2022 AGOSTO.
MEDITACIÓN
EUCARISTICA, CONOCER A DIOS
En esta tarde calurosa de verano estamos aquí delante de ti Señor sacramentado para sentir que tú nos acompañas siempre en el camino de nuestras vidas. A pesar de las circunstancias que nos puedan rodear, a pesar de los momentos de dificultad que podamos pasar, a pesar de los inconvenientes y obstáculos que debamos superar tu siempre estarás a nuestro lado. Tú te haces siempre el encontradizo y nos aseguras que no nos abandonarás nunca y que tu mano siempre está tendida para que la cojamos y caminos junto a ti. Escuchemos esta bonita historia que nos recuerda la posibilidad del encuentro permanente con Dios en cualquier lugar y e cualquier persona.
CONOCER A DIOS: Había una vez un niño pequeño que quería conocer a
Dios. Como sabía que el viaje hasta su casa sería largo, puso en su mochila varios
paquetes de bizcochos y seis latas de gaseosa. Así inició la marcha.
Después de recorrer dos o tres manzanas de edificios,
vio a una anciana que estaba sentada en el parque, contemplando a algunas
palomas. El niño se sentó junto a ella y abrió la mochila. Cuando iba a tomar
un sorbo de gaseosa, se dio cuenta de que ella tenía cara de hambre, por lo que
le ofreció un bizcocho. Ella se lo aceptó con gratitud, sonriente. Su sonrisa
era tan bella que, por verla otra vez, el niño le ofreció una gaseosa. La
anciana volvió a sonreír. ¡El chico estaba encantado!
Toda la tarde estuvieron allí, comiendo, sonrientes,
sin decir palabra.
Al oscurecer, el niño, sintiéndose muy cansado, se
levantó para irse, pero apenas hubo andado unos pasos giró en redondo y corrió
hacia la anciana para darle un abrazo. Ella le dedicó la mejor de sus sonrisas.
Poco después, cuando abrió la puerta de su casa, la
madre se mostró sorprendida ante su expresión de felicidad.
- ¿Qué has hecho hoy que te sientes tan feliz? le
preguntó.
- Almorcé con Dios. Antes de que su madre pudiera
replicar, el niño agregó:
¿Sabes una cosa? ¡Ella tiene la sonrisa más bella
que puedas imaginar!
Entretanto, la anciana también había regresado a su
casa, radiante de alegría. Asombrado por la expresión de paz que irradiaba, el
hijo le preguntó:
- Madre, ¿qué has hecho hoy que pareces tan feliz?
- Comí bizcochos con Dios en el parque. Y antes de
que su hijo le respondiera, agregó:
¡Es mucho más joven de lo que yo esperaba!"
Querido Jesús
sacramentado, esta historia nos muestra que podemos encontrarnos contigo y con
Dios Padre en todos los lugares y rostros. Desafortunadamente, muchos de
nosotros pasamos la vida buscando una visita de Dios, una señal, pero estamos
muy ocupados para reconocerlo.
Cuantas
personas y circunstancias nos hemos encontrado a lo largo de nuestra vida, y al
igual que el niño y la viejecita, hemos visto a Dios en ellas. Seguramente son
más de las que pensábamos.
Te pedimos
Señor en esta tarde eucarística que nos ayudes a ser luz para los demás, signos
eficientes y eficaces de tu presencia en medio de este mundo fragmentado y
dividido. Un mundo lleno de odios, violencia y desastres. Un mundo lacerado y llagado
que necesita ser recompuesto y sanado.
Ayúdanos a que
nuestros ojos puedan ser los tuyos. Que nuestro abrazo transmita tu fuerza. Que
nuestra sonrisa te acerque a los otros. Que nuestras manos lleven tus caricias.
Que nuestros pies abran caminos hacia Ti.
Ayúdanos a que
nuestra presencia deje entrever, aunque sólo sea por un rato, la parte de
nuestra vida que Tú habitas.
Ayúdanos,
Señor, a ser luz para los demás. Amén
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