sábado, 16 de noviembre de 2024


 

2024 CICLO B TIEMPO ORDINARIO XXXIII

Está finalizando el año litúrgico y el Evangelio nos presenta el final de los tiempos, con un lenguaje apocalíptico y lleno de catástrofes. Pero los que creemos en Jesús no tememos. Él anuncia su vuelta y regreso, pero volverá cuando acabe el tiempo para juzgar a todos como juez y salvador de todos.

El final de este tiempo lo vemos como un momento de encuentro con Jesús, por tanto, el miedo no tendría lugar ya que nuestro corazón se encontrará lleno de alegre esperanza en ese encuentro. Este evangelio resaltar que, ocurra sobre lo que ocurra, la victoria de Jesucristo sobre el mal es lo que se nos presenta y anuncia.

No debemos sacar consecuencias atemorizadoras sobre el fin del mundo, ni pensar en persecuciones a la fe, aunque haya momentos difíciles en algunos lugares; quizás son momentos para purificar nuestra fe y tomar precauciones en nuestras comunidades cristianas. Debemos percibir la actitud salvadora y protectora de Jesús que nos acompaña en todo momento, con una llamada a la fidelidad en esas circunstancias en sí complicadas.

No olvidemos que los primeros cristianos también fueron llamados a la fidelidad en tiempos difíciles y que nosotros también estamos llamados a vivir en esa fidelidad. Y la plenitud llegará, pero será cuando el Padre Dios lo quiera.

Nuestro último destino dependerá, en gran medida, de cómo hayamos vivido todos y cada uno de los momentos de nuestra existencia.

Al final del relato de la creación, Dios “vio todo lo que había hecho, y era muy bueno”. Tal vez lo que tendríamos que hacer, sería dejarnos de especulaciones sobre cómo será el más allá y tomar la responsabilidad que nos toca en la marcha del más acá, porque es aquí donde tenemos que desarrollar nuestra actividad para contribuir a hacer un mundo más bueno y humano, empezando por ser cada uno un poco más humano cada día.

“El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán” nos dice al final el evangelio, porque sólo Dios permanece para siempre y él es el que da sentido a la existencia humana. Confiando en estas palabras de Jesús nos animamos a vivir una vida sensata, coherente, apasionada por la humanidad y por la bondad de todas las cosas. Todo lo malo, lo negativo tiene fecha de caducidad, solo el bien y la generosidad permanecerán al igual que el amor.

 

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