miércoles, 10 de agosto de 2022


 2022 AGOSTO MEDITACIÓN EUCARISTICA: Quiero comprar un milagro.

 Delante de ti Jesús eucaristía nos encontramos para buscar un poco más de fe que llene nuestra vida de esperanza. Constatamos que con el paso de los años dejamos de tener la fe que tienen los niños, los inocentes, los sencillos y humildes. Nos complicamos y buscamos respuestas lógicas y concretas y a veces solo basta confiar. Si confiar en tu amor y dejarnos arrastrar por él, sintiéndolo muy profundamente de nuestro ser, no intentándolo comprender y explicar. Esta es la historia de la niña que quería “comprar un milagro”.

Quiero comprar un milagro: Teresa era una niña de ocho años. Un día escuchó a su madre y a su padre hablar acerca de su hermanito Andrés que estaba muy enfermo y que su familia no tenía dinero para pagar el tratamiento. Planeaban mudarse a otro apartamento el siguiente mes porque su padre no tenía el dinero para pagar las facturas del médico y la hipoteca de la casa. Solo una operación costosísima podría salvar a Andrés y su padre estaba gestionando un préstamo, pero no lo conseguían.

Escuchó a su padre murmurarle a su madre, quien tenía los ojos llenos de lágrimas: Solo un milagro puede salvarlo.

Teresa fue a su cuarto y sacó un cerdito que le servía de hucha y que mantenía escondido en el armario de la ropa. Rompió el cerdito y vació todo su contenido en el suelo para contarlo cuidadosamente. Lo contó una segunda vez, ¡una tercera! No había margen para errores. Luego colocó todas las monedas en un frasco, lo tapó y salió por la puerta trasera de su casa y caminó seis calles hasta la farmacia.

Esperó su turno. El farmacéutico, que estaba ocupado hablando animadamente a un señor no le prestó ninguna atención. Entonces ella, sacando una moneda del frasco golpeó el mostrador.

- ¿Qué deseas? le preguntó el farmacéutico en un tono desagradable.

Y le dijo sin esperar respuesta:

- ¿No ves que estoy hablando con mi hermano que acaba de llegar de Chicago y no lo he visto en años?

- Bueno, yo quiero hablarle también acerca de mi hermano, le contestó Teresa en el mismo tono. Está muy enfermo y quiero comprar un milagro.

- ¿Qué dices? dijo el farmacéutico.

- Su nombre es Andrés y tiene algo creciéndole dentro de la cabeza y mi padre dice que sólo un milagro lo puede salvar. Así que, ¿cuánto cuesta un milagro?

- Aquí no vendemos milagros, pequeña. Lo siento, pero no te puedo ayudar, le contestó el farmacéutico; ahora en un tono más dulce.

- Mire, yo tengo el dinero para pagarlo. Si no es suficiente, conseguiré el resto. Sólo dígame cuánto cuesta.

El hermano del farmacéutico era un hombre elegante. Se inclinó y le preguntó a la niña: ¿Qué clase de milagro necesita tu hermanito?

- No lo sé, contestó Teresa con los ojos llorosos. Sólo sé que está bien enfermo y necesita una operación. Pero mi papá no puede pagarla, así que yo quiero usar mi dinero.

- ¿Cuánto dinero tienes? le preguntó el hombre de Chicago.

- Un euro con once céntimos, contestó Teresa en una voz que casi no se entendió. Es todo lo que tengo, pero puedo conseguir más si lo necesita.

- Pues que coincidencia, dijo el hombre sonriendo, es justo el precio de un milagro. Tomó el dinero y le dijo a la niña: Llévame a tu casa, a ver a tu hermano y conocer a tus padres. Yo tengo el milagro que tú necesitas.

Ese hombre era el Dr. Carlton Armstrong, un cirujano especialista en neurocirugía. Realizó la operación sin costo y en poco tiempo Andrés estaba de regreso en casa y con salud.

Los padres de Teresa hablaban felices de las circunstancias que llevaron a este doctor hasta su puerta. Esa cirugía, -dijo su madre- fue un verdadero milagro. Me pregunto cuánto habría costado.

Teresa sonrió. Ella sabía exactamente cuánto costaba un milagro, un euro con 11 céntimos, más la fe de una pequeña.

Señor tu dijiste “En verdad os digo que, si tuviereis fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Vete de aquí allá, y se iría, y nada os sería imposible” (Mt 17, 20). Amén

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