Una de ellas hablaba con su mirada de terror sin poder emitir ningún sonido
y la otra solo podía dar pasos tocándose la garganta.
El alquímico serenamente les aseguró que la sensación duraría un minuto.
La que manifestaba terror al saber esto, ELIGIÓ tumbarse en la camilla
y tratar de dirigir su pensamiento recordando experiencias de AMOR.
"La otra, presa del pánico, queriendo acabar antes,
bebió un vaso de agua que le hizo extender la sensación por todo el cuerpo, MIEDO.
Mientras iban progresivamente recuperando su sensibilidad,
Les reveló el verdadero mensaje que se llevarían para siempre;
dure lo que dure, y sea cuál sea la forma en la que este manifieste en tu vida un confinamiento,
No hay instantes vacíos, siempre eliges cómo vivirlo.
¿y tú como estas ELIGIENDO vivir cada día, desde el AMOR o desde el MIEDO?

Por mucha prisa que sientas…
Los tiempos siempre son PERFECTOS.






HOJA PARROQUIAL MES DE ABRIL
CHARLAS CUARESMALES
RETRANSMITIDAS POR 8TV MEDITERRÁNEO

sábado, 28 de marzo de 2020

IMÁGENES Que ilustran la bendición Urbe et Orbi especial de ayer del Papa Francisco desde la Plaza S. Pedro de Roma

ACCIÓN DE GRACIAS
¡LÁZARO, SAL FUERA!
Desde que Tú lo dijiste con voz potente y firme,
qué pocos se han atrevido a repetirlo –a pesar de ser creyentes-
en las múltiples ocasiones que la vida nos ofrece.
Por eso, esta sociedad corrompe e hiede
y está llena de muerte.
¡Lázaro, sal fuera!
Es tu palabra y buena nueva.
Dejemos de envolvernos ya en mortajas y falsedades.
Que la verdad resplandezca;
que la sensatez y la confianza hagan su tarea en nuestra tierra.
Respiremos tranquilos al ver que los fantasmas ni pesan ni toman cuerpo
y que los nudos se desatan.
¡Lázaro, sal fuera!
Es tu palabra y buena nueva.
Lo nuestro es despertar a quienes han sido dormidos
y condenados a no ser nada -a no tener historia ni lugar-
y dejarles andar en libertad por donde andamos nosotros,
con la misma dignidad.
¡Lo nuestro es quitar losas y mortajas!
¡Lázaro, sal fuera!
Es tu palabra y buena nueva



MEDITACIÓN EVANGELIO
 V DOMINGO DE CUARESMA

En este quinto domingo de Cuaresma el evangelio nos presenta la narración de la resurrección de Lázaro. Aquí Juan utiliza vida como signo de la VIDA y resurrección como signo de la PLENITUD de la vida y del bien, victoria de la vida sobre la muerte y el mal. Con la expresión: “Yo soy la resurrección y la Vida” Juan nos está hablando de la plenitud de la salvación, de Dios como fuerza vivificadora, liberadora y salvadora. Todo esto ya se ha cumplido en Jesús. Y si se ha cumplido en él, también se cumple en cada uno de nosotros. Él es nuestro referente. Porque él ha venido a darnos Vida y vida en abundancia. Juan nos lo cuenta en el relato de la resurrección de Lázaro.
Dijo Jesús: Quitad la losa … Lázaro, sal afuera.
Sal fuera del sepulcro de la rutina y la tibieza, donde llevas demasiado tiempo acomodado.
Sal afuera, amigo: quiero que vivas intensamente.
Sal fuera del sepulcro de tus desesperanzas y escepticismos: vives en el desencanto, no quieres ya soñar ni ilusionarte.
Sal afuera, amigo: todo es posible para que el cree y ama.
Sal fuera del sepulcro de tus miedos e incapacidades: piensas que ya no puedes, que ya no sirves, que ya no vales.
Sal afuera, amigo: yo soy tu fuerza y tu victoria.
Sal fuera del sepulcro de tus tristezas y aislamientos: la tristeza es como una muerte adelantada, la soledad es un tanatorio.
Sal afuera, amigo: no estés de luto permanente.
Sal del sepulcro del egoísmo, de la duda, de los vicios, del consumo. Da de nuevo un sentido a tu vida: yo he venido para que vivas más, para que vivas mejor. Para que vivas en plenitud y para siempre.
Lázaro, muerto y resucitado, es un símbolo del hombre de manos y pies atados, nosotros (con límites, somos pobres criaturas) pero desatados, liberados. Como barro, pero “soplado” por el Espíritu de Dios, estamos llamados a vivir la Vida en la vida o la vida en la Vida.
Contemplemos a Jesús. Tengamos los ojos fijos en él. Dejémonos interpelar y sorprender. Contemplémosle viviendo, sintiendo, comunicando, llorando, amando,

