sábado, 30 de abril de 2022




















SÁBADO 30 de Abril 2022

NOVENA VIRGEN DE LOS DESAMPARADOS

DÍA SEGUNDO: SANTA MARÍA, VIRGEN Y MADRE

 

8 de Mayo FESTIVIDAD DE LA VIRGEN DE LOS DESAMPARADOS
A las 20'30h. PROCESIÓN DE LA IMAGEN DE LA VIRGEN, por el recorrido habitual.
Rogamos engalanen balcones y ventanas de las calles por donde pasará la Mare de Deu del Desamparats

 

DOMINGO 8 de Mayo
FESTIVIDAD DE LA VIRGEN DE LOS DESAMPARADOS
MISA SOLEMNE, a las 12h
(Se suprime la misa de las 11h)

 


 LUNES 2 de MAYO

LECTIO DIVINA
A las 21h. en el Convento de los Frailes Siervos de María


 

2022 AÑO C TIEMPO DE PASCUA III

 

Todo acontece en el amanecer. “Toda nuestra vida es un continuo amanecer" (María Zambrano), la luz progresivamente va creciendo. Pedro y sus compañeros regresan rendidos, han vuelto a su vida anterior. El paréntesis de esos tres años de caminos, viento, sol, palabras de vida no les renovó el corazón y volvieron a la vida cotidiana. "Pero esa noche no pescaron nada".

En ese amanecer en el lago, el milagro no está en la pesca extraordinaria, está en Pedro que salta al agua, que nada como puede, anhelando un abrazo del maestro, que le espera en esa pequeña hoguera en la orilla. Donde Jesús ha preparado un poco de comida, se ocupa de recibirlos bien, cansados como estaban.

En esa playa, alrededor del pan y el pescado, se realiza un diálogo, quizá el más hermoso del mundo. Tres preguntas muy cortas y llamativas, dirigidas a un pescador mojado como un polluelo, y el amanecer es frío; a Pedro que tiembla cerca de las brasas, temblando por el frío y por la pregunta candente: Simón de Juan, ¿me amas más que a todos?

A Jesús no le interesan los aspectos doctrinales, lo que busca son los vínculos interpersonales. Quiere saber si ha sembrado amor, sólo entonces podrá volver al Padre. Santa Teresa de Ávila, en un éxtasis, escucha: "Por un te quiero dicho por ti, Teresa, volvería a hacer el universo". Jesús quiere hacer de nuevo a Pedro, no le interesan los remordimientos, la culpa, el arrepentimiento, sino los corazones reavivados.

Esta pregunta que el Resucitado dirige a Pedro nos recuerda a todos los que nos decimos creyentes que la vitalidad de la fe no es un asunto de comprensión intelectual, sino de amor a Jesucristo.

Es el amor lo que permite a Pedro entrar en una relación viva con Cristo resucitado y lo que nos puede introducir también a nosotros en el misterio cristiano. El que no ama apenas puede entender algo acerca de la fe cristiana.

Tenemos razones que invitan a creer en Jesucristo. Pero, si lo amamos, no es por las explicaciones que nos ofrecen los teólogos, sino porque Jesús despierta en nosotros una confianza radical en él.

Cuando queremos realmente a una persona concreta, pensamos en ella, la buscamos, la escuchamos, nos sentimos cerca. De alguna manera, toda nuestra vida queda tocada y transformada por ella, por su vida y su misterio.

Por eso, creer en Jesucristo es mucho más que aceptar verdades acerca de él. Creemos realmente cuando experimentamos que él se va convirtiendo en el centro de nuestro pensar, nuestro querer y todo nuestro vivir.  Este amor a Jesús no reprime ni destruye nuestro amor a las personas. Al contrario, es justamente el que puede darle su verdadera hondura, liberándolo de la mediocridad y la mentira.

