miércoles, 21 de abril de 2021


MEDITACIÓN EUCARISTICA, 

El gol más importante

En esta tarde estamos aquí Jesús eucaristía, cerca de ti para sentir tu vida resucitada, nueva y renovada para vibrar contigo y asumir tu presencia continuamente en nuestra vida. Necesitamos tanto de ti, de saber que nunca nos abandonas y que siempre estás de nuestro lado y nos observas y nos miras con cariño y misericordia. Hoy queremos sentir tu pascua y vivirla delante de ti y delante de los hermanos, con especial esfuerzo de florecer tantos rincones muertos de nuestro corazón y reverdecer de nuevo y solidarizarnos con todos los hombres y mujeres que necesitan de nuestro testimonio y ayuda.

Esta historia nos ayudará a sabernos permanente delante de ti y que tú nos acompañas a pesar de todas las circunstancias de la vida:

El gol más importante

Miguel era un muchacho a quien le gustaba mucho el fútbol. De hecho, pertenecía a un club muy popular en su barrio. Siempre que su equipo jugaba se veía al padre de Miguel en las tribunas, alentando al equipo de su hijo.

Sin embargo, había un detalle: el entrenador nunca consideraba a Miguel como titular y las pocas veces que lo hacía saltar al campo, él jugaba con desgana y mal. A pesar de eso, Miguel siempre iba acompañado de su padre a los partidos y siempre se veía a su padre como el más entusiasta de los hinchas.

Sucedió que un día antes del partido más importante de esa temporada, el padre de Miguel cayó enfermo y no pudo asistir. El entrenador recibió una llamada y se dirigió hacia Miguel triste. Necesito hablar contigo un momento, le dijo. Tu padre entró en coma cerebral y me acaban de decir que ha muerto en brazos de tu madre.

Al escuchar esto Miguel se puso a llorar desconsoladamente.

Tienes que ser fuerte muchacho, le decía el entrenador.

De pronto, retirando las manos del rostro, con voz serena y lágrimas en los ojos, pero con una gran determinación, Miguel le dijo al entrenador:

- Quiero jugar este partido. Quiero que me deje jugar, aunque sea unos minutos.

Esa tarde Miguel no falló un pase. Fue una muralla infranqueable. Tan bien jugó que el entrenador lo mantuvo en el campo todo el partido. Incluso marcó el gol que dio la victoria a su equipo.

Las tribunas enloquecieron coreando su nombre. Fue sin duda, el partido de su vida. Al final del encuentro, y ya cuando todos los jugadores se habían retirado a celebrar el triunfo, el entrenador encontró a Miguel en el campo mirando hacia la tribuna en donde tantas veces se había sentado su padre para animar a su equipo. Al acercársele, notó que el muchacho, aunque con lágrimas en los ojos, miraba hacia la tribuna fijamente,

Hoy has jugado como nunca te he visto jugar, ¿por qué quisiste jugar esta tarde, Miguel?

Miguel miró al entrenador y le dijo:

- Mire, muchas veces usted vio a mi padre sentado en la tribuna ¿verdad?

- Sí, siempre venía para animar al equipo, aunque supiera que tú no ibas a jugar.

- No señor -le interrumpió Miguel- Mi padre no sabía que yo no jugaba. Mi padre era ciego, señor. Por eso cuando me tocaba jugar, yo no jugaba bien porque sabía que él, a pesar de estar en la tribuna, no me veía. Sin embargo, esta tarde yo sí sabía que él me estaba mirando desde el cielo, por eso, yo me esforcé mucho para que él me viera jugar bien.

Gracias por haber permitido que mi padre me viera jugar al fútbol por primera vez…

Desde ese día, Miguel no dejó nunca de jugar un partido y siempre que convertía un gol, se acercaba a la tribuna donde se sentaba su padre, mirando y levantando las manos hacia el cielo.

Ojalá sintiéramos que en el partido de la vida nuestro Padre Dios está siempre mirándonos y acariciándonos con su ternura y con su misericordia. Ojalá fuéramos capaces de mirar a las personas no con los ojos, sino mirarlas con el corazón. Es una cuestión importante en la vida ¡No defraudes a nuestro Dios ni a lo hermanos, jugando a ser una persona mediocre y desganada!

 

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