Tenemos esta oportunidad que nos depara la vida y el bichito dichoso del coronavirus. Démosle la vuelta y apreciemos lo positivo de esta situación. Sería un mayúsculo error no aprovechar esta crisis para dar un gran salto en nuestra conciencia colectiva. Ojalá después se desplomen los más sólidos tabiques; que desaparecieran las fronteras de todo orden. El precio pagado no sea en balde. “Volveremos a juntarnos...”, “Romperemos ese metro de distancia entre tú y yo...” y VIVIREMOS de forma nueva, solidaria y responsable.




+ Evangelio según san Juan 11, 3-7. 17. 20-27. 33-45
Las hermanas de Lázaro le mandaron recado a Jesús diciendo:
«Señor, el que tú amas está enfermo».
Jesús, al oírlo, dijo:
«Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba.
Solo entonces dijo a sus discípulos:
«Vamos otra vez a Judea».
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo:
«Tu hermano resucitará».
Marta respondió:
«Sé que resucitará en la resurrección en el último día».
Jesús le dijo:
«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».
Ella le contestó:
«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
Jesús se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó:
«¿Dónde lo habéis enterrado?».
Le contestaron:
«Señor, ven a verlo».
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
«¡Cómo lo quería!».
Pero algunos dijeron:
«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?».
Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús:
«Quitad la losa».
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
«Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días».
Jesús le replicó:
«¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».
Y dicho esto, gritó con voz potente:
«Lázaro, sal afuera».
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:
«Desatadlo y dejadlo andar».
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

martes, 24 de marzo de 2020


25 DE MARZO LA ANUNCIACIÓN
Yo te saludo, María,
porque el Señor está contigo;
en tu casa, en tu calle, en tu pueblo,
en tu abrazo, en tu seno.

Yo te saludo, María,
porque te turbaste
¿quién no lo haría ante tal noticia?
mas enseguida recobraste paz y ánimo
y creíste a un enviado cualquiera.

Yo te saludo, María,
porque preguntaste lo que no entendías
–aunque fuera mensaje divino–
y no diste un sí ingenuo ni un sí ciego,
sino que tuviste diálogo y palabra propia.

Yo te saludo, María,
porque concebiste y diste a luz
un hijo, Jesús, la vida;
y nos enseñaste cuánta vida
hay que gestar y cuidar
si queremos hacer a Dios presente en esta tierra.

Yo te saludo, María,
porque te dejaste guiar por el Espíritu
y permaneciste a su sombra,
tanto en tormenta como en bonanza,
dejando a Dios ser Dios
y no renunciando a ser tú misma.

Yo te saludo, María,
porque abriste nuevos horizontes
a nuestras vidas;
fuiste a cuidar a tu prima,
compartiste la buena noticia,
y no te hiciste antojadiza.

Yo te saludo, María,
por ser alegre y agradecida
y reconocer que Dios nos mima,
aunque nuestra historia sea pequeña
y nos olvidemos de sus promesas.

Yo te saludo, María.
¡Hermana peregrina
de los pobres de Yahvé,
camina con nosotros,
llévanos junto a los otros
y mantén nuestra fe!
Florentino Ulibarri


Quiero decir que Sí (Canto Mariano)

