2023 ENERO MEDITACIÓN EUCARISTICA.
LA CUOTA INICIAL
Aquí estamos Señor delante de ti
Eucaristía para meditar sobre nuestra actitud ante la vida. Muchas veces no somos lo que deberíamos ser y no ejercemos la
generosidad y la compasión que deberíamos tal como tu ejerces sobre cada uno de
nosotros.
LA
CUOTA INICIAL: Una señora soñó
que llegaba al cielo y que, junto a las 120.000 personas que mueren cada día,
hacía fila para saber cuál iba a ser su destino eterno. Al rato, llegó San
Pedro y les dijo: Vengan todos conmigo que les voy a mostrar el lugar que le
corresponde a cada uno, según la cuota inicial que pagaron en la tierra con su vida.
Llegaron
primero a un lugar supe lujosísimo, donde todo había sido construido con oro.
Paredes, techos, pisos, resplandecían con gran brillo.
- Aquí
van a vivir los generosos, los que amaron de verdad, los que entregaron su vida
al servicio de los demás: Los que partieron su pan con el hambriento, los que
regalaron sus vestidos a los pobres, los que visitaron y consolaron a los
enfermos y a los presos... La señora se puso muy contenta y se apresuró a
entrar, pero un ángel la detuvo: Perdone usted, señora, pero este lugar no es
para usted que en la tierra sólo supo dar migajas, ropas viejas que ya no usaba.
Jamás dio usted algo que en verdad le costara. Le falta la cuota inicial para
adquirir una de estas casas.
- De
allí pasaron a otra urbanización de la eternidad, cuyas casas estaban hechas de
marfil. Aquí también todo era belleza. Cuando la señora se disponía a entrar, otro
ángel la tomó del brazo y le dijo muy respetuosamente: Lo siento, señora, pero
estas viviendas están reservadas para los que siempre trataron a los demás con
cariño, para los que sólo tuvieron palabras de aliento y de ánimo, y usted se
la pasó chismorreando y hablando mal de los demás.
- Las
casas de la siguiente urbanización eran todas de cristal y resplandecían llenas
de luz. De nuevo la mujer dirigió sus pasos a una de esas maravillosas mansiones,
pero el ángel portero la detuvo y le dijo muy serio: Usted no puede entrar
aquí, señora. En su pasaporte dice que usted nunca se preocupó por enseñar a
los demás, y esta urbanización está reservada para los auténticos maestros,
todos aquellos que trataron de hacer de su vida una lección y un ejemplo digno de
imitar. Aquí se cumple lo que anunció el profeta Daniel: “Quienes enseñen a
otros a ser buenos, brillarán como estrellas por toda la eternidad’ y usted
nunca se preocupó porque las personas que vivían junto a usted se hicieran
mejores. Le falta la cuota inicial.
Y
así fueron visitando otras bellas urbanizaciones donde no le permitieron entrar
por faltarle la requerida cuota inicial. Ya al atardecer, llegaron a un barrio sucio
y miserable, cuyas casas estaban todas construidas con basura. Las gaviotas volaban
sobre esa hediondez y abundaban las cucarachas. La señora se puso un pañuelo en
la nariz porque no soportaba la fetidez y ya iba a salir corriendo, cuando el
guardián le dijo con voz cortante y seca:
- Una
de esas casas será su vivienda por toda la eternidad. Puede usted tomar
posesión de ella.
La
mujer empezó a gritar y a decir que nunca podría vivir en una casa así, pero el
guardián la detuvo en seco: Esto es lo único que pudimos construirle con la
cuota inicial que usted envió desde la tierra. Cada día nos llegaba su envío de
murmuraciones, chismes, ofensas, egoísmos, tacañería, envidias, odios... ¿Qué
era posible construir con todo eso? Son los materiales que nos envió para
fabricarle la vivienda.
La
mujer empezó a llorar y a gritar y, al intentar zafarse de las manos de los
guardianes que la estaban obligando a entrar en esa horrible vivienda, se despertó.
Tenía la almohada empapada de sudor y de lágrimas, pero aquella pesadilla le
sirvió de examen de conciencia y desde ese día empezó a pagar la cuota inicial
para una buena morada en la eternidad: generosidad con los necesitados,
pulcritud y firmeza en el trato, y esmero por lograr que otras personas fueran
mejores.
¿Qué morada estamos construyendo para
nosotros y para los demás con nuestro actuar? El mensaje de Jesús no deja lugar
a duda alguna: Sólo es posible llegar a Dios a través del servicio al hermano
necesitado: “Lo que hicisteis a cada uno de estos hermanos míos más pequeños,
me lo hicisteis a mí”. En el momento definitivo, Dios nos juzgará por el amor
vuelto servicio: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de
beber, estaba desnudo y me cubriste con tu ropa, enfermo y me visitaste...” Fe
sin compromiso es alienación, idolatría. Oración sin entrega es monólogo con
uno mismo. Cosechamos lo que sembramos. Afortunadamente, los criterios de Dios
no son los criterios de los hombres, y la justicia divina no es sobornable ni
comprable. Amén
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