domingo, 14 de agosto de 2022

2022 AÑO C 

SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN 

DE LA VIRGEN MARÍA

Cuando el hombre puso un pie en la Luna, se dijo una frase que se hizo famosa: “Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”. De hecho, la humanidad había alcanzado un hito histórico.

Pero hoy, en la Asunción de María al Cielo, celebramos una conquista infinitamente más grande. La Virgen ha puesto sus pies en el paraíso: no solo en espíritu, sino también con el cuerpo, toda ella. Este paso de la pequeña Virgen de Nazaret ha sido el gran salto hacia delante de la humanidad.

Que una mujer de nuestra raza, como nosotros viva en el Cielo con plenitud nos da esperanza. Porque entendemos que somos valiosos, destinados a resucitar. Dios no dejará desvanecer nuestro cuerpo en la nada. ¡Con Dios nada se pierde!

En María se alcanza la meta y tenemos ante nuestros ojos la razón por la que caminamos: no para conquistar las cosas de aquí abajo, que se desvanecen, sino para conquistar la patria de allá arriba, que es para siempre.

Hoy en el evangelio, en la visitación de María a su prima Isabel, la virgen proclama: engrandece mi alma al Señor. Engrandecer literalmente significa “hacer grande”. Engrandece al Señor y no los problemas. Muchas veces nos dejamos vencer por las dificultades y absorber por los miedos. La Virgen no, porque pone a Dios como primera grandeza de la vida. De aquí surge la alegría: no de la ausencia de los problemas, que antes o después llegan, sino que la alegría nace de la presencia de Dios que nos ayuda, que está cerca de nosotros. Porque Dios es grande. Y, sobre todo, Dios mira a los pequeños.

Hoy vemos claro que Dios ama a los pequeños, sobre todo con el don inesperado de la vida: María es virgen y se queda embarazada; e Isabel, que era anciana, espera un hijo. El Señor hace maravillas con los pequeños, con quien no se cree grande, sino que da gran espacio a Dios en la vida.

La Asunción de María a los cielos es una invitación a que miremos más al cielo, para ser conscientes de que la vida terrena no es el final del camino; estamos llamados a una vida más plena.

La Asunción de la Virgen es la respuesta de luz, dada a la oscuridad de la fe, la respuesta concreta y visible de lo que creemos; es el aplauso a la sencillez y a la pequeñez humana. María fue la mujer sencilla, pequeña y pobre, desde cuya pobreza, pequeñez y sencillez, el Todopoderoso hizo obras grandes y maravillosas en Ella.

La Asunción es y debe ser para todos nosotros un canto a la esperanza; un canto a la vida a pesar de la muerte; Ella mereció ser llevada al cielo porque estuvo siempre abierta a los planes de Dios.

Que nuestra Madre la Virgen, que ya goza del amor eterno de Dios, nos ayude y nos anime a vivir desde donde ella vivió, para que también nosotros un día podamos gozar con ella de esa vida en plenitud que Cristo nos promete.

 

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