Que no me ciegue la riqueza,
Que mi existencia no dependa de lo que aparentemente
veo,
Que no me cierre a tu presencia,
Que no viva de espaldas a las necesidades de mis
hermanos,
Que guarde la actitud del asombro que produce la fe,
Que cuide mi riqueza interior más que la exterior,
Que no me resista a vivir como quien sabe que es un
peregrino,
Que no olvide de mirar al cielo todos los días,
Que no olvide de volver mis ojos a la tierra, todos
los días.
NO SEA YO, EPULÓN, SEÑOR
Si estoy frío, calienta mi espíritu,
Si vivo de espaldas a tu Palabra, vuélveme en la
dirección adecuada.
Si soy insensible a tu llamada, háblame de nuevo.
Si estoy sordo, ábreme mi oído.
Si escucho demasiado al mundo, llévame al oasis del
silencio.
Si estoy pendiente de los mil tesoros, hazme
descubrirte como el más valioso.
NO SEA YO, EPULÓN, SEÑOR
Y cuando llegue el día de partir,
encuéntrame dispuesto.
Y cuando llegue el momento de morir,
hazme vivir en Ti.
Y cuando llegue el instante de dejarlo todo,
que sienta pena de aquello que, por falta de tiempo,
no me dio lugar a poder ofrecer.
Amén.
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