domingo, 4 de abril de 2021


2021 AÑO B DOMINGO DE PASCUA

 

La mañana de la Pascua fue una mañana de sorpresas para los amigos de Jesús. Anoche, Marcos nos hablaba de un grupo de mujeres preocupadas por quién les ayudaría a mover la losa que cubría el cuerpo del Señor. Pero la losa estaba ya corrida. Y un joven les anunciaba que había resucitado.

Hoy son Pedro y Juan que van corriendo hasta el sepulcro y lo ven tal como las mujeres habían dicho. Comprobaron que sucedió lo que el propio Jesús les había anunciado: que resucitaría de entre los muertos. Juan vio y creyó. Los relatos de la tumba vacía son una forma muy bella de expresar que, de ahora en adelante la única reliquia de Jesús es la comunidad cristiana.

Una comunidad que no nació de una ilusión colectiva, sino de la experiencia compartida de que Jesús ha resucitado. Fue una experiencia que tuvo su proceso. No excluyó el miedo de las mujeres, las dudas de Tomás o el desánimo de los de Emaús. Él sigue caminando con ellos, comiendo con ellos, regalándoles su presencia y su palabra y convocándoles a su misión, la de anunciar que la muerte no ha interrumpido la historia, sino que la ha transformado.

María Magdalena expresa su desconcierto; Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Los cristianos sabemos “donde le han puesto”: donde dos tres se reúnen en su nombre ahí está Él. Jesús está donde hay vida y ganas de vivir y compromisos para que vivamos todos.

La Pascua que repetimos no es sólo un rito anual con el que romper la monotonía de lo cotidiano. Es rememorar los orígenes de nuestra fe desde la experiencia de que, como Él, hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos.

Jesús resucitado, tenía razón.

- Es verdad cuanto nos ha dicho de Dios. Ahora sabemos que es un Padre fiel, digno de toda confianza. Un Dios que nos ama más allá de la muerte. Sabemos que no nos defraudará.

- Ahora sabemos que Dios es amigo de la vida. Ahora empezamos a entender mejor tu pasión por una vida más sana, justa y dichosa para todos. Ahora comprendemos por qué anteponías la salud de los enfermos a cualquier ley o tradición religiosa.

Celebramos la Pascua renovando la fe y el amor hacia este Dios que no es un Dios de muertos, sino de vivos. Y volcando nuestro amor, cuidado y compañía, hacia aquellos que aun sufriendo los vestigios de la muerte aspiran a una vida en plenitud.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario