2021 AÑO B TIEMPO DE PASCUA VI
VIRGEN DE LOS DESAMPARADOS
Jesús nos amó hasta el extremo y conoce nuestro egoísmo. No sabemos querernos. Las palabras que hoy pronuncia Jesús adquieren un tono solemne: Este es mi mandato: que os améis unos a otros como yo os he amado. Jesús no quiere que su estilo de amar se pierda entre los suyos.
Las primeras generaciones
resumían así su vida: Pasó por todas partes haciendo el bien.
Buscaba siempre el bien de las personas. Ayudaba a vivir. Su vida fue una Buena
Noticia. No puede pasar de largo ante quien está sufriendo. Quien ama como
Jesús vive aliviando el sufrimiento y secando lágrimas.
El evangelio de hoy es
una de esas páginas en las que parece conservarse la esencia de la fe, las cosas decisivas de la fe: como
el Padre me amó, así os he amado yo, permaneced en este amor. Dejémonos
amar y amemos de la misma manera.
Amaos los unos a los otros, en la reciprocidad de dar y recibir. Porque amar
puede ser suficiente para llenar una vida, pero amarnos siempre y a todos es
suficiente para muchas vidas. Lo que distingue el amor cristiano es el como
yo os he amado: lavando los pies de los suyos; no juzgando y cuando lo
lastimas, te mira y te ama; buscando la última oveja con ternura. Jesús nos llama
amigos y no siervos. Palabras dulces para el corazón. La amistad, algo que no se impone, no
finge, no suplica; dos amigos son iguales. Es el encuentro de dos
libertades.
Hoy celebramos la
fiesta de la Virgen de los Desamparados, nuestra patrona. Hoy se nos invita a
abrir las puertas de la casa de nuestro corazón a María, la Reina del Cielo. Al
entrar María en el nuestro interior brilla, crece y cuaja el verdadero amor. En
eso consiste el amor: en que amemos como Cristo nos amó. Ella nos ama como
madre a todos y pide que la acerquemos a todos los que la puedan necesitar, los
que necesitan su Amparo, los desamparados de la sociedad actual: los enfermos
crónicos y terminales, los ancianos abandonados, por todos los afectados por consecuencias
de la pandemia, incomprendidos y aislados...
Hoy se necesitan
testigos humildes y bondadosos del amor misericordioso, el que mana del corazón
de Jesús y de María, de la Virgen de los Desamparados. Testigos y actores de
amor desinteresado que se practica en la vida diaria, sin vanagloria y grandilocuencia
personal y social, del amor que transforma de verdad las estructuras injustas e
insolidarias.
María es una riqueza,
es una herencia preciosa para todo discípulo de Jesús. Llevarla dentro es
llevar el amor de su hijo transformado, resucitado y que nos llama a que
continuemos ese amor suyo para con toda la creación. Que María la madre de los
Desamparados nos acompañe en nuestra vida y que acompañe los trabajos y
esfuerzos de los hombres y mujeres de la mar.
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