Ojalá fuéramos capaces de escuchar con sinceridad la pregunta del Resucitado: ¿me amas?

miércoles, 27 de abril de 2022

 

2022 MEDITACIÓN EUCARISTICA.

LA PASCUA Y LA FRATERNIDAD UNIVERSAL

Porque la fraternidad es el fruto de la Pascua de Cristo que, con su muerte y resurrección derrotó el pecado que separaba al hombre de Dios, al hombre de sí mismo, al hombre de sus hermanos. Pero nosotros sabemos que el pecado siempre separa, siempre hace enemistad. Jesús abatió el muro de división entre los hombres y restableció la paz, empezando a tejer la red de una nueva fraternidad. Es muy importante, en este tiempo nuestro, redescubrir la fraternidad, así como se vivía en las primeras comunidades cristianas.

Cuento sobre la fraternidad: otra forma de amistad.

Cuentan que dos hermanos que habían heredado un campo de sus padres y ambos habían construido sus casas allí, distantes unos doscientos metros.

El hermano mayor, Juan, era soltero y estaba muy feliz con su trabajo en el campo y los diversos hobbies que tenía. El hermano menor, Pablo, estaba casado y tenía dos hijos y un hija; también vivía muy feliz con su mujer y su trabajo. Los dos se dedicaban a la siembra, pero para no tener inconvenientes de ningún tipo había separado el campo en dos parcelas iguales y también guardaban el fruto de la cosecha en graneros separados.

Sin embargo, una noche, Juan pensó que la situación era injusta. Se dijo que él era soltero y no necesitaba tanto como su hermano que tenía mujer e hijos que mantener. Entonces decidió ir a su granero, llenar una bolsa grande, cargarla en sus hombros y llevarla, en el silencio de la noche hasta el granero de Pablo.

Casi al mismo tiempo, Pablo también pensó que la situación era injusta. Se dijo que él era casado y que tenía hijos que iban a cuidar de él en su vejez. Sin embargo, su hermano Juan, por ser soltero, necesitaba contar con más recursos. Entonces decidió ir a su granero, llenar una bolsa grande, cargarla en sus hombros y llevarla, en el silencio de la noche hasta el granero de Juan.

Así fue que, cada noche, protegidos por el silencio y la oscuridad, los dos llevaban una bolsa grande de granos hasta el depósito de su hermano.

Claro que, al hacer ambos lo mismo la cantidad de granos permanecía invariable sin que ellos lo percibieran. Esto fue así durante mucho, muchísimo tiempo, hasta que una noche coincidieron sus horarios y se encontraron cargando la bolsa en la mitad del trayecto.

No hizo falta que se dijeran ni una sola palabra. Juan y Pablo se dieron cuenta de inmediato lo que estaba haciendo su hermano. Dejaron caer la bolsa a un costado del camino y se dieron un fuerte y casi diría interminable abrazo.

Redescubrir cómo dar espacio a Jesús que nunca separa, siempre une. No puede haber una verdadera comunión y un compromiso por el bien común y la justicia social sin la fraternidad y sin compartir. Sin un intercambio fraterno, no se puede crear una auténtica comunidad eclesial o civil: existe sólo un grupo de individuos motivados por sus propios intereses. Pero la fraternidad es una gracia que hace Jesús.

La Pascua de Cristo hizo estallar algo más en el mundo: la novedad del diálogo y de la relación, algo nuevo que se ha convertido en una responsabilidad para los cristianos. De hecho, Jesús dijo: “En esto conocerán que todos sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Juan 13, 35). He aquí por qué no podemos cerrarnos en nuestro privado, en nuestro grupo, sino que estamos llamados a ocuparnos del bien común, a cuidar de los hermanos, especialmente de aquellos más débiles y marginados.

Solo la fraternidad puede garantizar una paz duradera, vencer la pobreza, extinguir las tensiones y las guerras y erradicar la corrupción y la criminalidad.

Que el ángel que nos dice: “ha resucitado”, nos ayude a vivir la fraternidad y la novedad del diálogo y de la relación y la preocupación por el bien común.

Que la Virgen María, que en este tiempo pascual invocamos con el título de Reina del Cielo, nos sustente con su oración para que la fraternidad y la comunión que experimentamos en estos días pascuales puedan convertirse en nuestro estilo de vida y en el alma de nuestras relaciones.

