2022 AÑO C TIEMPO ORDINARIO XXII
Les contó una parábola
a los invitados, señalando cómo eligieron los primeros lugares: cuando te
inviten, ve y ponte en el último lugar. No por humildad, no por mortificación,
se trata de una cuestión evangélica, de una buena noticia: el último lugar es
el lugar de Dios, que no ha venido a ser servido, sino a servir, el lugar del
"Dios al revés" mostrado por Jesús.
Cuando ofrezcas una
comida, no invites a parientes, amigos, hermanos, vecinos (son el círculo del
afecto, nos toca el corazón); Los invitamos (que está muy bien) pero todo se
queda en el círculo de la amistad, equilibrio del vínculo entre dar y tener.
Si queremos imitar la
actitud de Jesús invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los
ciegos: cuatro pasos que nos llevan al territorio de la gratuidad.
Llena la casa-corazón
de aquellos a los que nadie acoge: parece una propuesta ilógica, vertiginosa, y
en realidad nos habla de un Dios que ama a raudales, ama sin estipulaciones,
sin calcular, que entra en esas vidas oscuras como una ofrenda al sol, un gesto
para hacer más afectuosa su vida. Cuál sería el propósito o el resultado de una
invitación dirigida a los más pobres de los pobres: La explicación que ofrece
Jesús es paradójica: serás bendecido porque no tienen nada que devolverte. No
tienen cosas que darte, así que se tienen a sí mismos, su persona y su alegría
para darte.
El amor no tiene otra
razón que el amor mismo. Y seréis bendecidos: porque Dios da alegría a los que
producen amor.
En la vida nos seducen
tres verbos malignos, porque hacen mal al hombre, y por eso podemos llamarlos
"malditos": tomar, ascender, dominar. A ellos Jesús opone tres verbos
"benditos", que contienen y generan el bien de la persona, y son:
dar, bajar, servir. Dar primero, sin calcular, generosamente, a lo loco.
Desciende, como el buen samaritano de su montura, como el huésped que sube al
último lugar. Servir, cuidar la vida en todas sus formas: la tarea suprema de
toda existencia sería custodiar vidas con la propia vida.
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