2023 AÑO A TIEMPO ORDINARIO IV
Las bienaventuranzas.
Son palabras auténticas, profundas, decía Gandhi que son las más altas de la historia
de la humanidad.
Es la primera lección
de Jesús maestro, pronunciadas al aire libre, en el monte, y como primer tema
eligió la felicidad. Quizá porque es lo que más nos falta, lo que todos buscamos,
en todos los sentidos y todos los días. Porque la vida es, y sólo puede ser,
una búsqueda continua de la felicidad.
Jesús con las
bienaventuranzas se sitúa a contracorriente de todos los nuevos o viejos
maestros, aquellos fascinados por la realización personal, cautivados por la
búsqueda de su propio bien, que lo remiten todo a sí mismos. Sin embargo, él
apuesta por los pobres, los mansos, los hambrientos de justicia, la gente de
corazón claro y bueno, los que se interesan por el bien común, los que tienen
sus ojos en los ojos y los corazones de los demás. Porque son los hombres más
verdaderos y libres. Y para ellos Jesús pronuncia nueve veces un término típico
de la cultura bíblica, ese "bienaventurado". Que no se limita a
indicar una emoción, aunque sea la más bella, rara y deseada. Bendito significa:
en
camino, en pie, en marcha, adelante tú que no andas por el camino del mal
porque
Dios camina contigo. Adelante no te detengas, no dejes caer tus brazos,
no te rindas. Tú que construyes oasis de paz, que prefieres la paz a la
victoria, sigue adelante, es el camino correcto, no te detengas, no te desvíes,
porque este camino va derecho hacia nuevos cielos y una nueva tierra.
Quien se acerca una y
otra vez a las bienaventuranzas de Jesús advierte que su contenido es
inagotable. Siempre tienen resonancias nuevas. Siempre encontramos en ellas una
luz diferente para el momento que estamos viviendo.
Felices los pobres de
espíritu, saben vivir con poco. Tendrán menos problemas, estarán más atentos a
los necesitados y vivirán con más libertad. El día en que lo entendamos seremos
más humanos.
Felices los mansos, los
que vacían su corazón de violencia y agresividad. Son un regalo para nuestro
mundo violento. Cuando todos lo hagamos, podremos convivir en verdadera paz.
Felices los que lloran
al ver sufrir a otros. Son gente buena. Con ellos se puede construir un mundo
más fraterno y solidario.
Felices los que tienen
hambre y sed de justicia, los que no han perdido el deseo de ser más justos ni
la voluntad de hacer una sociedad más digna. En ellos alienta lo mejor del
espíritu humano.
Felices los
misericordiosos, los que saben perdonar en lo hondo de su corazón. Solo Dios
conoce su lucha interior y su grandeza. Ellos son los que mejor nos pueden
acercar a la reconciliación.
Según ‘La Carta a
Diogneto’, los cristianos en el mundo no se caracterizaban porque llevaran una
vida aparentemente diferente al resto de las demás personas, lo que les hacía
diferentes, era la honestidad de sus vidas, el modo recto de llevar sus
negocios y el modo fraterno y desprendido como vivían entre ellos. A los
paganos les impresionaba la vida y el comportamiento moral de los cristianos,
su piedad religiosa y la sincera coherencia de vida con la fe que profesaban.
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