2021
AÑO B TIEMPO ORDINARIO XXXII
En este domingo en la primera lectura y en el evangelio aparece un personaje peculiar, las viudas. Representan a las personas siempre dispuestas a echar una mano a quien lo necesite y con un sentido arraigado de justicia, de solidaridad y cuidado por el bienestar de las otros.
Tienen una enorme capacidad para sobrevivir en la
adversidad y desde esa experiencia han aprendido la importancia de ayudar y de
sentir y valorar la cercanía de aquellos con quienes comparten su humanidad. La
viuda de Sarepta experimentó que su generosidad tuvo su recompensa pues la orza
de harina no se vació ni la alcuza de aceite se agotó,
Jesús, sentado frente al cepillo del tesoro
del Templo observa la acción de esa mujer que se acerca a depositar su ofrenda. Una mujer sin nombre, sola, viuda, pobre. Las viudas pertenecen
a la tríada bíblica de los indefensos: viudas, huérfanos y
extranjeros. Jesús observa: su mirada es penetrante y aguda, como quien
ama y cuida la vida en todos sus detalles. Percibe en un pequeño gesto,
que prácticamente no significa nada, el destello absoluto de la presencia de
Dios; precisamente en el detalle de dos moneditas.
A continuación, convoca a sus discípulos y les
relata el testimonio de aquella viuda sencilla y su desprendida generosidad:
descubre en ella un gesto que revela su profundo amor y cómo toda su confianza
está puesta en Dios.
Esta viuda dio
nada, pero dio más que todas las demás. La medida de Dios no es
cuantitativa, sino cualitativa. Su balanza no pesa la cantidad, sino el
corazón. Esa mujer no da algo de lo superfluo, lo que le sobra, ella lo da
todo, todo lo que tiene para vivir. Se da de lleno en su relación con Dios.
No busquemos
personas santas en la vida, no busquemos personas perfectas, más bien busca
personas generosas, que dan tiempo y cariño, esos pequeños gestos están hechos
con mucho corazón. Un gesto de bondad nunca será
insignificante. Confiemos en los generosos, no en los perfectos ni en los
poderosos.
La actitud de esta
mujer viuda nos enseña que lo importante es dar con generosidad, no la cantidad
sino con el corazón. Todo lo que hacemos
da más vida o menos vida. Lo importante son esos gestos que comunican vida, que
dan su corazón con pequeños o grandes gestos, gestos de cuidado, de atención,
de amabilidad. Aunque sea solo dos pequeñas monedas, una migaja, de
bondad, de cariño, una sonrisa o una caricia, hechas con todo el corazón nos
abren el futuro más luminoso.
Aprendamos de esta paradoja: lo que tiene menos
valor, es lo más valioso. De la viuda podemos aprender la fidelidad, la bondad
y la lealtad a aquello que cree y vive. Aprendamos a mirar y ver la realidad
con los ojos de Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario