2021 AÑO B TIEMPO DE PASCUA II
Los discípulos estaban encerrados en la casa por miedo. Miedo a los líderes judíos, a los guardias del templo, a la muchedumbre voluble, a los romanos, a sí mismos. Y, sin embargo, viene Jesús. Esa casa de puertas cerradas donde falta el aire de la libertad y donde se respira miedo e incomodidad, ahí mismo viene Jesús.
Vuelve a presentarse ocho días después. Y siglos
después sigue aquí, frente a nuestras puertas cerradas, viene a traernos la paz
y la fuerza de su Espíritu. Qué fantástico es nuestro Dios: No acusa, no
reprocha, no abandona, sino que se presenta en medio de los discípulos y les
vuelve a proponer, les comunica su paz y su fuerza porque no le habían
entendido, y están paralizados por el miedo.
Dios es así, acompaña con infinita delicadeza la fe
lenta de su pueblo, al que no pide ser
perfecto, sino auténtico; no que estén impecables,
sino que estén disponibles. Y se
vuelve hacia Tomas, que nos representa a todos: le enseña manos y el costado.
La resurrección no cerró los agujeros
de los clavos, no eliminó las heridas,
como hubiéramos esperado. Porque la cruz no es un simple accidente que hay que
superar y olvidar; es la expresión más
alta del amor, del arte del amor divino. Es precisamente por esos agujeros
en sus manos y en su costado que Dios lo levantó, y no a pesar de ellos: sus
heridas son su carta de amor. Jesús no quiere forzar a Tomás, respeta su
cansancio y sus dudas, conoce los tiempos de cada uno, conoce la complejidad del
vivir.
Si al final Tomas lo tocó o no, no importa. Lo
importante es lo que expresó: Señor mío y Dios mío, Tomas repite
ese pequeño adjetivo "mío" que lo cambia todo. Mío no de posesión, sino de pertenencia: mantenme en ti. Mío, como
el corazón, como el aliento, sin ellos no existiríamos.
El don de Jesús resucitado es la paz: paz
a vosotros. Tres veces repite Jesús paz a vosotros». No es el saludo
habitual entre los judíos (shalom alekem) y árabes (salam aleikun), es un deseo
más profundo, es un estado de ánimo, tal como manifestó en la última cena: “La
paz os dejo, os doy mi paz, y no como la da el mundo. No os turbéis ni os
acobardéis”. En estos momentos tan duros para los discípulos, el saludo
de Jesús les desea y comunica esa paz que él mantuvo durante toda su vida y
especialmente durante su pasión.
Después viene la alegría de los discípulos y la misión.
“Como el Padre me ha enviado, así os
envío yo”. Tal como hemos escuchado en los Hechos: El grupo de los creyentes tenía un solo
corazón y una sola alma… Los apóstoles daban testimonio de la
resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado.
Bienaventurados
los que creen sin haber visto. Es una fe basada no
solamente en la razón sino en el instinto, en el corazón y en la emoción.
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