2022 MEDITACIÓN EUCARISTICA.
LA PASCUA Y LA FRATERNIDAD
UNIVERSAL
Porque la fraternidad es el fruto de la Pascua de Cristo que, con su muerte y resurrección derrotó el pecado que separaba al hombre de Dios, al hombre de sí mismo, al hombre de sus hermanos. Pero nosotros sabemos que el pecado siempre separa, siempre hace enemistad. Jesús abatió el muro de división entre los hombres y restableció la paz, empezando a tejer la red de una nueva fraternidad. Es muy importante, en este tiempo nuestro, redescubrir la fraternidad, así como se vivía en las primeras comunidades cristianas.
Cuento sobre
la fraternidad: otra forma de amistad.
Cuentan que dos hermanos que habían heredado un
campo de sus padres y ambos habían construido sus casas allí, distantes unos doscientos
metros.
El hermano mayor, Juan, era soltero y estaba muy
feliz con su trabajo en el campo y los diversos hobbies que tenía. El hermano
menor, Pablo, estaba casado y tenía dos hijos y un hija; también vivía muy
feliz con su mujer y su trabajo. Los dos se dedicaban a la siembra, pero para
no tener inconvenientes de ningún tipo había separado el campo en dos parcelas
iguales y también guardaban el fruto de la cosecha en graneros separados.
Sin embargo, una noche, Juan pensó que la situación
era injusta. Se dijo que él era soltero y no necesitaba tanto como su hermano
que tenía mujer e hijos que mantener. Entonces decidió ir a su granero, llenar
una bolsa grande, cargarla en sus hombros y llevarla, en el silencio de la
noche hasta el granero de Pablo.
Casi al mismo tiempo, Pablo también pensó que la
situación era injusta. Se dijo que él era casado y que tenía hijos que iban a
cuidar de él en su vejez. Sin embargo, su hermano Juan, por ser soltero,
necesitaba contar con más recursos. Entonces decidió ir a su granero, llenar
una bolsa grande, cargarla en sus hombros y llevarla, en el silencio de la
noche hasta el granero de Juan.
Así fue que, cada noche, protegidos por el silencio
y la oscuridad, los dos llevaban una bolsa grande de granos hasta el depósito
de su hermano.
Claro que, al hacer ambos lo mismo la cantidad de
granos permanecía invariable sin que ellos lo percibieran. Esto fue así durante
mucho, muchísimo tiempo, hasta que una noche coincidieron sus horarios y se
encontraron cargando la bolsa en la mitad del trayecto.
No hizo falta que se dijeran ni una sola palabra.
Juan y Pablo se dieron cuenta de inmediato lo que estaba haciendo su hermano.
Dejaron caer la bolsa a un costado del camino y se dieron un fuerte y casi
diría interminable abrazo.
Redescubrir cómo
dar espacio a Jesús que nunca separa, siempre une. No puede haber una verdadera
comunión y un compromiso por el bien común y la justicia social sin la fraternidad
y sin compartir. Sin un intercambio fraterno, no se puede crear una auténtica
comunidad eclesial o civil: existe sólo un grupo de individuos motivados por
sus propios intereses. Pero la fraternidad es una gracia que hace Jesús.
La Pascua de
Cristo hizo estallar algo más en el mundo: la novedad del diálogo y de la
relación, algo nuevo que se ha convertido en una responsabilidad para los cristianos.
De hecho, Jesús dijo: “En esto conocerán que todos sois discípulos míos: si os
tenéis amor los unos a los otros” (Juan 13, 35). He aquí por qué no podemos
cerrarnos en nuestro privado, en nuestro grupo, sino que estamos llamados a
ocuparnos del bien común, a cuidar de los hermanos, especialmente de aquellos
más débiles y marginados.
Solo la
fraternidad puede garantizar una paz duradera, vencer la pobreza, extinguir las
tensiones y las guerras y erradicar la corrupción y la criminalidad.
Que el ángel
que nos dice: “ha resucitado”, nos ayude a vivir la fraternidad y la novedad
del diálogo y de la relación y la preocupación por el bien común.
Que la Virgen
María, que en este tiempo pascual invocamos con el título de Reina del Cielo,
nos sustente con su oración para que la fraternidad y la comunión que
experimentamos en estos días pascuales puedan convertirse en nuestro estilo de
vida y en el alma de nuestras relaciones.
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