2022 AÑO C TIEMPO ORDINARIO XIII
El tema que abunda hoy
en las lecturas es el del seguimiento. Pero los cristianos de hoy en día nos
preguntamos ¿Merece la pena seguir a Jesucristo? Se nos propone reflexionar
sobre las condiciones de este seguimiento que el evangelista pone en boca de
Jesús, y que resultan ser algunas de las expresiones más duras que aparecen
atribuidas a Él. Hoy aparece un seguimiento fuerte, decidido, resolutivo.
- Lucas relata el gran
viaje de Jesús hacia Jerusalén, hacia la cruz. En la primera parte de la
caminata aparece un pueblo de Samaria que se niega a aceptarlo. Entonces
Santiago y Juan, los mejores, los más cercanos, elegidos quieren usar violencia
contra esa ciudad. Jesús abre de par en par las mentes de sus amigos: muestra
que no tiene nada en contra de los seres humanos, lo acepten o no, aunque sean
herejes o enemigos, Dios nunca se venga.
Es el icono de la libertad,
incluso defiende los que no piensan como él. Defiende ese pueblo para
defendernos a todos. Para él el hombre está antes que su fe, el hombre cuenta
más que sus ideas.
"¡Vamos a otro
pueblo!" Tiene el mundo por delante, peregrina sin fronteras, un mundo de
encuentros; a la vuelta de cada camino de Samaria hay siempre una criatura a la
que escuchar, un hogar al que desear la paz; todavía un ciego al que curar,
otro pecador al que perdonar, un corazón al que vendar, un pobre al que
anunciar que es el príncipe del Reino de Dios.
- En la segunda parte
del evangelio, entran en escena tres personajes que nos representan a todos. Los zorros tienen madrigueras, los
pájaros nidos, pero yo no tengo dónde reclinar la cabeza. Pero Jesús tenía un montón
de casas de amigos felices de recibirlo para compartir el pan y los sueños. Con
la metáfora de los zorros y los pájaros, dibuja un retrato de su existencia
amenazada por la institución, expuesta. El que quiere vivir tranquilo y en paz
en su nido no puede ser su discípulo.
El que ha puesto su mano en el arado... Cada discípulo, está llamado a arar una pequeña
porción de tierra, a mirar no siempre hacia sí mismo, sino hacia los grandes
campos del mundo. Hacer surcos y nada más, tal vez incluso un surco poco
profundo, tal vez no muy recto, pero sabe que el Señor pasará entonces y
sembrará de vida los campos de la vida.
Seguir a Jesús no significa huir hacia un pasado ya
muerto, sino tratar de vivir
hoy con el espíritu que le animó a él. Como ha dicho alguien con ingenio, se
trata de vivir hoy «con el aire de Jesús» y no «al viento que más sopla». Por
eso, seguir a Jesús implica casi siempre caminar «a contracorriente», en
actitud de rebeldía frente a costumbres, modas o corrientes de opinión que no
concuerdan con el espíritu del Evangelio.
Por eso, seguir a Jesús exige estar dispuestos al
conflicto y a la cruz. Estar
dispuestos a compartir su suerte. Aceptar el riesgo de una vida crucificada
como la suya, sabiendo que nos espera resurrección. ¿Seremos capaces de
escuchar hoy la llamada siempre viva de Jesús a seguirlo?
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