 

sábado, 23 de abril de 2022


 NOVENA VIRGEN DE LOS DESAMPARADOS

El próximo viernes día 29 de Abril dará inicio la novena a la Virgen de los Desamparados a las 19’40h

 


 

2022 AÑO C TIEMPO PASCUAL 

II. DOMINGO DE LA MISERICORDIA

 

Llevamos ocho días celebrando el acontecimiento de la Resurrección. Fue un acontecimiento que repercutió de tal manera en la Iglesia que se prolongará a lo largo de 50 días. Los que vivieron la experiencia de encuentro con Jesús resucitado, les transformó sus vidas: pasaron de vivir con miedo a exultar de alegría, de estar encerrados a sentirse enviados, de vivir en la incertidumbre a poder ver y tocar a su Señor, de no ver a creer, de creer a vivir dando testimonio.

Hoy segundo domingo de Pascua celebramos la misericordia que el Señor ha tenido con nosotros al hacernos testigos de la resurrección de su Hijo, al no pedir explicaciones a sus discípulos, acogemos su paz que nos ofrece, recibimos su Espíritu Santo y asumimos la misión de ser enviados.

No podemos olvidar que los primeros discípulos su panorama no podía ser más oscuro: su mesías, su Señor, que les había llenado de esperanza y mostrado a Dios lleno de misericordia y compasión con sus hijos, había sido crucificado, había muerto, había desaparecido: ¿Incertidumbre? ¿Miedo?

Hoy miramos a nuestro alrededor, a nuestro mundo y surgen las mismas emociones y sentimientos. O tal vez tengamos la misma tentación que aquellos discípulos: cerrar puertas y ventanas para protegernos, dejar fuera aquello que nos asusta, o no entendemos, o no compartimos.

- Pero Jesús resucitado continúa diciéndonos “Paz a vosotros”. No es solo un saludo o un buen deseo, más bien constituye el núcleo de la experiencia pascual. Una experiencia de encuentro con Jesús vivo, que libera del desencanto, del temor, que llena de alegría y, sobre todo, impulsa a vivir.

Esta es la primera consecuencia del encuentro con el resucitado, la transformación personal, no en otra persona, sino en la misma, pero con un impulso nuevo, el del Espíritu que nos saca de nuestro pequeño mundo y nos envía a los demás, a un mundo que necesita oír y vivir “paz a vosotros”.

- “Sopló sobre ellos” para transmitirles el Espíritu Santo. El mismo verbo que se utiliza en el Génesis para dar vida al hombre que Dios insufla. Así el hombre se convirtió en un ser viviente y con este nuevo soplo de Jesús el hombre es re-creado, re-animado para realizar su fe y su vida.

- El discípulo recibe una nueva misión: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Es la misma misión de Jesús que encomienda a los primeros discípulos: sanar, perdonar, anunciar el triunfo de la vida, llevar paz.

- Somos enviados sin haber visto. Y la mejor forma de saber si estamos en el camino correcto es ver si nuestra fe en Jesús cambia o no cambia nuestra vida; si nos lleva a compadecer y compartir, a trabajar por la paz y la justicia, si nos mueve a perdonar, si nos libra de la esclavitud del dinero y, en definitiva, si nos empuja a rechazar valores que ofrece esta sociedad que llamamos “civilizada” aun sabiendo que nos hace esclavos de nuestros deseos y nos deshumaniza. La contemplación de Jesús multiplica la fascinación y la adhesión hacia él, las obras nos confortan y nos reafirman en sus criterios, y la comunidad nos contagia la fe porque al vivirla en común se fortalece.

 

miércoles, 20 de abril de 2022


 DOMINGO 24 de Abril en la eucaristía de las 11h. UNCIÓN DE ENFERMOS COMUNITARIA, para ancianos, enfermos
y pendientes de intervención quirúrgica


 JESÚS RESUCITADO NUESTRA FIESTA, LA RAZÓN DE NUESTRA ESPERANZA

Alegrémonos queridos hermanos porque Jesús ha resucitado, ha vencido la muerte y la oscuridad. En esta octava de Pascua y delante de ti Señor eucaristía queremos agradecer esta oportunidad que nos ofreces de estar contigo, de sentir profundamente la alegría de la vida que tú comunicas a tu Iglesia.