lunes, 23 de marzo de 2020



¿DÓNDE ESTÁ DIOS?
Una reflexión de Víctor Codina SJ
Afortunadamente, junto a los terroríficos y casi morbosos noticiarios televisivos sobre la pandemia, aparecen otras voces alternativas, positivas y esperanzadoras.
Algunos recurren a la historia para recordarnos que la humanidad ha pasado y superado otros momentos de pestes y pandemias, como las de la Edad media y la de 1918, después de la primera guerra mundial. Otros se asombran de la postura unitaria europea contra el virus, cuando hasta ahora discrepaban sobre el cambio climático, los inmigrantes y el armamentismo, seguramente porque esta pandemia rompe fronteras y afecta a los intereses de los poderosos. Ahora a los europeos les toca sufrir algo de lo que padecen los refugiados e inmigrantes que no pueden cruzar fronteras.
Hay humanistas que señalan que esta crisis es una especie de “cuaresma secular” que nos concentra en los valores esenciales, como la vida, el amor y la solidaridad, y nos obliga a relativizar muchas cosas que hasta ahora creíamos indispensables e intocables. De repente, baja la contaminación atmosférica y el frenético ritmo de vida consumista que hasta ahora no queríamos cambiar.
Ha caído nuestro orgullo occidental de ser omnipotentes protagonistas del mundo moderno, señores de la ciencia y del progreso. En plena cuarentena doméstica y sin poder salir a la calle, comenzamos a valorar la realidad de la vida familiar. Nos sentimos más interdependientes, todos dependemos de todos, todos somos vulnerables, necesitamos unos de otros, estamos interconectados globalmente, para el bien y el mal.
También surgen reflexiones sobre el problema del mal, el sentido de la vida y la realidad de la muerte, un tema hoy tabú. La novela La peste de Albert Camus de 1947 se ha convertido en un best seller. No solo es una crónica de la peste de Orán, sino una parábola del sufrimiento humano, del mal físico y moral del mundo, de la necesidad de ternura y solidaridad.
Los creyentes de tradición judeo-cristiana nos preguntamos por el silencio de Dios ante esta epidemia. ¿Por qué Dios lo permite y calla? ¿Es un castigo? ¿Hay que pedirle milagros, como pide el P. Penéloux en La peste? ¿Hemos de devolver a Dios el billete de la vida, como Iván Karamazov en Los hermanos Karamazov, al ver el sufrimiento de los inocentes? ¿Dónde está Dios?
No estamos ante un enigma, sino ante un misterio, un misterio de fe que nos hace creer y confiar en un Dios Padre-Madre creador, que no castiga, que es bueno y misericordioso, que está siempre con nosotros, es el Emanuel; creemos y confiamos en Jesús de Nazaret que viene a darnos vida en abundancia y se compadece de los que sufren; creemos y confiamos en un Espíritu vivificante, Señor y dador de vida. Y esta fe no es una conquista, es un don del Espíritu del Señor, que nos llega a través de la Palabra en la comunidad eclesial.
Todo esto no impide que, como Job, nos quejemos y querellemos ante Dios al ver tanto sufrimiento, ni impide que como el Qohelet o Eclesiastés constatemos la brevedad, levedad y vanidad de la vida. Pero no hemos de pedir milagros a un Dios que respeta la creación y nuestra libertad, quiere que nosotros colaboremos en la realización de este mundo limitado y finito. Jesús no nos resuelve teóricamente el problema del mal y del sufrimiento, sino que a través de sus llagas de crucificado-resucitado nos abre al horizonte nuevo de su pasión y resurrección; Jesús con su identificación con los pobres y los que sufren, ilumina nuestra vida; y con el don del Espíritu nos da fuerza y consuelo en los nuestros momentos difíciles de sufrimiento y pasión.
¿Dónde está Dios? Está en las víctimas de esta pandemia, está en los médicos y sanitarios que los atienden, está en los científicos que buscan vacunas antivirus, está en todos los que en estos días colaboran y ayudan para solucionar el problema, está en los que rezan por los demás, en los que difunden esperanza.
Acabemos con un salmo de confianza que la Iglesia nos propone los domingos en la hora litúrgica de las Completas, para antes de ir a dormir:
“Tú que vives bajo el amparo del Altísimo y pasas la noche bajo la sombra del Todopoderoso, di al Señor: refugio, baluarte mío, mi Dios en quien confío.
Pues él te libra de la red del cazador, de la peste funesta: con sus plumas te protege, bajo sus alas hallas refugio: escudo es su fidelidad.
No temerás el terror de la noche, ni la saeta que vuela de día, ni la peste que avanza en las tinieblas, ni el azote que devasta a mediodía” (Salmo 90,2-7).
Quizás nuestra pandemia nos ayude a encontrar a Dios donde no lo esperábamos.
Victor Codina SJ
REVISTA RELIGIÓN DIGITAL


