2021 AÑO B
TIEMPO ORDINARIO XXXIII
En este penúltimo domingo del año litúrgico nos preparamos porque llega a su fin. Jesús nos revela que la historia, la del mundo, la mía, la tuya, está en manos de Dios y la última palabra será su triunfo.
La imágenes
catastróficas y apocalípticas no deben turbar nuestro ánimo en absoluto. En el
Evangelio Jesús nos asegura el hecho de que Él volverá un día y nos reunirá
desde los cuatro vientos; el oscurecimiento del sol y la caída de las
estrellas, es porque todo lo hace nuevo. Lo antiguo ha pasado y ahora comienza
algo nuevo, como una nueva creación desde la nada.
El universo es frágil a
pesar de su gran belleza, miremos la realidad que acontece y nos damos cuenta
que se está oscureciendo con sus 35 guerras en curso, la tierra se extingue
envenenada, interminables caravanas humanas migran a través de mares y
desiertos, no hay que esperar al final de los tiempos
Una cosa es cierta,
Jesús ama la esperanza, no el miedo: aprendamos de la higuera: cuando sus ramas
se vuelven tiernas y aparecen las hojas, decimos que el verano está cerca. Cada
brote asegura que la vida vence a la muerte. Entonces comprendemos que el
verano está cerca.
Dios está cerca, está
aquí; de una manera hermosa, vital y nueva como la primavera en el cosmos. Dios
no viene como un dedo acusador, sino como un abrazo, como un humilde brote de
vida.
El sol y la luna pasarán,
pues son el reloj del universo, la tierra se desmorona, pero sus palabras no
pasaran, y ellas son el sol que nunca se ocultará en el corazón del hombre.
Eso nos da gran
confianza pues no se perderá nada. Ningún gesto de amor será olvidado. La
venida del Señor no traerá destrucción, porque la de Jesús, hasta el final, es
una buena noticia. Nuestros pobres corazones masticados por la vida no caerán
al vacío, sino que serán recogidos por Jesús y entregados en manos del Padre. Él sabe. No se olvida. No temamos.
Esto significa que todo
esfuerzo pastoral está llamado a fructificar. No están destinados al fracaso,
aunque, aparentemente, no maduren a nuestros ojos. El broche de oro, el colofón
a lo que somos, decimos y hacemos está en ese final de los tiempos: nuestros ojos verán a Dios.
Entonces comprobaremos
el valor escondido de toda pequeña o gran acción emprendida, mantenida y
defendida en esta tierra que habitamos. Y es que, Dios, cosecha como quiere, cuando quiere y donde quiere.
Queridos hermanos Jesús
está aquí y ahora, en el universo y dentro de nuestro corazón, debemos ser nuevos brotes, empapados de cielo,
empapados en Dios. Por eso Jesús, concluye el Evangelio de hoy, nos recomienda:
Estad atentos y vigilad, porque no sabéis
cuándo …
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