2021 JUNIO ADORACIÓN EUCARISTÍA:
JESÚS NUESTRO MEJOR AMIGO
Él quiere ser amigo, un amigo
sincero de nuestras vidas: “Vosotros sois
mis amigos, si hacéis lo que yo os mando”
Los discípulos de Emaús que
experimentan su amistad. Su corazón ardía. Nosotros que buscamos estima. Nadie
nos estima como Él. Nosotros que buscamos aplausos. Nadie nos aplaude como Él. Nosotros
que buscamos afecto. Nadie nos ama ni nos amará como Él. Su amor nos eleva, aunque
nos haga sufrir, porque nos exige. No puede permitir que seamos mediocres. Su
amor no nos permite ser mediocres.
Él quiere ser nuestro compañero, un compañero de camino, como quiso serlo,
para llenarles de optimismo, de aquellos discípulos atormentados y desanimados
de Emaús. No es lo mismo trabajar por Él que trabajar con Él. Tenemos que realizar
nuestra misión juntos: “Yo estaré con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo...” A veces nos empeñamos
en caminar solos por la vida, como huérfanos tristes...
Él quiere ser vida, nuestra vida, como lo fue para aquel joven muerto de Naím o para
aquel corazón también muerto por la ambición de Zaqueo. Vida es entusiasmo,
felicidad, ideal, triunfo, satisfacción, juventud perenne. Jesucristo dice
tener todo esto y quiere comunicarlo. Cuantas personas envejecidas prematuramente
por el vicio, el hastío, el desengaño, la frustración o el aburrimiento; su
vida ha perdido la brújula, ¿para qué y por qué vivir? No tienen respuesta.
Él quiere ser camino, nuestro camino, para ti que tanteas en las tinieblas anhelando una
salida a tus ansias de felicidad. Todos queremos ser alguien, realizarnos,
valer para algo, realizar grandes cosas, ser líderes. ¿Cómo lograrlo? La Virgen
María nos da la solución en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga”. La solución consistió en que en que en
una boda en la que faltaba el vino se sirvió el mejor vino del mundo.
Él quiere ser verdad, tu verdad por la que luches y vivas. La verdad de la vida y de las
cosas, el sentido y razón y felicidad de tu vida. Mi vida tiene una verdad; voy
rumbo al puerto, mi vida tiene esperanza, tiene frutos, realizaciones, tiene
plenitud con Cristo.
Él quiere ser resurrección, nuestra resurrección, es decir, tu
esperanza, tu anhelo de una vida sin fin. Resurrección de todas las ilusiones
muertas o moribundas, también de las ilusiones humanas, intelectuales.
Resurrección de las grandes ideales y metas de la vida.
Él quiere ser alegría, la fuente de nuestra felicidad. La tristeza no es cristiana. La
amargura y el desaliento tienen otro dueño. Mi tristeza y amargura son la
cadena que nos tiene amarrado al mal. A Cristo le gusta abrir jaulas, quitar
cadenas, abrir puertas de cárceles, tender puentes en el abismo.
Él quiere ser amor, ese amor que inunde de plenitud nuestra existencia. El deseo más
fuerte del hombre es amar y ser amado. En el cielo este anhelo se transforma en
éxtasis. Por la calle y por la vida pasan amores que nos acalambran por un
rato, amores que engañan, que prometen felicidad total, y nos dejan con unos
pétalos marchitos en las manos. Cristo es el Amor eterno, que te ama desde
siempre y para siempre y te hace plenamente feliz, si tú quieres.
Él quiere ser roca, la roca donde nuestra debilidad encuentre fortaleza y optimismo. Rompeolas,
roca de cimiento, muralla que defiende. Esto significa sentir seguridad, valor,
certeza, fuerza, ímpetu juvenil, audacia, pasión por la misión y por la vida.
Él quiere ser paz, paz para nuestro corazón a veces atribulado y a veces probado por el
dolor y el sufrimiento. Quiere que luches, pero con paz interior. Santa Teresa
de Jesús: “Nada te turbe, nada te
espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a
Dios tiene, nada la falta. Sólo Dios basta”.
Él quiere ser “pan”, pan que fortalezca nuestro espíritu en las luchas y desgastes. Pan
espiritual que me da la vida eterna. “El
que come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna...” Pan de la
ilusión y el entusiasmo por los grandes ideales. Pan de la victoria y de los
resultados. Pan de la perseverancia. Pan para repartir a los hambrientos.
Él quiere ser perdón, para consolarnos en nuestras caídas y debilidades. Un perdón eterno,
de todo y de siempre. Mucho nos tiene que querer el que nos ha perdonado tanto.
“Perdónales, Padre, porque no saben lo
que hacen”. Si algo le salió del corazón fue esta petición a su Padre. Amén
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