sábado, 21 de marzo de 2020



ACCIÓN DE GRACIAS
¿Seré acaso ciego, Señor?
Digo creer en Ti, y vivo como si no existieras.
Pretendo caminar por tus sendas y no palpo tu presencia.
Presumo de conocerte y apenas escucho tu Palabra.
Digo que ¡nadie hay como Tú! y tiemblo cuando las dificultades asoman.
Abro los ojos ante el mundo, y me cuesta decir que Tú lo mueves.
Confieso que Tú eres la luz del mundo, y me escondo en oscuridades peligrosas.
Soy humano y, muchos días, me considero exclusivamente divino.
Soy pecador y, queriendo o sin querer, me las doy de justo y honrado.
Afirmo conocer todos los secretos y, a mis ojos, se escapa lo esencial.
Conozco la ciencia y la matemática y no sé cómo encontrarte en mi vida.
¿Seré ciego, Señor?: Porque leo tu Palabra y, pienso que es para los demás
Escucho tu Palabra y creo que no va conmigo
Camino, subo y bajo, corro y avanzo
y me tropiezo a cada instante dándome de bruces
contra mis propias ideas y pensamientos
¡CAMBIÁME, SEÑOR!
Cambia mi naturaleza humana, para reconocerte,
La forma de mirar para no perderte de vista,
El ritmo en mi caminar para ir a tu lado,
El ruido de mi existencia para escuchar tus pisadas,
Los nubarrones de mis pensamientos para que Tú seas la luz de todo mí ser.


Meditación del evangelio del Domingo IV de Cuaresma
“Él fue, se lavó, y volvió con vista”
En estos momentos, como el ciego de nacimiento, todos tenemos una gran ceguera: necesitamos ver un poco de luz, más luz en salud, más luz en libertad, más luz en seguridad, más luz en abrazos y besos… Por ello, volvemos nuestros corazones al Señor. Solo Él nos da la luz de los ojos del corazón. Pongámonos a sus pies, aprovechemos estos días para orar más, para leer el evangelio, para volver a ritmos vitales que incluyan un poco de silencio, de meditación…
Con Jesús, el ciego descubre por vez primera la luz. El encuentro con Jesús ha cambiado su vida. Por fin podrá disfrutar de una vida digna, sin temor a avergonzarse ante nadie.
Cuando Jesús le pregunta si cree en el Mesías, el que era ciego dice: “Y, ¿quién es Señor, para que crea en él?” Jesús le responde conmovido: No está lejos de ti. “Lo estás viendo; el que te está hablando, ese es”. El mendigo le dice: “Creo, Señor”.
Aquí estamos todos, sin presencia física, pero unidos en el corazón y en la solidaridad, rezando los unos por los otros y así nos sentimos comunidad, parroquia. Pero sobretodo pidamos fuerza y salud para todos los profesionales que están en primera línea de contagio y siguen al pie del cañón. Intercedamos por los que están enfermos y necesitan encontrar en Jesús la fuente de la verdadera Esperanza, por los que han fallecido para que descansen en paz y en el corazón de los suyos.
La bendición de Dios esté siempre con vosotros y que nuestra Señora la Virgen de los Desamparados nos acompañe siempre y nos proteja bajo su manto.


+ Lectura del santo evangelio según san Juan (9,1.6-9.13-17.34-38):

Al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Entonces, escupió en la  tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).» Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?». Unos decían: «El mismo.». Otros decían: «No es él, pero se le parece.». Él respondía: «Soy yo.». Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.». Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?» Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?» Él contestó: «Que es un profeta.»Le replicaron: « Has nacido completamente Empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?» Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?» Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.» Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.

Palabra del Señor


viernes, 20 de marzo de 2020


Hoy teníamos en Nuestra Parroquia el Vía Crucis meditado.
Os invitamos a orar en vuestros hogares este Vía Crucis 


por todos los damnificados por el Coronavirus.
















