miércoles, 15 de junio de 2022


 

2022 JUNIO MEDITACIÓN EUCARISTICA, 

EL PAN

Aquí estamos querido Jesús en el santísimo sacramento del altar, junto a ti en esta tarde. Cercana ya la fiesta del Corpus, de tu cuerpo y sangre, queremos meditar esta historia sobre el pan.

Comenzó cuando el panadero tomó una buena cantidad de masa ya preparada y la separó. Yo formaba parte de aquella masa. Había comenzado a familiarizarme con el agua, la sal y la levadura que me hacía crecer. Aspiraba a ser un pan grande, tierno, esponjoso por dentro y crujiente por fuera. Cuando el panadero comenzó a separar aquella masa en porciones muy pequeñas, abrí lentamente los ojos y comencé a tomar conciencia de mi problema. De aquella masa comenzamos a aparecer cientos de pequeños panecillos.

No iba a convertirme en un pan grande, de esos que se comparten en la mesa familiar entre la alegría y sonrisas. Cuando percibí mi tamaño real, comprendí que tampoco servía para ser un bocadillo de esos que los niños y niñas llevan al colegio por la mañana, con todo el cariño y preocupación de una madre.

En aquel momento, poco antes de introducirme en el horno, asomó en mis labios una protesta. Yo aspiraba a ser un pan grande, cocido en el horno, con los granos perfectos para que la gente me eligiera a mí. El tiempo que pasé dentro del horno fue de sufrimiento y frustración: ¿para qué padecer aquellos calores tan insoportables, si mi vida iba a carecer de sentido?

Cuando estuve cocido y preparado, me metieron junto con cientos de hermanos míos en un saco. Todos teníamos una misma pregunta y una idéntica frustración. Ha sido en el viaje de la panadería hasta llegar aquí cuando alguien se ha encargado de desvelarnos el secreto.

En el saco de transporte había un pan grande, al que todos los pequeños mirábamos con envidia. Ha sido él quien nos ha desvelado el secreto. Ante nuestras protestas ha comenzado a decirnos: “Cesad en vuestras quejas. Escuchad y dad gracias por la suerte que os ha correspondido”.

¡De verdad crees que es una suerte nacer pequeño, canijo y enclenque? Pero el pan grande prosiguió: Esta tarde os convertiréis para un grupo de Amigos de Jesús en signo de vida y esperanza. Se hizo un silencio entre los panecillos. Ninguno de nosotros acertábamos a comprender qué significaban aquellas palabras.

Luego, como quien tiene autoridad, el pan grande comenzó a explicarnos el sentido de nuestra misión: “Esta tarde vais a convertiros en el símbolo de la eucaristía” Algunos panecillos preguntaron: “¿Cómo será esa transformación, si sólo somos insignificantes panecillos?”

Mirad, prosiguió el pan grande: “Estáis hechos de harina. La harina se forma con muchos granos de trigo molidos y unidos. Miles de pequeños gestos amasados por la fuerza de Jesús de Nazaret. Pero no sólo eso. Seréis también imagen de los hombres y mujeres que quieren ser granos molidos.

Granos de trigo molidos y unidos, convertidos, día a día, en pan para los hombres que por diversas circunstancias se han roto en pedazos. Nuestra vida comenzaba a tener sentido. Por vez primera se dibujó una sonrisa en nuestros labios de harina.

El pan grande siguió: Tenéis en vuestro cuerpo diminuto un poco de sal, ¿verdad? La sal es signo de fidelidad, de aquello que dura y permanece. Los panecillos no cabíamos de gozo. Aquellas palabras daban un sentido nuevo a nuestra vida.

El pan grande prosiguió: Aún queda algo más, aunque tal vez nunca lleguéis a entenderlo. Sois signo del sueño más grande que el pan haya tenido nunca. Sois el amor de Dios presente en medio de su pueblo. Un Dios que se hace Pan para ser comido.

Nos pusieron en unas cestitas, nos han repartido, y ahora estamos entre tus manos. Y aunque soy un pequeño pan, quiero compartir contigo el secreto de mi vida: Soy harina, signo de una vida amasada por Dios. Soy grano de trigo molido formando un único pan: signo de unidad. Soy un poco de sal, signo de una vida compartida. Y soy finalmente, signo de un Dios Eucaristía que se hace Pan y alimento. Si quieres que el panecillo que tienes entre tus manos adquiera todo su sentido alimenta y déjate alimentar para que la vida de Jesús dinamice y transforme nuestra vida en pan que se parte y reparte. Que Jesús te bendiga en esta tarde y que Él, que quiso darse en alimento, te contagie su locura. Amén.

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