2022
AÑO C TIEMPO ORDINARIO XVI
Ya desde la primera lectura, y bajo la encina de
Mambré, Abrahán, enseña cómo ha de ser la acogida a todo aquél que llega, que
siempre será creatura (hechura) de Dios, y por tanto conlleva acoger al mismo
Dios.
El mayor y mejor ejemplo de acogida, y de sentirse
acogido es el de Jesús en el evangelio de este domingo. Marta y María, símbolos
de la hospitalidad y escucha, ejemplifican y animan a acoger, a dar hogar a los
que se acerquen y no dejarlos pasar de largo.
Cada eucaristía ha de ser para el cristiano apertura
a la palabra de Dios con la misma actitud de María, y con la misma diligencia
que Marta, Abrahán y Sara. En nuestro tiempo son muchos los que buscan la
hospitalidad en lugares distintos a los de su nación o de nacimiento.
El seguidor de Jesús ha de tener actitudes similares
a las dos hermanas, de generosidad dentro del contexto del amor a Dios, de
servicio y de escucha. De servicio para hacer de la acogida signo de
hospitalidad, y de escucha, signo de resolución de los problemas de aquellos
que se acerquen.
Dios está deseoso que sus hijos se hospeden en su
tienda para convivir todos unidos para ser símbolo de hogar abierto y acogedor,
que facilita el conocimiento del otro y la comprensión de quien es distinto en
el pensar, sentir e incluso obrar.
Todo ser necesita la atención del amor, amasada con
las actitudes de Marta y María, como lo hicieron con Cristo. Cuando así se
actúa, el discípulo siente y vive la paz y la calma interior, y experimenta el
valor del amor oblativo, gratuito.
Por lo general, cuando las personas comparten mesa y
mantel y además disfrutan de tiempo de esparcimiento o entretenimiento,
alcanzan a entenderse y apreciarse mejor entrambos. A menudo, las buenas
relaciones, laborales y de comunicación efectiva, dan frutos propios la
hospitalidad. Comida y comensalidad han de ir de la mano.
Los ejemplos de confianza de los tres personajes
evangélicos (María-Marta-Lázaro) con el que llega dándole posada, es hacer
realidad las obras de misericordia; tanto corporales como espirituales. En este
tiempo de estío, dar un vaso de agua fresca al sediento, al inmigrante o
refugiado, que pase por delante de nuestra tienda, será signo de madurez
cristiana en la vida en Cristo y manifestación de que en Él reside nuestra
esperanza. Recordemos las palabras de Cristo: el que a vosotros os recibe a mí me recibe.
Marta, la generosa, está en su cocina, atizando el
fuego, revisando las ollas, levantándose, yendo de un lado para otro, ocupada
por todos. María se sentó a escuchar a Jesús. Un hombre con olor a cielo y una
mujer, sentados muy juntos. Las dos hermanas trazan los pasos de la verdadera
fe: pasar de la agitación de lo que debo hacer por Dios, al asombro de lo que
Él hace por mí. En nuestro interior las dos hermanas se dan la mano; sus dos
corazones laten: el corazón de la escucha y del servicio.
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