Si nunca rompes un racimo de uva en el
lagar, nunca tendrás un vaso de vino sobre tu mesa.
Si nunca te arriesgas a perder, nunca te
das la oportunidad de ganar.
Si nunca afrontas la pena de partir,
nunca conocerás lo alegría del regreso.
Si nunca sufres muriéndote en la
siembra, nunca gozarás en la cosecha.
Si nunca te dueles bajo el peso de tu
culpa, nunca saborearás el alivio del perdón.
Si nunca mueles los granos de trigo, nunca
conocerás el sabor del pan.
Si nunca afrontas el miedo de dejar de
ser como eres, nunca descubrirás la alegría de ser como puedes ser.
Si nunca estás dispuesto o dejar todo lo
que tienes, nunca sentirás que lo tienes libremente.
Si nunca estás dispuesto o morir por una
causa, nunca sabrás para qué vives.
Si nunca desafías tu pena, y dejas de
reír para llorar, nunca conocerás la dicha del que deja de llorar para reír.
Si nunca te arriesgas o cruzar el río,
nunca sabrás lo que te aguarda en la otra orilla.
Arriésgate a amar.
Amén
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