jueves, 19 de marzo de 2020


Coronavirus: la oportunidad de pensar en el bien común
Todavía somos muchos los que vivimos entre el asombro y la preocupación por lo vivido estos días, sobre todo en las grandes ciudades donde parece que esto del coronavirus es más serio de lo que pensábamos en un principio. Hemos pasado en horas del «todo está controlado» a vaciar supermercados compulsivamente, de considerar las manifestaciones como un festival de unidad, de libertad y de orgullo a un espacio de riesgo e inconsciencia, de los exámenes a la ausencia de clases, de bromear como solo los españoles sabemos hacer a criminalizar el sentido del humor…
No es exagerado afirmar que aquí se entremezcla la crisis sanitaria con la política, y en unos días con la económica. Sin embargo, más allá de intentar no perder el norte, tomar precauciones, asimilar la información de forma clara y de no dejarnos llevar por el alarmismo hay un aspecto muy positivo, podemos recuperar el bien común como valor de nuestra sociedad. Muchos sabemos que en principio no es una enfermedad severa si estás sano, pero sí que es peligrosa si eres población vulnerable. Esto nos sitúa a todo el mundo ante el reto de intentar transmitir lo menos posible un virus –o mejor dicho coronavirus– que se mueve como pez en el agua. Es hacernos conscientes que nuestras decisiones condicionan la salud pública, que es patrimonio de todos.
En una época profundamente individualista nos encontramos en una situación en la que más que nunca nuestras decisiones cuentan. Se trata de una oportunidad como sociedad de pensar más en el otro, y considerar que muchas de nuestras acciones tendrán repercusión, para bien y para mal, en alguien que no conocemos sin saber cuándo ni cómo. Ojalá descubramos que detrás de la salud pública está el cuidado del bien común, algo que ocurre con la ecología, la economía, la política y así una lista larga de posibilidades que a menudo nos negamos a ver.
Álvaro Lobo, sj

miércoles, 18 de marzo de 2020


MEDITACIÓN FESTIVIDAD DE SAN JOSÉ
San José es un santo distinto de todos. Es el más amable de todos. El evangelio dice que era un hombre justo, bueno. La amabilidad es algo que irradia de su persona, algo que envuelve toda su figura. José no vive para sí, ni existe por sí, El existe en Jesús y junto a María.
Su fiesta nos brinda esta oportunidad para sacar del corazón estas reflexiones que nos proporcionan estos días de reclusión, tiempo de quedarse en casa y aguzar el ingenio. Me imagino que a todos se nos amontonan en el corazón muchos momentos y muchas sensaciones.
Estamos atravesando una cuaresma especial, estamos experimentando la esclavitud del pueblo de Israel en Egipto (que no podían hacer lo que querían) y el camino largo, cuarenta años, por el desierto con las duras condiciones que esto implicaba.
En estos días en que todos estábamos en las calles viendo fallas con sus monumentos y sus ninots, escuchando las bandas de música, viendo los desfiles de las falleras y falleros, les mascletaes, fuegos artificiales, y la ofrenda de flores a nuestra madre la Virgen de los Desamparados, queremos recordar a San José. Hoy es su día grande y en su honor se realizan estos festejos.
Que San José, el hombre bueno del evangelio, que supo vivir al servicio de la voluntad de Dios y nunca para sí solo; siempre en relación con Jesús y con María, su esposa, nos haga ser más buenos, más sensatos, más prudentes en estos momentos históricos que nos toca vivir.
Un recuerdo a todos los que vivirán las fallas en el corazón y para aquellos que son padres y ejercen de verdaderos y auténticos padres. Feliz día a todos. Abrazos virtuales y oraciones ante s. José y la Virgen, Madre de los Desamparados.


+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 1,16.18-21.24a
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
La generación de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
– «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.
Palabra del Señor



martes, 17 de marzo de 2020


Oración a la Virgen de los Desamparados en estos momentos de confinamiento y dolor

Madre nuestra,
ruega por los que con confianza y fe acudimos a Ti,
Virgen de los Desamparados:
en Ti buscamos amparo quienes nos sentimos solos.
En Ti buscamos consuelo los que estamos afligidos.
En Ti buscamos abrigo quienes tenemos nuestras almas desnudas.
En Ti buscamos dulzura quienes hemos vivido, o vivimos, momentos amargos.
En Ti buscamos protección y cura quienes están enfermos.
En Ti buscamos ayuda quienes estamos agobiados por las carencias y miserias.
En Ti buscamos luz quienes estamos rodeados por las tinieblas de la duda.
En Ti buscamos perdón quienes nos hemos equivocado.
En Ti buscamos la estrella que nos guíe, quienes caminamos por esta vida.
En Ti todos buscamos amor.
En Ti todos encontramos amor.
Madre de los Desamparados,
pide por nosotros a tu bien amado Hijo,
que nos conceda su Misericordia
y atienda nuestras urgentes necesidades
y que los enfermos tengan fuerza,
que los investigadores encuentren la solución
y que los que tenemos que colaborar quedándonos en casa
encontremos motivos de resistencia con humildad y esperanza.

Padrenuestro, Ave María y gloria

Dios Padre de misericordia,
a cuantos veneramos a la Virgen María,
como madre de los Desamparados,
concédenos que protegidos por tan tierna madre,
nunca nos veamos abandonados de tu bondad.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amen