ADORACIÓN EUCARISTICA:
La bailarina frustrada.
Querido amigo Jesús, estás aquí junto a nosotros
en esta eucaristía, sacramento de amor perfecto. En esta tarde queremos
reflexionar junto a ti, lo importante que es tener firmeza, convicción y
voluntad de realizar tus designios en nuestra vida. Solo tú sabes y conoces
todos nuestros pensamientos, tú conoces nuestra fe y nuestra capacidad de
asumir y coger la cruz para seguirte. Solo tú conoces nuestras flaquezas y
nuestras fuerzas. Ayúdanos siempre a caminar por los caminos que tú has trazado
y has recorridos en tu vida terrena. Escuchemos esta reflexión.
La bailarina
frustrada: Una
joven había tomado clases de ballet durante toda su infancia. Había llegado el
momento en el que se sentía lista para entregarse a la disciplina que le
ayudaría a convertir su afición en profesión. Deseaba llegar a ser primera
bailarina y quería comprobar si poseía las dotes necesarias.
Un día, cercana ya la Navidad, llegó a su ciudad una
gran compañía de ballet. Acabada la función, fue a los camerinos y habló con el
director.
- Quisiera llegar a ser una gran bailarina, le dijo.
Pero no sé si tengo el talento que hace falta.
- Hazme una demostración, le dijo el maestro.
Transcurrido apenas cinco minutos, la interrumpió
moviendo la cabeza en señal de desaprobación.
- ¡No! Lo siento, pero no tiene usted condiciones.
La joven llegó a su casa con el corazón desgarrado.
Arrojó las zapatillas de baile en un armario y no volvió a danzar nunca más. Pocos
años después se casó, tuvo tres hijos y cuando estos se hicieron un poco
mayores, se puso a trabajar en un supermercado de la ciudad.
Años después, con motivo de que el mismo director
que tiempo atrás le había dicho que no tenía condiciones para el baile,
presentaba un nuevo espectáculo en la ciudad, nuestra amiga asistió al estreno.
Acabada la función, se topó con el viejo director que ya era octogenario. Ella
le recordó la charla que habían tenido años atrás. Le mostró fotografías de sus
hijos y le comentó de su trabajo en el supermercado; y luego agregó:
- Hay algo que nunca terminé de entender. ¿Cómo pudo
usted saber tan rápido que yo no tenía condiciones de bailarina?
- ¡Ahhh! Cuando usted bailó delante de mí le dije lo
que siempre le digo a todas, le contestó el director.
- ¡Pero eso es imperdonable! Exclamó ella. ¡Arruinó
usted mi vida! ¡Yo podía haber llegado a ser primera bailarina!
- ¡No lo creo! Repuso el anciano maestro.
- Si hubieras tenido las dotes necesarias, y una
verdadera vocación para bailar, no habrías prestado ninguna atención a lo que
yo te dije.
La vida está
llena de pruebas que hemos de superar. Es la lucha continua lo que nos hace ir
superándonos; y es nuestro convencimiento, lo que nos hace mantenernos firmes
en nuestras decisiones. Si un matrimonio se separara al primer problema; si un
médico abandonara la práctica ante el primer error; si un científico abandonara
ante el primer fracaso… ¿No sería acaso signo de inmadurez, falta de vocación o
de ilusión?
El mismo Señor
nos dijo que la primera condición que habían de cumplir sus discípulos era
“renunciar a todo”, “tomar la cruz cada día” y después, “seguirle”. Como si
renunciar a todo, tomar la cruz y seguir a Cristo fuera fácil. Nuestra
bailarina probablemente había recibido de Dios las dotes para la danza, pero le
faltó la valentía y amor para superar el primer revés.
¡Cuántos
cristianos comienzan un camino de santidad, pero abandonan ante el primer o
segundo problema! Ser cristiano es mucho más difícil que ser bailarina; pero se
consigue si uno realmente ama. El amor es lo que nos hace fuertes, invencibles.
Y si ese amor está elevado por el Espíritu Santo, entonces nos hace
“todopoderosos”.
“Él me dijo: «Te basta mi gracia, porque la fuerza
se perfecciona en la flaqueza». Por eso, con sumo gusto me gloriaré más todavía
en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por lo cual me
complazco en las flaquezas, en los oprobios, en las necesidades, en las
persecuciones y angustias, por Cristo; pues cuando soy débil, entonces soy
fuerte” (2 Cor 12: 9-10).
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