2022
junio. MEDITACIÓN EUCARÍSTICA:
Rezando
el padre nuestro frente a la eucaristía
Estoy frente a ti, Señor, en esta
tarde de cielo azul y sereno. Me dispongo a rezar, después de saludarte y
empiezo:
"Padre Nuestro... me detengo
y llega hasta mi como un relámpago la escena en que tú, Jesús, les decías a
aquel grupo de hombres que habías escogido, que te seguían y que te veían orar.
Te preguntaron cómo debían orar y tú dijiste:
“Padre
nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros
tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, danos hoy
nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en tentación y líbranos
del mal” (Mt
6, 9-13)
Y añadiste:
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también os
perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco el Padre os
perdonará a vosotros.
Su comienzo es toda una maravilla
de grandeza, de fuerza, de ternura... y revelada por ti, Señor, porque sino ¿quién se atrevería a llamar PADRE, al Omnipotente, al Creador del cielo y de
la tierra, a la Divinidad, al Todopoderoso, al que dijo: "Yo Soy El que
Soy"? Pues bien, Jesús, tú que eres su Hijo, dijiste que es así como le
podemos llamar, con plena confianza, con respeto, pero con mucho amor: Padre.
También nos dices que hay que
santificar ese NOMBRE, que debemos darle todo el respeto y la gloria de que es
merecedor y después añades una petición: Que venga tu Reino, ese Reino por el
que Tú te hiciste hombre y es el que viniste a anunciar y que fue el causante
de tu muerte y nos sigues pidiendo que recordemos que es también nuestra misión
el anunciarlo.
Y lo que sigue, ¡qué bien lo
sabes tú, Jesús! Cada día, en todos los rincones de la Tierra hay alguien que
te dice, aún con lágrimas en los ojos y el corazón roto de dolor, ¡hágase tu
Voluntad! ¡Qué difícil, cómo cuesta dejar todo en tus manos y aceptar tu
Voluntad!
Y sigue otra petición: Nuestro
pan Señor que no nos falte. ¡Que todos tus hijos, sin distinción de razas y
credos, tengan el alimento de cada día, ya que a ti te preocupaba y apenaban
aquellos hombres que te seguían y no tenían que comer y que tenían hambre... y
lleno de piedad hiciste uno de los milagros más hermosos! Ahora nos toca a
nosotros luchar porque llegue el día en que no exista el hambre en esta Tierra.
Y lo más importante, que nunca
nos falte TU Pan, la Eucaristía, que siempre podamos recibirla, que aumentes
nuestra fe para amar cada día más Tu presencia en ese pequeño pedacito de Pan
donde quieres quedarte con nosotros para siempre.
Y luego, la petición de la
humildad pidiendo perdón de nuestras ofensas, pero ese perdón, lleva una
condición. ¡Ay, Jesús, esa condición, tú lo sabes porque conoces nuestro
corazón, cómo nos cuesta! Mira que le ponemos al Padre, el ejemplo de que nos
perdone "cómo nosotros perdonamos" y nosotros somos los que siempre
decimos: "¡yo eso no lo voy a perdonar, no puedo, me han hecho demasiado
daño o es una persona que no la soporto, me cae muy mal y no la voy a
perdonar!" o "yo perdono, pero... no olvido". ¡Jesús!, tú que
sabes y recuerdas que diste hasta la última gota de tu preciosa sangre para que
fuésemos perdonados y sabes también que esa es la condición del amor por nuestros
semejantes. Perdonar y olvidar, porque así es el perdón que Dios, nuestro
Padre, nos da. Y nosotros sabemos muy bien cómo es nuestro perdón...
Y terminamos pidiendo: Que no nos
dejes caer en la tentación, qué seamos fuertes para no rendirnos a los mil sortilegios
y engaños del enemigo de ese Dios que tanto nos ama y ¡líbranos del mal! Si,
líbranos de ese mal y de tantos males para que no echen raíces en nuestro
corazón, y nos puedan alejar de nuestro Padre Dios.
Bendita, como ninguna, la oración
del Padre Nuestro, que siendo tan hermosa la decimos todos los días, pero tan
rutinariamente que no le podemos dar todo el maravilloso sentido y poder que
ella encierra. Te pedimos Jesús, que la recemos despacio, con calma, con amor,
sabiendo que la dirigimos a nuestro Padre Bueno que nos escucha y nos ama. Gracias
por estar presente en la Eucaristía... gracias por Tu Pan de cada día.