sábado, 28 de enero de 2023


2023 AÑO A TIEMPO ORDINARIO IV

Las bienaventuranzas. Son palabras auténticas, profundas, decía Gandhi que son las más altas de la historia de la humanidad.

Es la primera lección de Jesús maestro, pronunciadas al aire libre, en el monte, y como primer tema eligió la felicidad. Quizá porque es lo que más nos falta, lo que todos buscamos, en todos los sentidos y todos los días. Porque la vida es, y sólo puede ser, una búsqueda continua de la felicidad.

Jesús con las bienaventuranzas se sitúa a contracorriente de todos los nuevos o viejos maestros, aquellos fascinados por la realización personal, cautivados por la búsqueda de su propio bien, que lo remiten todo a sí mismos. Sin embargo, él apuesta por los pobres, los mansos, los hambrientos de justicia, la gente de corazón claro y bueno, los que se interesan por el bien común, los que tienen sus ojos en los ojos y los corazones de los demás. Porque son los hombres más verdaderos y libres. Y para ellos Jesús pronuncia nueve veces un término típico de la cultura bíblica, ese "bienaventurado". Que no se limita a indicar una emoción, aunque sea la más bella, rara y deseada. Bendito significa: en camino, en pie, en marcha, adelante tú que no andas por el camino del mal porque Dios camina contigo. Adelante no te detengas, no dejes caer tus brazos, no te rindas. Tú que construyes oasis de paz, que prefieres la paz a la victoria, sigue adelante, es el camino correcto, no te detengas, no te desvíes, porque este camino va derecho hacia nuevos cielos y una nueva tierra.

Quien se acerca una y otra vez a las bienaventuranzas de Jesús advierte que su contenido es inagotable. Siempre tienen resonancias nuevas. Siempre encontramos en ellas una luz diferente para el momento que estamos viviendo.

Felices los pobres de espíritu, saben vivir con poco. Tendrán menos problemas, estarán más atentos a los necesitados y vivirán con más libertad. El día en que lo entendamos seremos más humanos.

Felices los mansos, los que vacían su corazón de violencia y agresividad. Son un regalo para nuestro mundo violento. Cuando todos lo hagamos, podremos convivir en verdadera paz.

Felices los que lloran al ver sufrir a otros. Son gente buena. Con ellos se puede construir un mundo más fraterno y solidario.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, los que no han perdido el deseo de ser más justos ni la voluntad de hacer una sociedad más digna. En ellos alienta lo mejor del espíritu humano.

Felices los misericordiosos, los que saben perdonar en lo hondo de su corazón. Solo Dios conoce su lucha interior y su grandeza. Ellos son los que mejor nos pueden acercar a la reconciliación.

Según ‘La Carta a Diogneto’, los cristianos en el mundo no se caracterizaban porque llevaran una vida aparentemente diferente al resto de las demás personas, lo que les hacía diferentes, era la honestidad de sus vidas, el modo recto de llevar sus negocios y el modo fraterno y desprendido como vivían entre ellos. A los paganos les impresionaba la vida y el comportamiento moral de los cristianos, su piedad religiosa y la sincera coherencia de vida con la fe que profesaban.


 

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