ADORACIÓN EUCARÍSTICA:
LAS SEMILLAS DE FLORES
Dentro de poco
querido Jesús sacramentado, celebraremos la novedad siempre insistente y
permanente de Pentecostés. Este Espíritu tuyo y del Padre que derramáis con
abundancia y constantemente sobre la humanidad. El Espíritu de la vida y del
amor; de la fuerza y la constancia; el Espíritu que levanta al débil y caído y
sosiega la fuerte y robusto. Tu Espíritu Señor que nos da vida y esperanza, que
nos anima a seguir luchando y sembrando a pesar de las duras circunstancias y
dificultades del momento. El Espíritu puede hacer florecer el desierto y
renacer la vida, puede hacer brillar la luz esplendente allí donde solo existe
oscuridad y tinieblas. El Espíritu que todo lo puede, porque surge de la fuerza
del amor del Padre y del Hijo, esa fuerza es potente porque el amor es más
fuerte que la misma muerte.
Las semillas
de flores
Había una vez ...
Un hombre que subía cada día al autobús para ir al
trabajo. Una parada después, una anciana subía al autobús y se sentaba al lado
de la ventana. La anciana abría una bolsa y durante todo el trayecto, iba
tirando algo por la ventana, siempre hacía lo mismo y un día, intrigado, el
hombre le preguntó qué era lo que tiraba por la ventana.
- ¡Son semillas! - le dijo la anciana.
- ¿Semillas? ¿Semillas de qué?
- De flores; es que miro afuera y está todo tan
vacío... Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el camino. ¿Verdad
que sería bonito?
- El hombre le respondió: Pero las semillas caen
encima del asfalto, las aplastan los coches, se las comen los pájaros... ¿Cree
que sus semillas germinarán al lado del camino?
- Seguro que sí. Aunque algunas se pierdan, alguna
acabará en la cuneta y, con el tiempo, brotará.
- Pero...tardarán en crecer, necesitan agua ...
- La anciana respondió: Yo hago lo que puedo hacer.
¡Ya vendrán los días de lluvia!
La anciana siguió con su trabajo...
Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar,
pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza. Unos meses después...
Yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana vio todo el camino lleno
de flores...
¡Todo lo que veía era un colorido y florido paisaje!
Se acordó de la anciana, pero hacía días que no la
había visto. Preguntó al conductor: ¿La anciana de las semillas?
- Pues, ya hace un mes que murió.
El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el
paisaje.
«Las flores han brotado, se dijo, pero ¿de qué le ha
servido su trabajo? No ha podido ver su obra».
De repente, oyó la risa de una niña pequeña. Una
niña señalaba entusiasmada las flores... ¡Mira, papa! ¡Mira cuantas flores!
Es
sencillamente hermoso pensar en el sentido de esta historia. La anciana de
nuestra historia había hecho su trabajo, y dejó su herencia a todos los que la
pudieran recibir, a todos los que pudieran contemplarla y ser más felices.
Dicen que
aquel hombre, desde aquel día, hace el viaje de casa al trabajo con una bolsa
de semillas que va arrojando por la ventanilla.
También
nosotros no dejemos de sembrar cosas buenas. Nosotros hagamos nuestro papel y
el Espíritu hará el suyo. Él tiene capacidad para hacer florecer lo más árido y
reseco de tantos corazones humanos que necesitan solo un toque o un empujoncito
inicial.
Lo importante
es que alguien siempre recogerá tu siembra, lo que hagas de bueno hacia los
demás y hacia el mundo. No sejes nunca de sembrar semillas, alguien la
recogerá. Haz lo que puedas hacer el Señor hará el resto. Amén
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