sábado, 14 de enero de 2023


 

2023 AÑO A TIEMPO ORDINARIO II

 

No hay duda que la humanidad no llega a florecer según el sueño de Dios, a pesar de los intentos: los hombres no llegan a la felicidad. Entonces Dios miró a la humanidad, la encontró perdida, enferma, extraviada, y se ocupó de ella. Vino a los suyos y en lugar de repudio o castigo, trajo liberación y curación. No es suficiente observar a Jesús con ojos humanos, como un gran profeta o un líder carismático. Juan Bautista da en el clavo al contemplar a Jesús desde la fe: viene a salvarnos cargando con la fragilidad de todos. Así lo afirma el profeta austero y salvaje, Juan el bautista, cuando declara: he aquí el cordero que quita el pecado del mundo.

Son palabras de curación, un eco de la profecía de Isaías: He aquí a mi siervo, para restaurar las tribus de Jacob. Es decir, llevar la salvación hasta los confines de la tierra. Juan hablaba en lengua aramea, como Jesús, como la gente, y para decir 'he aquí el cordero' utilizó sin duda el término 'taljah', que significa tanto 'cordero' como 'siervo'. Y la gente comprendió que este joven Jesús pondría todas sus energías al servicio del sueño de Dios para la humanidad, con su vida buena, bella y feliz, porque pasó por la vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el diablo.

Cordero-siervo, que quita el pecado del mundo. En singular. No los pecados, sino su matriz y raíz, la sangre vital, la matriz que da a luz acciones contrarias a la vida, ese pensamiento rastrero que se cuela por todas partes, de modo que sólo me preocupo de mí mismo, y no me conmueven las lágrimas ni la alegría contagiosa de los demás, no me importan, no existen, no están ahí, no los veo.

Cordero-Siervo, que salva del único pecado que es el desamor. No vino como un león, ni como un águila, sino como un cordero, el último nacido del rebaño, para liberarnos de una idea terrible y equivocada de Dios, de la que se nutrían las instituciones de poder en Israel. Jesús coge las raíces del poder, las arranca, les da la vuelta al sol y al aire, trastoca la lógica que situaba en la cima de todo a un Dios con poder absoluto, incluido el de decretar tu muerte; y debajo de él a hombres que a su vez aplicaban ese poder, considerado divino, sobre otros hombres, más débiles que ellos, en una escalera infinita, hasta el último peldaño. El siervo-cordero es un "¡no!" gritado ante la lógica del mundo, donde siempre tiene razón el más fuerte, el más rico, el más astuto, el más cruel.

Si nuestros ojos contemplan su ser divino, serán traspasados por su bondad y su misericordia.

Si nuestro corazón vive con fe la presencia de Jesús, será un templo con un Dios vivo.

Si nuestros oídos escuchan la Palabra de Jesús, se convertirán en antenas de gracia divina.

Y la institución no pudo soportarlo y quitó de en medio la voz pura, el sueño de Dios. Aquí está el cordero, la mansedumbre y la ternura de Dios que entran en las venas del mundo, y no se perderán, y darán fruto; si no aquí en otra parte, si no hoy en el tercer día de un mundo que está naciendo.

 

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