2022 AGOSTO MEDITACIÓN
EUCARISTICA: Quiero comprar un milagro.
Delante de ti
Jesús eucaristía nos encontramos para buscar un poco más de fe que llene
nuestra vida de esperanza. Constatamos que con el paso de los años dejamos de
tener la fe que tienen los niños, los inocentes, los sencillos y humildes. Nos
complicamos y buscamos respuestas lógicas y concretas y a veces solo basta
confiar. Si confiar en tu amor y dejarnos arrastrar por él, sintiéndolo muy
profundamente de nuestro ser, no intentándolo comprender y explicar. Esta es la
historia de la niña que quería “comprar un milagro”.
Quiero comprar un milagro: Teresa era una niña de ocho años.
Un día escuchó a su madre y a su padre hablar acerca de su hermanito Andrés que
estaba muy enfermo y que su familia no tenía dinero para pagar el tratamiento.
Planeaban mudarse a otro apartamento el siguiente mes porque su padre no tenía
el dinero para pagar las facturas del médico y la hipoteca de la casa. Solo una
operación costosísima podría salvar a Andrés y su padre estaba gestionando un préstamo,
pero no lo conseguían.
Escuchó a su padre murmurarle a su madre, quien tenía
los ojos llenos de lágrimas: Solo un milagro puede salvarlo.
Teresa fue a su cuarto y sacó un cerdito que le
servía de hucha y que mantenía escondido en el armario de la ropa. Rompió el
cerdito y vació todo su contenido en el suelo para contarlo cuidadosamente. Lo
contó una segunda vez, ¡una tercera! No había margen para errores. Luego colocó
todas las monedas en un frasco, lo tapó y salió por la puerta trasera de su
casa y caminó seis calles hasta la farmacia.
Esperó su turno. El farmacéutico, que estaba ocupado
hablando animadamente a un señor no le prestó ninguna atención. Entonces ella,
sacando una moneda del frasco golpeó el mostrador.
- ¿Qué deseas? le preguntó el farmacéutico en un
tono desagradable.
Y le dijo sin esperar respuesta:
- ¿No ves que estoy hablando con mi hermano que
acaba de llegar de Chicago y no lo he visto en años?
- Bueno, yo quiero hablarle también acerca de mi
hermano, le contestó Teresa en el mismo tono. Está muy enfermo y quiero comprar
un milagro.
- ¿Qué dices? dijo el farmacéutico.
- Su nombre es Andrés y tiene algo creciéndole
dentro de la cabeza y mi padre dice que sólo un milagro lo puede salvar. Así que,
¿cuánto cuesta un milagro?
- Aquí no vendemos milagros, pequeña. Lo siento,
pero no te puedo ayudar, le contestó el farmacéutico; ahora en un tono más
dulce.
- Mire, yo tengo el dinero para pagarlo. Si no es
suficiente, conseguiré el resto. Sólo dígame cuánto cuesta.
El hermano del farmacéutico era un hombre elegante.
Se inclinó y le preguntó a la niña: ¿Qué clase de milagro necesita tu
hermanito?
- No lo sé, contestó Teresa con los ojos llorosos.
Sólo sé que está bien enfermo y necesita una operación. Pero mi papá no puede
pagarla, así que yo quiero usar mi dinero.
- ¿Cuánto dinero tienes? le preguntó el hombre de
Chicago.
- Un euro con once céntimos, contestó Teresa en una
voz que casi no se entendió. Es todo lo que tengo, pero puedo conseguir más si
lo necesita.
- Pues que coincidencia, dijo el hombre sonriendo,
es justo el precio de un milagro. Tomó el dinero y le dijo a la niña: Llévame a
tu casa, a ver a tu hermano y conocer a tus padres. Yo tengo el milagro que tú necesitas.
Ese hombre era el Dr. Carlton Armstrong, un cirujano
especialista en neurocirugía. Realizó la operación sin costo y en poco tiempo
Andrés estaba de regreso en casa y con salud.
Los padres de Teresa hablaban felices de las
circunstancias que llevaron a este doctor hasta su puerta. Esa cirugía, -dijo
su madre- fue un verdadero milagro. Me pregunto cuánto habría costado.
Teresa sonrió. Ella sabía exactamente cuánto costaba
un milagro, un euro con 11 céntimos, más la fe de una pequeña.
Señor tu
dijiste “En verdad os digo que, si tuviereis fe como un grano de mostaza,
diríais a este monte: Vete de aquí allá, y se iría, y nada os sería imposible”
(Mt 17, 20). Amén