2021 AÑO B SOLEMNIDAD DE
CORPUS
CRISTI
DIA NACIONAL DE CARIDAD
La solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo nos abre en este año la posibilidad de contemplarlo de nuevo en su totalidad. Reconocer que Jesús se quedó en el pan y vino consagrado, pero también se quedó en los pobres, enfermos, necesitados, en definitiva, en todo acto de generosidad y solidaridad.
En los Evangelios,
Jesús siempre habla con verbos sencillos y directos: tomar, escuchar, venir,
ir, irse; cuerpo y sangre. Jesús es tan radicalmente hombre, incluso en el
lenguaje, que llega a Dios y lo comunica a través de las raíces, a través de
gestos comunes a todos. Veamos el Evangelio de Marcos:
En primer lugar, dijo tomad, verbo claro y preciso acompañado
de un gesto concreto, sus manos se abren y se estiran. Jesús no pide a los
apóstoles que adoren, contemplen, veneren ese pan partido: Quiere ser depositado
en nuestras manos como regalo, estar en nuestra boca como pan, en nuestro fondo
como sangre. Aquí está el milagro, en el pan y en el vino está el latido de su
corazón, por eso tomad. Para convertirnos en lo que recibimos.
Lo que trastorna está
en lo que pasa en el discípulo más que en lo que pasa en el pan y el vino:
quiere que el fluir tibio de su vida corra por nuestras venas, que su coraje
arraigue en nuestro corazón, que nos propongamos vivir la existencia humana tal
como Él la vivió. Dios en mí, mi corazón lo absorbe, él absorbe mi corazón, y
nos convertimos en uno, la misma vocación. Dios se hizo hombre por esto, para
que el hombre se vuelva como Dios.
Jesús nos dio sus dos
mandamientos sencillos, los dobló, y en cada Eucaristía los volvemos a
escuchar: tomad y comed, tomad y bebed, sed yo mismo. El que come mi carne y
bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él.
Cuerpo entregado y
sangre derramada indican toda su existencia, su vida humana, sus manos de
carpintero con olor a madera y agujeros de clavos, sus lágrimas, sus pasiones,
el polvo de las calles, sus pies empapados en nardos y luego de sangre, y la casa
que se llena de perfume y palabras que huelen a cielo.
Él permanece en nosotros
y nosotros en él. La gente buena cuando aman, dicen las mismas cosas: ven y
vive en mi casa, mi casa es tu casa. Dios nos lo dice. Antes de decir
"tengo hambre", dijo "quiero estar contigo". Nos busca
continuamente, nos espera y se entrega. Un Dios así no es merecido: sólo hay
que acogerlo y dejarse amar.
El Corpus Cristi nos
recuerda los cuerpos de nuestros hermanos los más necesitados, los que sufren,
los que no pueden respirar porque la vida les ahoga. Comulgar con Jesús
eucaristía es comulgar con todos nuestros hermanos, cuerpo de cristo. Adorar a
Jesús sacramentado es colocarse a los pies de los pobres para servirles como
hijos y como hermanos nuestros. Amén
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