2021 MEDITACIÓN EUCARÍSTICA:
SOMOS PASCUA
Ante tu eucaristía nos sentimos herederos de la Pascua, de una Pascua a la que solo se llega desde la cruz. La Pascua es el Calvario y la cruz es la gloria. La muerte es la resurrección. El fracaso es la victoria. El dolor es el gozo. La angustia es la satisfacción. Es preciso saber morir a tantas pequeñas muertes cotidianas del hombre viejo para poder resucitar. Muriendo se resucita a la vida eterna. Dejar que la Pascua nos transforme:
La
resurrección de Jesucristo es la clave de bóveda de nuestra fe. Ha resucitado
realmente. Es cierta y verdadera su resurrección como lo fue su vida, su
pasión, su cruz y su muerte. Y al igual siempre que su cruz siempre nos llama a
la compunción, a la emoción, a la admiración y al agradecimiento, lo mismo su
resurrección, tan auténtica una como la otra.
Hemos vivido
el misterio de la cruz de Cristo. No hay dicotomía entre el Cristo Crucificado
y el Cristo Resucitado. Para ello es preciso hallar el equilibrio entre la cruz
y la gloria. No hay Pascua sin Viernes Santo. Entonces la resurrección tendrá
consecuencias en nuestra vida, comprendiendo progresivamente la resurrección a
la luz de la vida de Cristo y recorriendo nuestra vida a la luz de esta
resurrección, a cuya “escuela” hemos de acudir cada día, humilde, gozosa y
esperanzadora.
Tu Pascua
Señor nos invita a una actitud de novedad. Somos panes nuevos. Esta actitud
consiste en saber ver y juzgar con ojos y corazón nuevos. Queremos ver con el
corazón como tú lo haces.
Es una actitud
de confiada, esperanzada y contagiosa alegría. La alegría es la característica
de la Pascua. La alegría es el grito, el clamor de los testigos del sepulcro
vacío y del Señor Resucitado. Se trata de una alegría exultante y a la vez
serena, de una alegría contagiosa y expansiva, de una alegría confiada y
esperanza. El “aleluya” de la Pascua es etimológica y conceptualmente alegría.
¡Claro que hay en la vida y en nuestra vida motivos para el pesar y la
tristeza! Los hay, sí, pero, ante todo y, sobre todo, ha de haberlos para la
esperanza y la alegría. Cristo ha resucitado. Tiene sentido la vida. Tiene
sentido nuestra fe. Esta alegría nadie podrá arrebatarla.
También la Pascua
tiene como lección primera la escucha atenta, constante y orante de la Palabra
de Dios. Haznos Señor Resucitado regresar una y otra vez a la Biblia. Es la
fuente, el sustrato y el nutrimento capital de nuestra fe y de nuestra vida. La
Palabra de Dios es siempre viva y eficaz, actual, interpeladora, pensada para
ti, para mí y para todos. La Palabra de Dios es la gran pedagoga, la gran
educadora de nuestros ojos y de nuestro corazón. Es la gran maestra y
descubridora de la Pascua.
Señor
eucaristía purifica nuestra mirada y nuestro corazón, enséñanos a mirar “más
arriba”, a buscar las “cosas de allá arriba”, donde tú estás. No nos
conformemos con los que prometen continuamente el paraíso en la tierra y no nos
dejemos engañar pensando que estamos a un tris de hallar aquí, en esta tierra,
la felicidad y la plenitud. El primer paraíso terrenal, la serpiente engañó al
primer hombre y a primera mujer en la manzana del árbol de la vida, del árbol
del bien y del mal. No hay más árbol de la vida que el árbol de cruz. En
Jesucristo crucificado hallamos el Bien, el único bien vivo y verdadero. Y la
tentación y los tentadores son el mal. No nos confundamos y no nos dejemos
confundir.
Señor en esta
tarde te esta semana de pascua te pedimos que renueves nuestra fe, un
cristianismo renovado, vigoroso, robustecido, confesante y apostólico que,
nutrido de la Palabra de Dios, se abre y se recicla continuamente en la oración
y los sacramentos. Para “buscar más allá arriba”, donde está Cristo el Señor,
necesitamos rezar, fortalecer nuestra vida interior, revitalizar nuestras
raíces cristianas, ahondar en la verdadera y propia identidad de nuestra fe y
de nuestra Iglesia en y desde la comunión, sintiéndonos orgullosos de
pertenecer a ella.
Nadie da lo
que no tiene. Solo transformados nosotros mismos podremos ser levadura nueva de
transformación para nuestra humanidad. Cristo Resucitado nos llama a ser sus
testigos. Jesús déjate encontrar en esta Pascua, sabemos que estás ahí, incluso
en nuestras llagas y en las llagas de una humanidad dolorida y anhelante de
salvación. Queremos servirlos tomando fuerza en tu eucaristía, en tu pan partido
y repartido para la vida del mundo. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario