2021
AÑO B SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS
Llenó la casa donde estaban los discípulos. El
Espíritu no se deja secuestrar en ciertos lugares que llamamos sagrados. Ahora
la casa se vuelve sagrada. La mía, la tuya y todas las casas son el cielo de
Dios. Llegó de repente, los coge por sorpresa, no estaban preparados, no estaba
planeado. El Espíritu no soporta los patrones, es un viento de libertad, la
fuente de vidas libres.
Lenguas de fuego aparecieron y se posaron en cada
uno, nadie excluido, no hay distinción. El Espíritu toca cada vida, las
diversifica a todas, da a luz y calor a todos. Las lenguas de fuego se dividen
y cada una ilumina a una persona diferente, cada una afirma una vocación,
renueva una existencia única.
Necesitamos el Espíritu, nuestro pequeño mundo
estancado, sin impulsos, lo necesita. La Iglesia lo necesita y tiene que
convertirse en guardiana de la libertad y la esperanza. El Espíritu, con sus
dones, da a cada cristiano un genio que le es propio. Y tenemos una gran
necesidad de discípulos brillantes. Todos creyendo en su don, en su
singularidad y que esta creatividad y valentía la coloquen al servicio de la
vida. La Iglesia ha de ser como un Pentecostés continuo.
El tiempo de Pascua culmina con la venida del
Espíritu Santo. Hoy cerramos este ciclo de la cincuentena pascual como acontecimiento
capital en la historia de la Iglesia y de cada uno de nosotros.
Hoy Pablo habla de la acción del Espíritu en todos
los cristianos. Gracias al Espíritu confesamos a Jesús como Señor, hacer esta
confesión en la primitiva Iglesia los cristianos se jugaban la vida, ya que los
romanos consideraban que el Señor era el César. Gracias al Espíritu no hay
diferencias motivadas por la religión (judíos ni griegos) ni las clases
sociales (esclavos ni libres). En definitiva, todo lo que somos y tenemos los
cristianos es fruto del Espíritu, porque es la forma en que Jesús resucitado
sigue presente entre nosotros.
En el Evangelio aparece una acción sorprendente: Jesús
sopla sobre los discípulos. En hebreo, la palabra ruaj significar «viento»
y «espíritu». Jesús, al soplar, infunde el Espíritu Santo. Este don está
estrechamente vinculado con la misión que acaba de encomendarles: el Padre
envió a Jesús, Jesús envía a los apóstoles. “Id al mundo entero…” con valentía y energía del Espíritu. Convirtió a los discípulos cobardes y
miedosos en valiente y con coraje. Dispuesto a que la verdad que Jesús vino a
traer al mundo no muera y que el amor que Dios nos tiene lo puedan sentir todas
las naciones y todas las generaciones. Amén
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