2022 AÑO C TIEMPO DE CUARESMA V
Jesús está en el Templo
enseñando a los judíos. Un grupo le escucha fascinado, pues jamás hombre alguno
les había hablado como éste. De pronto, aparece en escena escribas y fariseos
arrojan en medio a una mujer, pillada en adulterio, aterrada que no osa
levantarse y ni siquiera alzar la vista. La llevan como si no fuera una persona
sino una cosa, que uno toma, lleva, llega aquí o allá, donde les conviene. Son
escribas que ponen a Dios contra el hombre, y eso es lo peor que le puede pasar
a la fe. La puesta en escena es soberbia, y la trampa mortal: le han puesto
frente a una situación dramática de la que depende la vida de una persona.
Jesús queda en silencio
y se toma su tiempo enredando en el suelo con una rama. Al final pronuncia “El que esté libre de pecado que tire la
primera piedra”. Estas palabras suyas tienen el efecto de cambiar
radicalmente el signo de la situación. ¿Pecado y piedras? Con unas palabras
claras Jesús desquicia el esquema crimen/castigo, aquel en el que basamos
nuestros miedos y gran parte de nuestros fantasmas interiores.
La diferencia radical
entre la religiosidad de Jesús y la de escribas y fariseos es abismal. Para
estos últimos lo importante es el cumplimiento de la Ley, y para Jesús lo
importante son las personas. Si la Ley no sirve para salvar, no sirve para nada.
Como ya les había dicho, “no se hizo el
hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre”.
Jesús presenta a un Dios
que no juzga por nuestros pecados, sino que nos ayuda a salir de la esclavitud
del pecado; es nuestro aliado contra el mal.
Al final sólo quedan
Jesús y la mujer, y ahora él está frente a ella, y la trata de tú a tú. Y él
habla con ella. Nadie le había hablado: Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha
condenado? Yo tampoco te condeno, vete. Y no le pide que se confiese culpable,
ni le pregunta si está arrepentida. Jesús ya no escribe en la tierra sino en el
corazón de la mujer y la palabra que escribe es: futuro.
Vete y no peques más de
ahora en adelante. Siete palabras que bastan para cambiar una vida. Lo que haya
hecho esa mujer, ya no queda nada, cancelado. De ahora en adelante: Mujer, eres
capaz de amar, aún puedes amar, pues ama bien, amar mucho. No le pregunta qué
ha hecho, le indica lo que podrá hacer. Ya no pertenece a su error, sino a su
futuro, a las semillas que sembrarán, a las personas que serán amadas.
El perdón es algo que
no libera el pasado, hace mucho más: libera el futuro. Y el posible, sólo
posible, bien del mañana cuenta más que el mal de ahora. En el mundo del
evangelio es el bien el que revoca el mal, no al revés. El perdón es un
verdadero don, el único don que ya no nos hará víctimas, ni fuera ni dentro de
nosotros.
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