2022 JUNIO MEDITACIÓN EUCARISTICA,
EL PAN
Aquí estamos querido Jesús en el santísimo sacramento del altar, junto a ti en esta tarde. Cercana ya la fiesta del Corpus, de tu cuerpo y sangre, queremos meditar esta historia sobre el pan.
Comenzó
cuando el panadero tomó una buena cantidad de masa ya preparada y la separó. Yo
formaba parte de aquella masa. Había comenzado a familiarizarme con el agua, la
sal y la levadura que me hacía crecer. Aspiraba a ser un pan grande, tierno,
esponjoso por dentro y crujiente por fuera. Cuando el panadero comenzó a
separar aquella masa en porciones muy pequeñas, abrí lentamente los ojos y
comencé a tomar conciencia de mi problema. De aquella masa comenzamos a
aparecer cientos de pequeños panecillos.
No
iba a convertirme en un pan grande, de esos que se comparten en la mesa familiar
entre la alegría y sonrisas. Cuando percibí mi tamaño real, comprendí que
tampoco servía para ser un bocadillo de esos que los niños y niñas llevan al
colegio por la mañana, con todo el cariño y preocupación de una madre.
En
aquel momento, poco antes de introducirme en el horno, asomó en mis labios una
protesta. Yo aspiraba a ser un pan grande, cocido en el horno, con los granos
perfectos para que la gente me eligiera a mí. El tiempo que pasé dentro del
horno fue de sufrimiento y frustración: ¿para qué padecer aquellos calores tan
insoportables, si mi vida iba a carecer de sentido?
Cuando
estuve cocido y preparado, me metieron junto con cientos de hermanos míos en un
saco. Todos teníamos una misma pregunta y una idéntica frustración. Ha sido en
el viaje de la panadería hasta llegar aquí cuando alguien se ha encargado de
desvelarnos el secreto.
En
el saco de transporte había un pan grande, al que todos los pequeños mirábamos
con envidia. Ha sido él quien nos ha desvelado el secreto. Ante nuestras protestas
ha comenzado a decirnos: “Cesad en vuestras quejas. Escuchad y dad gracias por
la suerte que os ha correspondido”.
¡De
verdad crees que es una suerte nacer pequeño, canijo y enclenque? Pero el pan
grande prosiguió: Esta tarde os convertiréis para un grupo de Amigos de Jesús
en signo de vida y esperanza. Se hizo un silencio entre los panecillos. Ninguno
de nosotros acertábamos a comprender qué significaban aquellas palabras.
Luego,
como quien tiene autoridad, el pan grande comenzó a explicarnos el sentido de
nuestra misión: “Esta tarde vais a convertiros en el símbolo de la eucaristía”
Algunos panecillos preguntaron: “¿Cómo será esa transformación, si sólo somos
insignificantes panecillos?”
Mirad,
prosiguió el pan grande: “Estáis hechos de harina. La harina se forma con
muchos granos de trigo molidos y unidos. Miles de pequeños gestos amasados por
la fuerza de Jesús de Nazaret. Pero no sólo eso. Seréis también imagen de los
hombres y mujeres que quieren ser granos molidos.
Granos
de trigo molidos y unidos, convertidos, día a día, en pan para los hombres que
por diversas circunstancias se han roto en pedazos. Nuestra vida comenzaba a
tener sentido. Por vez primera se dibujó una sonrisa en nuestros labios de harina.
El
pan grande siguió: Tenéis en vuestro cuerpo diminuto un poco de sal, ¿verdad?
La sal es signo de fidelidad, de aquello que dura y permanece. Los panecillos
no cabíamos de gozo. Aquellas palabras daban un sentido nuevo a nuestra vida.
El
pan grande prosiguió: Aún queda algo más, aunque tal vez nunca lleguéis a
entenderlo. Sois signo del sueño más grande que el pan haya tenido nunca. Sois
el amor de Dios presente en medio de su pueblo. Un Dios que se hace Pan para
ser comido.
Nos
pusieron en unas cestitas, nos han repartido, y ahora estamos entre tus manos.
Y aunque soy un pequeño pan, quiero compartir contigo el secreto de mi vida: Soy
harina, signo de una vida amasada por Dios. Soy grano de trigo molido formando
un único pan: signo de unidad. Soy un poco de sal, signo de una vida
compartida. Y soy finalmente, signo de un Dios Eucaristía que se hace Pan y
alimento. Si quieres que el panecillo que tienes entre tus manos adquiera todo
su sentido alimenta y déjate alimentar para que la vida de Jesús dinamice y
transforme nuestra vida en pan que se parte y reparte. Que Jesús te bendiga en
esta tarde y que Él, que quiso darse en alimento, te contagie su locura. Amén.
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