miércoles, 20 de abril de 2022


 JESÚS RESUCITADO NUESTRA FIESTA, LA RAZÓN DE NUESTRA ESPERANZA

Alegrémonos queridos hermanos porque Jesús ha resucitado, ha vencido la muerte y la oscuridad. En esta octava de Pascua y delante de ti Señor eucaristía queremos agradecer esta oportunidad que nos ofreces de estar contigo, de sentir profundamente la alegría de la vida que tú comunicas a tu Iglesia.

Tu encendiste esta fiesta continua en el corazón del hombre. Nuestra fe viva y experiencial en Jesús resucitado convierte toda la vida del cristiano en una auténtica fiesta.

La luz de la resurrección ilumina la vida entera y le da sentido; es como el mástil central de la tienda de la fe, si se quiebra, toda la tienda se viene abajo. No se trata de una mera noticia informativa que atañe únicamente a Jesús, sino que ilumina y da sentido a nuestra existencia personal y a la historia de la humanidad entera. Jesús tú eres la Palabra última y definitiva de Dios hecha acontecimiento histórico.

A partir de tu resurrección nace la era definitiva, acontece el final de los tiempos, se produce la plena revelación del proyecto de Dios. Tu resucitaste "el primer día de la semana" y hace referencia a la creación, a la nueva creación que supone tu resurrección. Las mujeres fueron al amanecer de ese primer día, cuando aún estaba oscuro, y tu Jesús sacramentado trajiste el día a la humanidad.

Que importante es la "Pascua", tu paso de la muerte a la vida, la iglesia llamó no sólo a la Resurrección, sino también a la Navidad, a la fiesta de Reyes e incluso a Pentecostés. Los cristianos celebramos tu liberación de la muerte y del sufrimiento como garantía de nuestra propia liberación definitiva. Por eso el misterio pascual inspira e impulsa toda la espiritualidad comunitaria y personal, una espiritualidad jubilosa, esperanzada y martirial.

Lamentablemente Jesús, el espíritu pascual no es la tónica que domina entre los cristianos. Muchos están de luto y con indecible miedo a la persecución; viven como si no creyeran en la resurrección, como sí tú siguieras muerto. El tiempo pascual no dura solo unas semanas; el espíritu pascual ha de reinar todo el año.

Es verdad que tenemos que poner de relieve el doble aspecto del misterio pascual: la muerte y la resurrección. El resucitado es el crucificado. No hay resurrección sin muerte martirial, sin la inmolación del "hombre viejo", el hombre instintivo.

Porque tu resurrección Señor, no es un mero triunfo personal, sino que marca el destino de cada uno y de toda la humanidad. El destino de los miembros del cuerpo es el mismo destino de la cabeza. Tu resurrección es la utopía realizada y la garantía absoluta de nuestra glorificación. Dios Padre te dio enteramente la razón.

Tu resurrección, es explosión gloriosa del amor. Decía S. Juan "Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. No amar es quedarse en la muerte" (Jn 3,14-15). He aquí una afirmación teológica genial y profunda. El amor es la vida y la ausencia de amor es la muerte. La resurrección, la vida gloriosa, es la explosión del amor que uno lleva dentro. El amor es la semilla de la resurrección. Seremos transformados, glorificados, según la medida de nuestro amor. Celebrar Tu resurrección no es lo mismo que celebrar la exaltación de alguien a quien admiramos y queremos entrañablemente, sino que es celebrar que, gracias a tu resurrección, estás entre nosotros, actúas en nosotros, nos liberas. Es celebrar anticipadamente nuestra propia plenitud gloriosa. Cristo resucitado enciende una fiesta continua en el corazón del hombre. Tu resurrección, Señor Jesús infunde dinamismo y alegría en el vivir y en el quehacer, porque, en verdad, más vale morir por algo, como Tú, que vivir para nada. Como Tú, por la muerte, llegaremos a la vida en plenitud.

La fe en ti, Jesús resucitado hace diferente al cristianismo. No somos discípulos de un muerto. No eres un gran personaje que ha pasado a la historia; estás en la historia, haces historia. Tú no eres como los demás maestros: dejan una doctrina, marcan un camino, y se van. Tú estás con nosotros en la construcción del Reino, acompañas a cada persona, a cada familia, a cada comunidad.

Por estar resucitado has roto las categorías de tiempo y espacio, y estás cercano a todos, contemporáneo de todos. Tú nos invita a tener la experiencia de tu cercanía: Desde esta cercanía nos dices como a tus contemporáneos: "Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré". Porque de poco nos serviría que hubieras resucitado y estuvieras vivo si parecieras ausente; y de nada nos serviría que estuvieras cercano si no tenemos experiencia de tu cercanía. Amén

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