Tu encendiste esta fiesta continua en el corazón del hombre. Nuestra fe viva y experiencial en Jesús resucitado convierte toda la vida del cristiano en una auténtica fiesta.

La luz de la resurrección ilumina la vida entera y le da sentido; es como el mástil central de la tienda de la fe, si se quiebra, toda la tienda se viene abajo. No se trata de una mera noticia informativa que atañe únicamente a Jesús, sino que ilumina y da sentido a nuestra existencia personal y a la historia de la humanidad entera. Jesús tú eres la Palabra última y definitiva de Dios hecha acontecimiento histórico.

A partir de tu resurrección nace la era definitiva, acontece el final de los tiempos, se produce la plena revelación del proyecto de Dios. Tu resucitaste "el primer día de la semana" y hace referencia a la creación, a la nueva creación que supone tu resurrección. Las mujeres fueron al amanecer de ese primer día, cuando aún estaba oscuro, y tu Jesús sacramentado trajiste el día a la humanidad.

Que importante es la "Pascua", tu paso de la muerte a la vida, la iglesia llamó no sólo a la Resurrección, sino también a la Navidad, a la fiesta de Reyes e incluso a Pentecostés. Los cristianos celebramos tu liberación de la muerte y del sufrimiento como garantía de nuestra propia liberación definitiva. Por eso el misterio pascual inspira e impulsa toda la espiritualidad comunitaria y personal, una espiritualidad jubilosa, esperanzada y martirial.

Lamentablemente Jesús, el espíritu pascual no es la tónica que domina entre los cristianos. Muchos están de luto y con indecible miedo a la persecución; viven como si no creyeran en la resurrección, como sí tú siguieras muerto. El tiempo pascual no dura solo unas semanas; el espíritu pascual ha de reinar todo el año.

Es verdad que tenemos que poner de relieve el doble aspecto del misterio pascual: la muerte y la resurrección. El resucitado es el crucificado. No hay resurrección sin muerte martirial, sin la inmolación del "hombre viejo", el hombre instintivo.

Porque tu resurrección Señor, no es un mero triunfo personal, sino que marca el destino de cada uno y de toda la humanidad. El destino de los miembros del cuerpo es el mismo destino de la cabeza. Tu resurrección es la utopía realizada y la garantía absoluta de nuestra glorificación. Dios Padre te dio enteramente la razón.

Tu resurrección, es explosión gloriosa del amor. Decía S. Juan "Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. No amar es quedarse en la muerte" (Jn 3,14-15). He aquí una afirmación teológica genial y profunda. El amor es la vida y la ausencia de amor es la muerte. La resurrección, la vida gloriosa, es la explosión del amor que uno lleva dentro. El amor es la semilla de la resurrección. Seremos transformados, glorificados, según la medida de nuestro amor. Celebrar Tu resurrección no es lo mismo que celebrar la exaltación de alguien a quien admiramos y queremos entrañablemente, sino que es celebrar que, gracias a tu resurrección, estás entre nosotros, actúas en nosotros, nos liberas. Es celebrar anticipadamente nuestra propia plenitud gloriosa. Cristo resucitado enciende una fiesta continua en el corazón del hombre. Tu resurrección, Señor Jesús infunde dinamismo y alegría en el vivir y en el quehacer, porque, en verdad, más vale morir por algo, como Tú, que vivir para nada. Como Tú, por la muerte, llegaremos a la vida en plenitud.

La fe en ti, Jesús resucitado hace diferente al cristianismo. No somos discípulos de un muerto. No eres un gran personaje que ha pasado a la historia; estás en la historia, haces historia. Tú no eres como los demás maestros: dejan una doctrina, marcan un camino, y se van. Tú estás con nosotros en la construcción del Reino, acompañas a cada persona, a cada familia, a cada comunidad.

Por estar resucitado has roto las categorías de tiempo y espacio, y estás cercano a todos, contemporáneo de todos. Tú nos invita a tener la experiencia de tu cercanía: Desde esta cercanía nos dices como a tus contemporáneos: "Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré". Porque de poco nos serviría que hubieras resucitado y estuvieras vivo si parecieras ausente; y de nada nos serviría que estuvieras cercano si no tenemos experiencia de tu cercanía. Amén