2024
CICLO B TIEMPO ORDINARIO XXXIII
Está finalizando el año litúrgico y el
Evangelio nos presenta el final de los tiempos, con un lenguaje apocalíptico y
lleno de catástrofes. Pero los que creemos en Jesús no tememos. Él anuncia su
vuelta y regreso, pero volverá cuando acabe el tiempo para juzgar a todos como
juez y salvador de todos.
El final de este tiempo lo vemos como un
momento de encuentro con Jesús, por tanto, el miedo no tendría lugar ya que nuestro
corazón se encontrará lleno de alegre esperanza en ese encuentro. Este
evangelio resaltar que, ocurra sobre lo que ocurra, la victoria de Jesucristo
sobre el mal es lo que se nos presenta y anuncia.
No
debemos sacar consecuencias atemorizadoras sobre el fin del mundo, ni pensar en
persecuciones a la fe, aunque haya momentos difíciles en algunos lugares;
quizás son momentos para purificar nuestra fe y tomar precauciones en nuestras
comunidades cristianas. Debemos percibir la actitud salvadora y protectora de
Jesús que nos acompaña en todo momento, con una llamada a la fidelidad en esas
circunstancias en sí complicadas.
No
olvidemos que los primeros cristianos también fueron llamados a la fidelidad en
tiempos difíciles y que nosotros también estamos llamados a vivir en esa
fidelidad. Y la plenitud llegará, pero será cuando el Padre Dios lo quiera.
Nuestro
último destino dependerá, en gran medida, de cómo hayamos vivido todos y cada
uno de los momentos de nuestra existencia.
Al
final del relato de la creación, Dios “vio todo lo que había hecho, y era muy
bueno”. Tal vez lo que tendríamos que hacer, sería dejarnos de especulaciones
sobre cómo será el más allá y tomar la responsabilidad que nos toca en la
marcha del más acá, porque es aquí donde tenemos que desarrollar nuestra
actividad para contribuir a hacer un mundo más bueno y humano, empezando por
ser cada uno un poco más humano cada día.
“El
cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán” nos dice al final el
evangelio, porque sólo Dios permanece para siempre y él es el que da sentido a
la existencia humana. Confiando en estas palabras de Jesús nos animamos a vivir
una vida sensata, coherente, apasionada por la humanidad y por la bondad de
todas las cosas. Todo lo malo, lo negativo tiene fecha de caducidad, solo el
bien y la generosidad permanecerán al igual que el amor.
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